𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗨𝗡𝗢 | 𝗙𝗥𝗔𝗚𝗜𝗟

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La luz de las velas alumbraba la pequeña habitación

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La luz de las velas alumbraba la pequeña habitación. Tener el calor tan cerca te hizo comenzar a sudar y algunas gotas de sudor escurrían por la piel de tu frente. Te limpiaste el sudor con la tela de tus mangas para continuar cosiendo la falda del vestido. Habían algunos bordados que tenían que ser hechos a mano y casi nadie en el departamento quería hacerlo, así que tú te ofreciste para hacer ese trabajo.

Para mala suerte de tus demás compañeras, hubo un apagón en toda la calle y tuvieron que suspender el trabajo hasta nuevo aviso. Evidentemente para ti, eso estaba bien, pues tendrías mucho tiempo para avanzar en los demás vestidos que necesitaban más bordados.

Un golpeteo en la puerta te hizo dar un pequeño brinco y levantaste la mirada del vestido. La señora Okubo estaba asomada por el umbral de la entrada, con esa usual sonrisa dulce que le daba a todos. 

—Ya es tarde — te dijo —. Es hora de que nos vayamos, (Nombre).

Dejaste salir un profundo suspiro antes de mirar el vestido sobre la mesa. Colocaste la aguja con el hilo en el almohadón y volviste a mirar la cara de la señora Okubo.

—Aún no lo he terminado — confesaste.

—Puedes llevártelo a casa — murmuró ella —. No creo que al jefe le moleste. 

Frunciste los labios mientras pensabas en la opción. Soltaste otro suspiro y te levantaste de tu silla de madera vieja. La sonrisa de la señora Okubo se amplió al ver que te convenció. Empezaste a guardar los vestidos sin terminar dentro de tu bolsa, así como los respectivos hilos y agujas. La señora Okubo desapareció por unos segundos para ir por su bolsa en su lugar y tú aprovechaste para soplar las velas. 

Finalmente, comenzaste a caminar hacia la salida de la habitación con mucho cuidado. Tus ojos se estaban acostumbrando a la luz y hubiera sido desastroso si te hubieses tropezado con algún retazo de tela o alguna caja. Por suerte, la señora Okubo se apresuró a acercarse a ti y te agarró de la mano durante todo el trayecto de salida.

—¿Quieres que mi marido te acerque a tu casa, (Nombre)? — preguntó ella. 

—No hace falta — respondiste, cojeando —. De verdad. No quisiera ser una molestia.

❝𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐎𝐍 𝐅𝐈𝐑𝐄❞        𝘁𝗼𝗱𝗼𝗿𝗼𝗸𝗶 𝘀𝗵𝗼𝘁𝗼̄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora