Epílogo

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— Sí, mamá — Freen rodó los ojos, mirando a la chica en el asiento del pasajero. — Nosotras acabamos de salir del aeropuerto. Estaremos allí pronto.

— Ya verás, mamá, te lo dije — Freen se mordió el labio y miró a Becky. La pequeña en el asiento del pasajero sonrió suavemente. — Está bien mamá, tengo que conducir. Nos vemos pronto.

Freen se rió en voz baja una vez que ella colgó, dejando su teléfono en el portavaso y entrelazando su mano libre con la de Becky.

— Te ves nerviosa — Becky inclinó la cabeza ligeramente, dejando que su cabello suelto cayera por encima del hombro. — ¿Estás nerviosa?

Freen se encogió de hombros y volvió su atención de nuevo a la carretera, siguiendo la ruta familiar a su casa de la infancia.

— Un poco, sí. No tengo ninguna razón de estarlo, sin embargo.

— Va a ser divertido, ¿verdad? — Becky acarició con sus dedos la muñeca de Freen distraídamente.

— Por supuesto — Freen sonrió. — Vas a conocer a mi loca familia — Becky se rió y giró la mano de Freen, trazando círculos en su palma.

Semanas habían pasado desde la absolución de Becky.

Las estaciones habían cambiado, dejando una manta ligera de nieve en las calles de Nueva York. En Miami, sin embargo, era prácticamente la temperatura perfecta. Era cómodo fuera no importa lo que llevaran puesto.

Después de ser liberada, Becky estaba obligada a iniciar sesiones de terapia de rutina. Al principio, la chica había dudado. Pero con la ayuda de Freen, y el tiempo, las visitas quincenales comenzaron a mostrar progreso.

Ella nunca estaría devuelta al 100%. Pero cómo su médico le había dicho, siempre había espacio para mejorar.

Una de las principales preocupaciones de Freen había sido la relación entre ella y Becky. Habló con el terapeuta de Becky directamente, disparando preguntas, una tras otra a la mujer de mediana edad.

Ella había estado saliendo con una lista interminable de términos médicos, que básicamente explicó a Freen que sí, Becky era capaz de amar. Y una relación estaba bien, siempre y cuando tomaran las cosas a un ritmo lento, y que Becky fuera muy consciente de a dónde iban las cosas.

Becky era consciente. Definitivamente consciente. Cuando Freen había discutido el futuro con ella, ella se encontró con una Becky muy animada, hablando y hablando sobre cómo iban a nombrar a sus hijos, y de qué color pintarían su casa. (Amarillo, obviamente.)

La idea de pasar el resto de su vida con Becky le causaba mariposas a Freen cada vez que pensaba en ello. Pero ella podía esperar. Cuanta más gente conocía diariamente, más se daba cuenta de lo mucho que necesitaba a Becky.

Y ahora, aquí estaban.

Semanas más tarde, de la mano en el coche de camino a casa de Freen. La madre de Freen había invitado a Freen y a su "misteriosa novia" para pasar la Navidad con ellos.

Así que sí, Freen estaba nerviosa. Extremadamente nerviosa. No tenía idea de cómo sus padres reaccionarían cuando se enteraran de quien en realidad era la misteriosa chica. Porque hasta donde sabían, Freen todavía odiaba Becky con todo su ser.

— Aquí estamos — Freen sonrió nerviosamente. Ella apretó la mano de Becky y apunto con la cabeza hacia la casa en la esquina de la calle. Un grupo de niños pequeños se reunieron en el jardín delantero, pateando una pelota de playa inflable.

— Me gusta — Becky sonrió ampliamente, sentada más derecha para tener una mejor vista de la casa. Freen aparcó el coche y respiró hondo, volviéndose a Becky.

Yellow // FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora