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Nuevo día, útiles nuevos porque los suyos se arruinaron con yogurt. Nuevos cuadernos donde tuvo que pasar todo de los anteriores.

Negó, era difícil. Ojalá dejara de existir ese odio.

Ir a su universidad no era demasiado fácil, no si debía correr hasta la parada de autobuses. Rezar para obtener un lugar o estar parada siendo empujada por todos.

Para su mala suerte, le había tocado parada, con sus manos pequeñas agarrando los soportes mientras alfas de su escuela parecían mirarla.

No hizo caso, ahora no quería pelear. No cuando estaba feliz por tener al menos una alfa que si la quería.

—Haerin parece ser una alfa muy apuesta. Estoy pensando en pedirle una cita. ¿Qué piensas? —siguió la voz, era una omega.

Una linda omega, con cabello largo y negro. Ojos azules, piel blanca y hermosa. Tenía cualidades y sobre todo ella sí podía tener hijos.

—No lo sé, no creo que te haga caso. Está coladita por una beta. 

—¿Beta? No. Pero si no puede darle hijos, yo con gusto le doy cinco.

—Rina, yo diría que no la molestes.

Saber que alguien gusta de la persona que a ti te gusta, es extraño. Mas si sabes que a ella también le gustas, al menos podía soñar con un "nosotras".

Negó, no había amor en su vida. Si tan solo pudiera dejar de usar supresores y ese spray. El mundo, o su universidad, notaría que no es una beta. Sino una omega mucho más valiosa que el resto.

Porque ella sí podía transformarse en lobo, no como la sociedad de ahora.

Cuando llegó al lugar, bajó del autobús mirando a los lados y siguiendo su camino.

Pero se detuvo. ¿Si había traído sus supresores por si acaso? ¿Había puesto el spray?

No lo recordaba, tal vez si.

—Elle. 

Tembló, su cuerpo se giró un poco. Y para su sorpresa, nunca creyó ver a alguien, es especial a una alfa, extenderle un ramo grande de lirios artificiales. Azules y bonitos solo para ella.

—Haerin...

—Tómalas. Son para ti después de todo —la sonrisa nerviosa, al igual que las mejillas rojas de vergüenza, tal vez eran parte de las sensaciones que Kang Haerin tenía. 

Y Danielle, nuestra Danielle. ¿Cómo podría describir su corazón? ¿O su lobo? Porque definitivamente creía que estaba acalorada. Con sus mejillas ardiendo y su lobo más que emocionado que nunca.

No pasó mucho para que tomara las flores entre sus brazos, para luego sonreír embobada por la alfa.

—Danielle, eres hermosa, nunca lo olvides. 

Dios, no podía sentirse más avergonzada. 

—Ven, vamos a clase.

Su mano fue tomada con delicadeza. Incluso fue consciente de cómo sus dedos se entrelazaban. Con la mano grande de su mayor siendo la protectora.

Uff, guardaría ese recuerdo por siempre.

...

Se removió incómoda, sabía que algo pasaría. Que estaba nerviosa con Kang Haerin al lado en clase de filosofía, donde no debería llamar la atención del profesor.

—Por eso tomó un rumbo diferente del siglo XX. Es ahí donde inició el nuevo pensamiento.

Pudo sentir el aroma a peonia desprenderse, y ahí fue donde quiso estar soñando. No debería pasar, no ahora.

—Danielle ¿Estás bien? —no lo estaba.

¿Por qué se sintió de ese modo? ¿Por que su estómago dolía y estaba sudando?

—Ven… —los brazos de la alfa la atrajeron hacia el pecho. Y como arte de magia, sus malestares se calmaron.

Ante el aroma de la alfa fue envuelto. Como protección se dejo caer por el lobo de la mayor. Incluso quiso mostrar la pancita a modo de sumisión.

—Bien, la tarea será un trabajo individual. Las hojas serán pasadas —pronto llegó la suya a su lugar —. Debe de ser mínimo diez hojas, máximo quince. No es mucho, solo quiero lo que ustedes piensan y creen de la filosofía. Eso es todo.

Agradeció que el profesor no dijera nada, porque estaba segura de que las vio. Cuando este se retiró, Haerin la separó de su cuerpo para verla a los ojos.

—¿Estás mejor?

—S-Si … —estaba nerviosa. ¿Podría darse cuenta del aroma? —. Debo ir al sanitario.

Se levantó, pero se arrepintió. Fue tan solo un momento, donde se dio cuenta de todo.

Tan rápido como pudo, se agachó cubriendo sus ojos y negando, no podía pasar. No ese dia.

—¿Danielle? —tener a Haerin cerca de su cuello fue suficiente —. Eres tú ¿Por qué tienes aroma?

—Dios… —no quiso ver, tampoco escuchar. Solo se quedó ahí sintiendo como Haerin se movía hasta estar delante y agacharse.

—Danielle…

—¿P-Puedes pedirle supresores a la enfermera?

Fue la gota que derramó el vaso, ya que estaba segura de la impresión confundida en la alfa que le gustaba.

—Los traeré. No salgas de aquí.

Asintió, no podía de todos modos. No cuando sabía que su cuerpo pedía otras cosas en un mal momento.

Quería llorar, lo quería. No era momento, pero también quería irse a casa, quedarse ahí por un año y no salir hasta el próximo siglo si se podía.

Escuchó pasos, y solo tal vez, se destapó para respirar profundo. Haerin había vuelto, con dichas pastillas en un bote pequeño.

—Ten… —los tomó, y revisando su mochila, sacó una botella de agua, solo para que de forma rápida tomara dos. Su forma de suspirar —. Danielle.

—Lo siento.

—¿Por ser omega y no decirme?

—Por ser una omega inútil y no decírtelo —no creyó tener el valor para poder decirlo.

—Danielle ¿Alguien más lo sabe?

—Mis padres, la enfermera… y tú.

Solo supo que la alfa la tomó del brazo para rodearla con los suyos y acariciar su espalda. De esa misma forma entendió, que no importaba lo que fuera, Haerin siempre estuvo ahí.

—Me gustas. No por ser omega, beta o lo que sea. Me gustas por ser tú. Y no dejaré de tratarte de este modo, ni aunque nos casemos.

—Unnie, no somos aún novias y ya piensa en matrimonio.

—Es que yo no quiero ser solo tu novia, quiero tenerte como mi pareja de toda la vida.

Mi corazón es débil, pero tú lo haces fuerte.

LAZO | Daerin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora