Dieciocho

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No sé trataba de la ilusión jugando en contra de su caprichoso corazón, y no eran ideas maniacas de su cerebro traicionero que anhelaba lo imposible. Nada de eso, Ailinne estaba por conocer la necedad del destino que haría realidad aquello que trato de silenciar vanamente y con un esfuerzo anti natural.

Si bien, su llegada tardía al evento hizo creer a la chica que la noche no le tenía preparado nada bueno, se descubrió equivocada tan rápido como los asistentes comenzaron a aparecer, mientras se dedicaban a elogiar la exposición de Eva. Todos parecían intrigados por la creatividad que la adolescente había dejado ver con las formas reflejándose en las paredes impecables, presumiendo una especie de festival colorido. A lo que tuvo que asistir a la Pelinegra para explicar a más de una persona el concepto de su idea, pues debido al flujo de personas no alcanzaban a darse abasto las primeras horas.

No fue hasta que la noche alcanzo su punto más alto, cuando los interesados en las exposiciones reservaron el tiempo restante para cerrar los tratos con las autoridades responsables, dejando que Ailinne terminara por aburrirse sin remedio. Dejando como su mejor consuelo el poder hablar con Eva, por lo menos hasta que esta recibió un texto a unos minutos de concluir con el evento.

—Estarás sola unos minutos, Munchkin. Necesito salir.

—¿Alguna noticia de los compradores?

—Nada de eso. —Escribiendo enérgicamente en la pantalla de su teléfono, como si estuviera lidiando con problemas matemáticos imposibles de resolver, Eva ofreció una respuesta distraída —Debo atender un asunto antes de que se complique más.

—Yo podría ayud...

—No hay manera, tengo que ir personalmente —Eva no la miró, sino que empezó a alejarse —Hablaré con Sabine para enviar a alguien, solo por si acaso.

—No será necesario, sinceramente dudo que... —Dejando el resto de la oración al aire Ailinne vio a Eva desaparecer, sin molestarse en decir adiós o como mínimo seguir escuchando lo que tenía para decirle.

Sin alargar demasiado la charla, la Pelinegra se direcciono a la planta baja. Tal vez la aparición tan abrupta de Danielle podía significar algo positivo para la relación de Ailinne y Caleb, siempre y cuando su novia no supiera que este último se encontraba haciendo voluntariado con ellas. De lo contrario se podrían preparar para ver el mundo arder, pues no por nada Danielle había hecho todo lo que estaba en sus manos para evitar el reencuentro del par.

En fin. Quince minutos habían pasado desde que Eva se había marchado sin hacer clara la razón de su partida, sabiendo que la velada estaba viendo su final, la Castaña merodeo por la exhibición una última vez. Era poco probable que alguna persona buscará hacerse dentro del recinto, pues el tiempo limitado les impedía volver a visitar el último piso. Por ello los visitantes se estaban dedicando a pasearse por el jardín de colores vibrantes que les ofrecía una experiencia onírica, sacando el mejor provecho para hacerse de fotos que conmemoraran su experiencia.

Aunque aburrida, Ailinne no tenía inconvenientes con estar completamente a solas; no cuando existía una posibilidad de que Eva estuviera negociando algún patrocinio para su carrera, dejando atrás cualquier creencia que la hiciera dudar de sus capacidades. Es así como se limitó a leer por cuarta vez el programa del evento (el cual se llevaría a casa como un recuerdo), para después sacar su celular con la intención de imitar a las personas que estaban en la planta baja, y tomar varias fotografías de la obra que había construido su cuñada con un poco de su ayuda, segura de que le gustaría guardar las memorias que tendría presente incluso en los años próximos.

Y vaya que lo haría...

Con los asistentes descendiendo el edificio para llegar a la salida, la chica había perdido la noción del tiempo que llevaba sin compañía dentro del pequeño salón, demasiado concentrada en buscar el ángulo correcto de su próximo retrato como para notar la presencia del chico que acababa de entrar. Este vestía una camisa clara, junto con un pantalón formal de tonalidad negra que combinaba con unos zapatos del mismo color; su cabellera caía un tanto arreglada sin caer en lo extravagante, dejando que uno cuantos mechones se acomodarán con libertad.

INEVITABLE ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora