Estúpida maleta. ¿¡Por qué no cierras!?.
Ya estaba estresada.
Y como si no fuera peor, escucho los gritos de Alejandro.
— Verónica, se nos hace tarde, por favor apúrate!!.
— Sabes que no me gusta que me llames así, te lo he dicho tan....
— Como usted diga señorita, pero por favor...¿Nos podemos ir?
— Mi maleta está muy llena y no puedo cerrarla y ya llevo rato intentándolo.
— Quién te manda a tener tanta ropa— Se ríe.
— Pues no la voy a dejar aquí, Alejandro.— Sonaba molesta. Bueno lo estaba. Él niega con la cabeza, noto como murmura algo mientras se acercaba a mi lado y en un santiamén cerró la maleta, lo miré mal cuando él esboza una sonrisa irónica.
— Listo. ¿Nos podemos ir?
Yo asiento dejando que él salga primero, antes de seguirlo me detengo un momento apreciando por última vez mi habitación la cuál fue mi refugio durante muchos años, ya no volvería y la iba a echar de menos. Pasé años muy duros pero dejando de lado que no salía mucho y que no tenía amigos, también tengo recuerdos fugaces muy bonitos de los últimos años, a pesar de nunca haberme sentirme completa al vivir aquí.
Espero volver algún día, pero no de la manera y las circunstancias en la que llegué, aún lo recuerdo como si fuera la primera vez; era una niña con miedo, llena de dudas sin respuestas, temerosa, que se preguntaba todo el tiempo que había hecho mal para que sus padres la hubiesen dejado sola, al enterarme de sus muertes, el corazón se me cayó a los pies y desde ese momento sentí como se desvanecía el alma de aquella niña con ilusiones, sueños y sobre todo, amor.
Nunca quise estar separada de mi familia, pero no pude hacer nada para evitarlo. Al llegar aquí, siempre me decían que con el tiempo me acostumbraría pero no fue así, solo aprendí a fingir que sí para sobrellevar los años y hasta un cierto punto me lo creí no lo negaré. Pero desde lo que pasó he tenido en cuenta que nada es eterno y ahora ya era tiempo de que regresáramos a nuestra verdadera casa.Y si, en esa tarde nublada aproximándose una tormenta, íbamos volando de camino a casa, después de tantos años mi hermano y yo volveríamos a nuestro verdadero hogar, ya por fin volveré al país donde nací y de dónde también me arrancaron.
— ¿En qué tanto piensas?— Siento la mirada de Alejandro en mi nuca.
— ¿Cómo se sentirá estar en casa de nuevo?— Seguía con la vista clavada en la ventana sin expresión alguna.
— No lo sé, también me hago esa misma pregunta, después de tantos años ya la casa no volverá a ser la misma y menos si no están...ellos.
— ¿Por qué tuvieron que pasar así las cosas?
— No te sigas torturando vero...
— Ya me acostumbré al dolor, lo sabes.
— Pequeña...— Despego la mirada de la ventana para ahora mirarlo a él.
— Me avisas cuándo lleguemos. Dormiré un rato.
Cerré los ojos y lo único que podía hacer era pensar, pensar en todo, pensar en nada y pensar en él.
....
— Ey pequeña, ya llegamos despierta!— Sentía que me movían y me jalaban muy suave, yo estaba consciente pero no abría los ojos.
— Mm?
— Despierta!
Lentamente abro los ojos y me doy un momento para acostumbrarme a la luz. Al estar lúcida me bajo del avión. El clima me recibe desprevenida, había escuchado que las temperaturas aquí eran menores que en Londres, pero estamos a finales de enero y es donde el clima es más frío. Veo la hora y eran las ocho de la mañana. A los segundos veo a mi Nana bajar del avión.
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Hasta mi último aliento
Ficción General"La venganza nunca fue una opción." Pero ¿Cómo entendemos de razones al perder injustamente a un ser querido en manos de un infeliz? Alonza Parno y Alejandro González perdieron a sus padres de una manera muy cruel e inesperada. Y esto ocasionará que...