Capítulo 2: Haz el hipogrifo

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Holly era una bruja, una auténtica bruja mágica que hacía hervir el caldero, poseía lechuzas, blandía varitas y volaba en escobas. Había vivido once años y Holly siempre había pensado que no había sido más que un bicho raro, que todas las cosas raras que le ocurrían a Holly se debían en realidad a que era anormal y estaba equivocada. Toda su vida Holly había creído todas las mentiras que le había contado su tía, que todo lo que tenía se lo merecía, que sus padres habían muerto por su culpa, que su alma gemela tampoco la aceptaría porque era un bicho raro y los bichos raros no merecían almas gemelas. Ahora sabía la verdad. No era anormal, no era un monstruo y sus padres no eran borrachos; habían sido héroes y le habían salvado la vida de un señor oscuro demente.

Ahora la vida de Holly había cambiado por completo. Tenía dinero para una, suficiente para pagar sus estudios y mucho más. Ahora iba a una escuela de magia. Ahora tenía amigos en Ron y Hermione, aunque lo primero que hizo Ron fue preguntarle por su cicatriz. No fue un gran problema, ya que lo primero que hizo Hermione fue insultar a Ron y a Holly. Pero Holly seguía estando feliz de tenerlos, sus primeros amigos, sus primeros amigos de verdad.

Una de las primeras cosas que Ron le había contado cuando se conocieron fue sobre la voz de las chicas en su cabeza, cómo cantaba tan bajito que a veces él nunca estaba seguro de que estuviera cantando, pero que aún así la adoraba. Mientras que Hermione había hablado con gran detalle sobre el acento que tenía su alma gemela y cómo sabía que tenía que vivir en algún lugar de Bulgaria, también afirmó que había aprendido a hablar búlgaro debido a las canciones que cantaba. Holly, a cambio, había evadido sus respuestas hablando de lo que sí sabía, que era casi nada considerando que el idioma en el que hablaba su alma gemela no existía.

Al final, Hogwarts no era muy diferente del resto del mundo en lo que se refiere a almas gemelas; en concreto, el canto y las canciones eran tan importantes como siempre. Allá donde iba Holly, escuchaba las conversaciones, con un contexto ligeramente diferente.

"Doble doble trabajo y problemas~."

"¿Has oído esa nueva canción de las hermanas raras?"

"Su voz es como una sirena..."

En Hogwarts todos los miércoles se daban clases de canto, el tono y cómo encontrar a tu alma gemela a partir de canciones eran lecciones clave, pero la mayoría de las veces solo cantaban. Holly se quedó congelada de terror cuando el profesor le preguntó qué le gustaría hacer, le aterrorizó que le pidiera que cantara. Se las arregló para tartamudear que podía tocar un instrumento, lo que provocó que todos la miraran mientras aceptaba un violín en lugar de cantar. Lo que, por desgracia para ella, provocó que se extendieran bastantes rumores sobre cómo Holly Potter no quería que nadie supiera cómo era su voz para cantar. Todos lo asumieron para asegurarse de que nadie la engañara porque era una celebridad, nadie sospechaba que Holly nunca había cantado antes, lo cual era inaudito.

A pesar de saber que no era un bicho raro, a pesar de saber que su tía no tendría ni idea si cantaba en Hogwarts, Holly seguía sin poder usar su voz. Holly permitía que su alma gemela siguiera cantando, cantando todos los días y todas las noches todo tipo de música como si le rogara que se uniera a ella. Él nunca se rindió, once años, y no estaba dispuesto. Cantaba melodías alegres durante sus lecciones, enfureciendo a Snape en más de una ocasión cuando la sorprendió balanceándose al ritmo de la canción. Siguió insistiendo hasta el punto de que ella había memorizado hace mucho tiempo todas las canciones que cantaba, supiera o no el significado de las palabras. Sin embargo, meses después de su primer año en Hogwarts, Holly no había cantado ni una sola vez. Ni en sus lecciones, ni en el pasillo, ni en la ducha, ni siquiera durante sus sesiones de unión del equipo de quidditch. Ni una sola nota había pasado por sus labios, y sin duda ninguna lo haría.

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