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Recorrí los pasillos casi vacíos del instituto recibiendo algunas miradas molestas de los profesores que aún no ingresaban a sus clases. Me había quedado dormida y la bondad de mi queridísima familia había llegado hasta el punto de dejarme descansar unas horas más de las necesarias; cuando desperté la casa estaba vacía, apenas y me dio tiempo de asearme y llegar mínimamente presentable al primer día de clases.

Me detuve de golpe apoyándome en el marco de la puerta mientras jadeaba por el esfuerzo, concentré mi atención en la profesora pidiéndole permiso para ingresar en el aula; cuando me lo concedió y entré me fijé momentáneamente en la chica frente al salón, que hasta ahora había ignorado su presencia, resultándome vagamente conocida, un poco parecida a la que acompañaba al niño que me dio la flor en el parque. Negué apartando esa idea de mi cabeza caminando hacia mi lugar al final de la clase donde para mi desgracia también se encontraba Amber.

Durante los recreos la mayoría de mis compañeros se acercaban a la nueva para "conocerla", contándole estúpidas anécdotas y chistes sin sentido con la obvia intención de coquetearle. Y ella como si no se diera cuenta de la situación, riendo escandalosamente para todo el que pudiera escuchar, siendo irritántemente adorable y hablándole a todos con una amabilidad asquerosamente dulce. Tanto ruido me tenía ansiosa, demasiado molesta para mi salud mental y la salud física del resto, la pelinegra lograba alterar todos mis sentidos aún sin estar cerca, y sin embargo no podía voltearle el rostro cuando su mirada brillante y curiosa me encontraba a cada rato entre clases.

–Bienvenida al salón-mazcullé con la mandíbula apretada sin saber por que carajos me había acercado a ellos, tal vez si lograba saciar su curiosidad y la mía, la tensión que sentía se disiparía. Los estudiantes a su alrededor realizaron una mueca de desagrado mirándome, seguramente por haber interrumpido sus intentos fallidos de enamoramiento; los observé de reojo amenazándolos silenciosamente antes de regresar mi atención a Manoban–espero que te sientas bien recibida-estas últimas palabras la hicieron salir de su estupor mostrando una de esas tontas sonrisas, la verdad es que no es nada del otro mundo, sí es bonita mas no como para volverse loca como los demás.

–Muchas gracias señorita, te disculpo por la intromisión de la mañana-fruncí el entrecejo ante su contestación ¿quién carajos se creía? «Yo no te pedí perdón, de hecho no tengo motivos para hacerlo» le regresé molesta–Podrías ser un poquito menos grosera ¿acaso tus padres no se esmeraron en tu educación?-su paciencia también agotó cometiendo el error más grande de su vida, cuando mencionó a mis padres vi rojo y no pude contener la rabia que se estuvo acumulando desde la mañana.

–No tengo-pronuncié lento logrando contener mis emociones al final «Lo siento, no lo sabía» intentó arreglar lo que hizo pero sus disculpas me parecieron tan falsas como ella–por eso debes conocer a las personas primero, antes de decir tantas idioteces-finalicé con la sonrisa más fría de mi repertorio antes de dejarla de pie en medio del pasillo, ahora sola ya que sus "amigos" se fueron al no tener su atención.

En las siguientes clases no dejaba de mirarme y al pasar un rato de conseguir calmarme empecé a sentir una leve punzada de culpa por haberla tratado así, sin embargo ella no tenía que haber tocado el tema de mis progenitores o la familia porque nunca sabes que hay detrás de la vida de una persona.

–¡Qué desvergonzada es esa chica, mira que mantenerte la vista luego de comportarte de esa forma contigo!-el chillido de Amber me alejó de los ojos miel de la pelinegra provocando que exhalara ¿es qué no sabe cuando callarse?–¡Ni siquiera entiendo por qué te acercaste a saludarla si es una don nadie, recién llegada y para nada bonita!-exploté incluso sin alcanzar a procesarlo.

–¡Amber, cállate de una buena vez!-espeté irritada masajeándome la cien, un dolor espantoso se extendía desde mi frente hasta la nuca y sus gritos no me estaban ayudando–Vuelves a pronunciar una palabra y no respondo de mis acciones, cada día me tienes más harta y te soporto menos.

Después de ese intercambio finalizó el horario escolar y caminé a casa cumpliendo mi estricta rutina de todos los días, tratando de ignorar a mis familiares el mayor tiempo posible y haciéndome de oídos sordos a los comentarios de mi prima sobre mi gusto por las chicas. Las actividades transcurrieron con una normalidad extenuante, aunque para mi tranquilidad terminé llegando más temprano al bar que de costumbre.

–¿Cerveza y servicio especial?-inquirió la bartender e hice una mueca recostando la mitad de mi cuerpo sobre la barra.

–Solo la cerveza-modifiqué su oferta inicial, hoy no estoy para excesos «¿A qué se debe el cambio de mi clienta favorita?» volvió a cuestionar abriendo la nevera y sacando un par de bebidas–Problemas en la escuela-simplifiqué sin querer entrar en detalles o conocer realmente los detalles, tengo la cabeza demasiado atolondrada como para pensar.

–Recién empiezas hoy y tú no tienes de esos, pero si no me quieres contar lo respeto-se encogió de hombros abriendo la botella para mí antes de entregármela–aunque me siento rechazada-reí por lo bajo negando, Joy podría tener a quien quisiera con solo chasquear un dedo, desde que comenzó esta aventura me estoy preguntando qué hace conmigo. En la madrugada con su ayuda logré llegar a casa antes de que todos despertaran, pasé un poco la borrachera y dormí un par de horas antes de levantarme, alistarme y caminar a la escuela como ayer.

–Quiero disculparme por las tonterías que dije ayer, no tenía ningún derecho a tratarte de esa forma considerando que no te conozco y lo único que hiciste fue ser amable y darme la bienvenida-Manoban me abordó nada más cruzar la puerta de entrada de la escuela–y para eso te traje unos pastelitos de hojaldre relleno de mango que hice-extendió un taper mediano en mi dirección con esa sonrisa que parecía nunca abandonar su rostro ¿se puede ser tan feliz sin que sea producto de un desorden mental? Alterné la vista entre la comida, que desprende un olor delicioso, y ella; quise rechazar tanto sus disculpas como su regalo porque yo no acepto cosas de desconocidos y a estas horas de la mañana menos, sin embargo lo único que logró salir de mis labios, en contra de mi voluntad, fue un escueto gracias.

El frío quema (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora