Capitulo 10

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— ¡Oye!— Chasqueo los dedos— Mis ojos están aquí, okey?— Señalo hacia ellos, pero solo ocasiono que se ría. Imbécil.

— Créeme Alonza. Sé perfectamente dónde queda cada parte del cuerpo humano. Te lo aseguro.

— ¿Qué vienes a hacer aquí tan temprano, Jerónimo?

— ¿No me invitas a pasar?

— Estoy ocupada.

— Son las siete de la mañana, ¿En qué puedes estar ocupada?

— En lo mismo por lo que estás tú aquí a esta hora— Se ríe mientras se pasa las manos por la boca sin dejar de mirarme— En serio, ¿A qué viniste?

— No sé si te dió Alzheimer y se te olvidó lo que pasó ayer, pero si fue así te lo recuerdo sin ningún problema. Tu hermano y yo tenemos que trabajar en un caso algo delicado, si? Ah y vine a buscarlo, por si te queda dudas, Alonza.

— Oh, que chistosito. Puedes trabajar perfectamente en el circo siendo el payaso principal.

— Y tú espantando a los clientes por odiosa y amargada.

— Imbécil.

— Amargada.

— ¡Oye ya!— Suspiro— Tengo que arreglarme y en vez de eso estoy aquí, perdiendo el tiempo contigo.

— No es mi culpa, tú empezaste a discutir— Yo respiro profundo y cierro los ojos un momento.

— Alejandro se quedó dormido, déjame despertarlo.

— Claro, adelante— Le sonrío irónicamente y me dí la espalda para ir a la habitación. Escucho cuando pasa y cierra la puerta. No dudo ni un segundo que el muy imbécil se quedó viéndome el culo. Mientras camino el short se sube un poco. En mala hora se apareció aquí.

Cuando llego a la habitación de Alejandro, él ya se había despertado, estaba sentado en la cama revisando algo en su celular.

— Justo te iba a despertar. Jerónimo ya llegó por ti.

— ¿Qué? Tan rápido?— En eso se levantó y empezó a buscar la ropa.

— Si y el desayuno también está listo. Te espero abajo— Cierro la puerta y salgo.

Bajo a servir el desayuno y por las prisas no ví un escalón y casi me caigo, entonces noto a Jerónimo que no aparta la mirada me ningún momento de mi, taparse la boca aguantando la risa.

— Ya se está cambiando, en un momento baja— Le paso por un lado esbozando una sonrisa sarcástica y luego me voy a la cocina. Él no dice nada, pero no dejaba de sonreír.

En minutos serví el desayuno y me di prisa para ir a mi habitación. Cuando estaba por salir de la cocina, Alejandro apareció por la puerta.

— Ahí está el desayuno. Se me hace tarde, voy a arreglarme rápidamente.

— Y...— voltea hacia atrás— ¿No le serviste a Jerónimo?

— Si, es el de allá— Señalo el plato. Puedo ser odiosa, antipática, amargada o lo que sea pero nunca mal educada. Aunque a veces (casi todo el tiempo) no lo soporte no quiere decir que sea descortés.

— Muchas gracias, pequeña— Me da un beso corto en la frente y se voltea hacia atrás— Hermano, ven.

— Ehm, qué?

— Vamos a desayunar para irnos.

— ¿Desayunar? Pero yo no vine a eso— Se ríe.

— Ay por favor, que te cuesta vamos. Alonza hizo el desayuno, ¿Vas a despreciarlo?— Jerónimo y yo cruzamos una mirada.

Hasta mi último aliento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora