Capitulo 3

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— ¿Qué... Qué te dijo?

— Me reconoció— Abrí la boca para balbucear porque ni siquiera podía pronunciar una palabra pero ella siguió hablando— Pero rápidamente le dije que se estaba confundiendo.

— Te menciono algo de...

— No mi niña, por lo que ví en su mirada, estoy segura que sigue pensando lo que todos saben.

— Muy bien, nana tranquila. No va a pasar nada, ok? Yo... yo veré como solucionarlo. Pero cuéntame todo.

Mi mente necesitaba oxígeno cuando acabamos de hablar, estaba hecha bolas y en este momento no podía pensar bien. Todo era tan complicado y no sabía cómo reaccionar.

Desde que nos fuimos, nunca más supe de él. No tuvimos una despedida y tampoco pudimos mantener esa amistad. Con el tiempo, Alejandro no me permitió saber de él, lo único que tenía era lo que escuchaba en la radio cuando hablaban de las empresas del Prestigiado "Rodrigo Bustamante" y su familia perfecta. Y aunque muchas veces me ganó la curiosidad por verlo o hablar con él, nunca lo hice. Y lo más probable es que se haya olvidado de mí, total éramos unos niños y dicen que ellos olvidan más rápido, no?

Lo raro es que yo no he podido hacerlo, no he podido olvidarlo y en el fondo deseo que él tampoco lo haya hecho. Tal vez este es uno de los deseos más egoístas que he pedido... el único, ha sido el único.

Suspiraba pausado, en estos  momentos no podía mostrar debilidad, tenía que mantener la cabeza fría y pensar objetivamente. Lo que se me ocurrió fue darme una ducha, me vendría bastante bien y así ahogaría por unos minutos lo que me provocó escuchar eso.

En la ducha los recuerdos más lúcidos llegaban a mi mente, conforme caiga en agua. Reprimo las lágrimas que tengo atoradas en las garganta, siento rabia, confusión, frustración. Respiro y cierro la llave. Salgo poniéndome la toalla mientras me quedo unos segundos más, sentada atrás de la puerta.

Rato después que había terminado de arreglarme bajo para irnos.

— ¿Nos vamos?— Ella asiente. Estaba sentada en el sofá viendo televisión mientras me esperaba.

Fuimos al centro a comprar las cosas que necesitaba. El centro es muy bonito, tiene vistas increíbles, y me parece bastante grande y es igual de ajetreado que en Londres, gente por doquier, vehículos pasando, mucho ruido en general. Después de varias horas caminando, teníamos todo.

— ¿Ya es todo, princesa?

— Si nana.

— ¿Nos vamos?

— No quisiera regresar aún, voy a seguir caminando un rato más ¿Me quieres acompañar?

— Estoy un poco cansada mi niña, me duelen los pies.

— ¿Te parece si te pido un taxi y te llevas esto— Alzo las bolsas que tenía— Mientras yo voy a dar una vuelta?

— ¿Segura?

— Si, lo necesito— Ella asiente, esbozando una sonrisa comprensiva.

Rápidamente pido un taxi y esperamos a que llegara.

— Si necesitas cualquier cosa ya sabes. Me avisas, Te quiero.

Me hago a un lado para que arranque y hasta que pierdo el auto de vista, me voy.

Necesitaba recordar dónde vivía, los lugares a donde iba y sobre todo adaptarme de nuevo a mi país. Y para eso tengo que conocer los lugares más frecuentados.

Pasé horas de un lado a otro y ya me dolían los pies. Estaba muy cansada ya que había caminado mucho, no lo pensé más y pedí un taxi. Al llegar, me encuentro con mi nana dormida y sin más, cierro la puerta con cuidado y subo a encerrarme en mi habitación.

Hasta mi último aliento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora