𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗗𝗢𝗦 | 𝗦𝗨𝗣𝗟𝗜𝗖𝗜𝗢

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El único objeto que tenías de tu difunta hermana mayor, Midori era un viejo peluche de oso color rosa claro

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El único objeto que tenías de tu difunta hermana mayor, Midori era un viejo peluche de oso color rosa claro. El relleno se salía por debajo del brazo derecho y ya no tenía un ojo. Sin embargo, aún servía para ser tu incondicional pañuelo de lágrimas.

Presionaste el peluche contra tu pecho, como si trataras de deshacer el dolor entre tus puños y las telas. Soltaste un débil gemido de tristeza antes de que las lágrimas siguieran cayendo desconsoladas por tu rostro. Hundiste la cara entre tus almohadas antes de seguir llorando. Tus manos estaban temblando y estabas sintiendo el infierno dentro del pecho.

Pobrecita. Pobrecita gusanita. Pobrecita niña enamorada, tontamente enamorada. ¿Cómo te atreviste a siquiera imaginar que alguien te amaría así?

Tonta.

¿Y es qué cómo no iba a escoger a Himari? Si ella era bella, inteligente y carismática. Tenía todo lo que volvía loco a un hombre. Y tenía un don. El don de tu familia materna que la hacía invaluable dentro de la élite.

Tu pecho se volvió a hundir ante el recordatorio de que eras inútil y un estorbo para tu familia. Sollozaste, apretaste el peluche contra tu cuerpo una vez más. Deseaste arrancarte el corazón, extinguir todos esos sentimientos que nacieron por y para Tenya. Olvidar que estabas llorando sola en tu habitación, alejada de la presencia de Himari y de tu padre. Las lágrimas calientes siguieron brotando de tus ojos enrojecidos. El pecho te dolía. Era difícil respirar. Estabas segura que morirías ahí, sobre tu cama, completamente llena de pena y de tristeza. Rabia, vergüenza y odio contra ti misma.

Volviste a chillar desconsoladamente. Y después de muchos años sin pensar en aquello, deseaste que tu madre estuviera ahí para consolarte.  Abrazarla, hundir tu rostro en su toque mientras te acariciaba la espalda con amor.

El cansancio hizo efecto sobre tu cuerpo. De los goteros de tus ojos, dejaron de salir lágrimas y tus párpados se sintieron pesados. Finalmente, en medio de la tristeza, te quedaste profundamente dormida. El mundo de los sueños tampoco te trató con gentileza, pues te retrató tu cruel realidad. Parecía ser una pesadilla, aunque estuviera lejos de ser así: tu castigo divino había sido presenciar en primera fila cómo Tenya y Himari se casaban, tenían hijos y se profesaba su profundo amor por el otro. Todo eso sin dejar de querer a ninguno de los dos.

❝𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐎𝐍 𝐅𝐈𝐑𝐄❞        𝘁𝗼𝗱𝗼𝗿𝗼𝗸𝗶 𝘀𝗵𝗼𝘁𝗼̄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora