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Dalia Wood se sentaba frente a su computadora, el sonido de las teclas resonando suavemente en su apartamento. Desde que había superado la última etapa de su tratamiento, había decidido que era el momento de retomar su vida, de recuperar lo que había perdido durante esos años de lucha contra el cáncer. Quería sentir que tenía el control de su destino nuevamente.

Afuera, el sol brillaba intensamente, y los niños jugaban en el parque cercano, riendo y disfrutando de su infancia despreocupada. Dalia miró por la ventana y sintió una punzada de nostalgia. Había una parte de ella que deseaba salir y unirse a ellos, correr libremente y dejar atrás el peso de la enfermedad que aún la acechaba.

El recuerdo de la última consulta médica seguía fresco en su mente. "Debes cuidarte", le había dicho el doctor, sus palabras resonando como un eco en su conciencia. Aunque había recibido buenas noticias, la realidad del cáncer nunca se desvanecería por completo. Tenía que ser responsable, seguir las recomendaciones y no descuidar su salud.

Con un suspiro, Dalia se obligó a concentrarse en su trabajo. Había comenzado a manejar un pequeño negocio de consultoría desde casa, utilizando su experiencia y educación para ayudar a otras empresas. Era un reto emocionante que le permitía flexibilidad y, sobre todo, la oportunidad de sentir que estaba contribuyendo al mundo de nuevo.

Audrey estaba en la otra habitación, cuidando de Damian mientras él hacía sus deberes escolares. La presencia de su amiga era un consuelo constante; siempre estaba ahí para apoyarla, especialmente en los momentos difíciles. Dalia sonrió al recordar cómo Audrey había estado a su lado en cada paso de su recuperación, alentándola a seguir adelante.

—¡Mamá! —llamó Damian desde su habitación—. ¿Puedo tener una galleta?

—Claro, cariño, pero solo una —respondió Dalia, sintiendo su corazón llenarse de alegría al escuchar su voz.

Mientras preparaba la merienda para su hijo, Dalia reflexionó sobre lo que había pasado en los últimos años. Había perdido tanto, pero también había ganado una nueva perspectiva sobre la vida. La lucha contra el cáncer la había hecho más fuerte, más resiliente. Quería vivir cada día al máximo, sin permitir que el miedo o la incertidumbre la controlaran.

Tomando una galleta de la jarra, se acercó a la habitación de Damian. Al entrar, lo vio concentrado en su tarea, con su pequeño ceño fruncido mientras intentaba resolver un problema de matemáticas. Dalia se sentó a su lado y le dio la galleta.

—Aquí tienes, campeón. —Lo miró con amor—. ¿Cómo va eso?

—Difícil, pero creo que puedo hacerlo —dijo Damian, sonriendo mientras mordía la galleta.

Dalia sintió una oleada de orgullo. Su hijo había sido su mayor motivación, y cada día lo veía crecer y aprender le daba una razón para seguir luchando. Era su luz en medio de la oscuridad.

—Recuerda, siempre puedes pedir ayuda si la necesitas —le dijo Dalia, tocando su brazo suavemente.

Damian asintió, y Dalia sintió que había un vínculo especial entre ellos, uno que había sido forjado a través de la adversidad. Era un recordatorio constante de que, a pesar de todo, la vida podía ser hermosa.

Mientras regresaba a su trabajo, Dalia se sintió más decidida que nunca a recuperar su vida. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba lista para enfrentarlo. Con su salud en mente y su familia a su lado, estaba preparada para abrazar cada nueva oportunidad que se presentara. La vida era un regalo, y estaba lista para vivirla plenamente.

Esa noche, después de la cena, Damian miró a su madre con ojos brillantes. —¿Mamá, podemos ver ese programa de variedades donde aparece BTS? —preguntó, saltando de emoción.

"SERENDIPITY OF LOST LOVE" || JAY HALSTEADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora