Ya habían pasado cuatro años desde que los trillizos conocieron a Lylien. Todos tenían siete años y la verdad las cosas no habían mejorado.
Los trillizos eran muy celosos.
Siempre que veían a un niño o una niña cerca de Lylien tomaban a su niño de la mano y con balbuceos que sólo ellos entendían lo alejaban. Sin embargo, no todo era malo, los pelirrojos lo consentian mucho y a pesar de que todos tenían la misma edad, ellos actuaban muy protectores.
Arth le dejaba pintar y rayar sus libros con el color favorito de Lylien, el morado.
-¿Estás bien?- Dijo un día Draco, cuando vio que su pequeño hijo, amante de los libros y celoso con sus lápices de colores, le dejaba utilizar al pelinegro todos sus materiales de arte.
-Sí, papi, estoy bien. ¿Lylian no es bonito? ¿No es lindo como dibuja tratando de no salirse de las líneas? Me dijo que me estaba haciendo un barco pirata, es increíble.
Draco vio la banana que intentaba pasarse como barco pirata y sonrió.
-Es muy lindo cariño, sigan en su cita de juegos.
Ese era otro pequeño gran problema.
Los trillizos, sin preguntar o pedir permiso, habían decretado que los tres no podían jugar con Lylien al mismo tiempo, ya que todos querían eclipsar la atención del niño. Así que la conclusión más acertada para tres niños de siete años es que cada uno de ellos tendría su propia día de juegos con su pequeño y así nadie se pondría celoso.
Y también se evitaría un accidente como el de hace un año atrás, cuando todos querían la atención del niño y empezaron a discutir y pelear, causando que los objetos de la casa se cayeran, el agua del río empezara a moverse muy peligrosamente y las raíces y ramas de los árboles se acercaran y enredaran a los niños creando una fortaleza.
Se necesitó de seis magos para cortar las ramas sin lastimar a los niños. Así que, desde ese día, los trillizos llegaron a esa conclusión y sus padres no tuvieron más alternativa que aceptar.
Los lunes era los días del pequeño Arth y el pelirrojo estaba muy emocionado con ello, ya que podía enseñarle a su niño lo inteligente que era. Generalmente, Arth le mostraba algo y siempre Lylien abría sus grandes ojos verdes y le sonreía encantado al Weasley y terminaban su día de juegos con un:
-Eres el niño más inteligente que conozco, te quiero mucho Arthy.
El apodo aún le provocaba un bonito sentimiento en el pecho del niño y siempre sonreía cuando Lylien le decía lo increíble que era y se despedía con un beso en la mejilla, dejando a Arth rojo de vergüenza todo el día y mostrándole a sus hermanos el lugar exacto en que lo besó el niño, generando que los otros dos chicos no le hablaran por todo el día, hasta que Draco se diera cuenta y los esposara a los tres, cabeza con cabeza, para que ya no discutieran.
La magia era muy efectiva para los castigos del Malfoy.
Luego venían los jueves, era el turno de Luc. El chico sonreía desde que se paraba y corría rápidamente a despertar a sus padres para que fueran a buscar a Lylien. No contaba con que debía esperar un par de horas para verlo, así que el resto de la mañana se la pasaba viendo el reloj. No fue hasta que un día Charlie descubrió que el reloj mágico empezó a girar sus manecillas hasta que de un salvaje giro, el pobre aparato se rompió.
Todo por la impaciencia de su lindo hijo.
Así que llegaron a un acuerdo: el día de juegos entre Lylien y Luc iniciaba con el desayuno.
Al terminar de comer su desayuno (un exquisito panecillo con mermelada de fresa, frutas y jugo), iniciaron su día. Generalmente, iban al jardín de la cabaña y como ésta estaba remodelada y más grande, gracias a Lucius Malfoy, los niños tenían una gran cantidad de tierra para explorar. Siempre era el mismo juego, ya que era el favorito de Lylien.
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Mi Hermoso Dragón
FanfictionDraco sabía que correr entre lo alto de las montañas, no era su mejor idea, pero él también sabía que si los Mortifagos lo atrapaban por ser un traidor, iba a recibir un Avada muy doloroso. Él sabía que ahora estaba solo. Lo que Draco Malfoy no sabí...