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El dolor en su estómago con el que había amanecido no le gustó para nada, ni siquiera quiso desayunar los ricos waffles que su madre le hizo.

Por eso y agregando los trabajos, no durmió sus siete horas diarias y solo pudo tres. Logrando ahora que esté tomando café en su pequeño vaso en sus manos.

—¿Danielle? —saltó asustada, giró para retroceder al recordar quien era. La misma alfa de hace dos días, por la misma que la sacaron de clase —. Oye, yo quería darte esto... —un sobre fue extendido.

Y tal vez quiso sonreír, más no lo hizo. No cuando probablemente los demás estaban haciéndole un juego.

—No... gracias.

Se giró, y siguió avanzando con el café amargo pasando por su paladar. Ayudándola a olvidar sus problemas de sueño.

—Danielle, espera. Por mi culpa te sacaron de clase. Pensé que las notas que hice para ti servirían —un agarre delicado en su brazo.

Nadie en estos tres meses se había tomado la decencia de detenerla, sin necesidad de jalarla o golpearla.

—Danielle, perdón por eso. Hablé con el profesor, le dije que fue mi culpa. Te dejará entregar lo que hicimos —el sobre fue de nuevo extendido.

Pero esta vez, Danielle lo tomó en sus pequeñas manos. Sosteniendo su café con la otra mientras mantenía su mirada con la alfa.

Se avergonzó. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que le gustó alguien? ¿Cuánto tiempo desde que alguien hizo algo por ella?

—Uhm...gracias

—No es nada. Por cierto, no deberías tomar café.

Parpadeó confundida.

—A veces hace daño en la mañana, deberías tener cosas dulces en tu boca. Es mejor.

La sonrisa pequeña, el ruido sonoro de la entrada a las aulas le hizo alejarse y despedirse con un movimiento en su mano.

Y ella, solo pudo quedarse quieta. Con su corazón bombeando como loco y sonrojo notorio. No lo entendía, como su lobito corría de la emoción en su interior y no se negaba a mostrar la pancita ante la actitud de la alfa.

Pero no, no debía ilusionarse. No cuando su deseo de formar una familia no era posible.

...

No lograba sostener bien los palillos, no después de la paliza que recibió por intentar defender a una omega que era molestada.

Apenas pudo sostenerlos, más levantarlos no. Sentía las pulsaciones leves. Las mismas también estaban en su espalda por las patadas.

—Danielle... ¿Puedo sentarme contigo? —levantó la vista, la misma alfa de la mañana.

La misma mujer atractiva, alfa con aroma a café y sándalo. La misma con cabello lacio y probablemente sedoso. Estaba pidiendo permiso para comer con ella y acompañarla, aunque eso era lindo, ella mordió su labio. ¿Acaso estar sola en la mesa era demasiado obvio?

—S-Sí... No hay problema.

La alfa no tardó en sentarse delante, y observó un poco para sonreirle. Como si fuera linda.

—Es raro estar en la universidad en otro lugar que no es mi hogar —comentó.

—Uhm, supongo.

—¿De dónde eres, Danielle?

—Australia —apretó sus dedos, tomando apenas un pedazo de arroz para levantarlo.

Sin embargo, el calambre en su mano le hizo soltar todo y con la otra quejarse bajo.

Para su sorpresa, la alfa se levantó para sentarse a su lado y tomar su mano comenzando a sobar, sin mucha fuerza. Sólo logrando que el calambre se fuera.

—No debes forzarte si te duele. A veces puede empeorar —las palabras, los consejos que recibió eran parte de ese nerviosismo.

El mismo que aparecía al tenerla cerca, o con solo sentir el aroma llegar a su nariz. Con eso estaba bien, podía sonreír por la sensación. Ahora, no sabía bien si era bueno.

—Abre la boca —cuando volvió a la realidad, una porción de comida estaba delante de sus labios esperando por ella —. Vamos, así será más fácil.

Sus labios se abrieron tomando la porción para masticar poco a poco. Observando como su mayor tomaba la otra charola y también comía mientras le extendía más porciones.

¿Cómo se siente tener amigos? ¿Cómo se siente cuando la chica que te gusta te habla? ¿De qué manera debes comportarte al tener a una alfa amable a tu lado? Ella solo podía sentir las miradas.

Como la mayoría de betas y omegas la miraban con odio. Envidia y asco, no entendiendo por qué el estorbo de su universidad era bien tratado por una alfa nueva y atractiva.

—Danielle ¿Puedo llamarte Elle?

Dios ¿Entiendes ese calor que sientes en tus mejillas?

—Kang, yo no creo que..

Un estruendo, como cubrió sus orejas ante como la mesa había sido golpeada por uno de los líderes más groseros que conocía.

—Pero mira nada más, Marsh tiene a alguien que juega con ella.

Solo observó, la forma tan confusa en la que Danielle parecía estar ante el momento.

—Marsh, te dijimos que no debías de meterte entre nuestros problemas. ¿Cierto? Que seas una beta no te da la autoridad de estar entre nosotros.

—Lo siento, no lo volveré a hacer —tembló, solo no quería recibir golpes.

No cuando sus manos ahora ni siquiera podía usarlas para escribir. Cerró sus ojos, su lobo interior sumiso sin importarle mucho que no fuera beta.

—¿Por qué no se largan y la dejan en paz? —el gruñido que la confundió —. ¿Esto se les hace divertido? Están siendo solo idiotas al molestar a los demás.

—¿Tú quién eres? No tienes que fingir para llevártela a la cama. Hay mejores para eso —las risas burlescas se escucharon.

—¿Qué dices, imbécil? —se queja.

—Es una beta, admítelo. Si quieres familia necesitas una omega linda. Y alrededor hay muchos que quieren y están dispuestos a dártela.

Danielle abrió sus ojos, justo cuando Haerin fue la primera en golpear al alfa más grande, logrando que este cayera al suelo y la comida resbalara en su rostro.

Un silencio en todo el lugar.

—Escúchame bien, idiota. Tú vuelves a hablarle de ese modo a esta chica y yo no dudaré en destrozarte todo tu rostro.

La amenaza que dejó a todos los universitarios asustados ante el nuevo alumno.

Con una calma tranquila, tomó la muñeca de Danielle para levantarla y llevársela. Ella solo miró atrás un momento, observando el miedo en los ojos del líder que siempre la molestaba.

Te declaro como mía, esto es el comienzo.

LAZO | Daerin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora