Seis

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A diferencia de quienes atravesaban su ingreso a preparatoria por primera vez, Caleb no se dejó intimidar ante la idea del regreso a clases.

Tratándose de su tercer semestre, el chico tuvo presente que debía despertar más temprano de lo que había estado haciendo, ya que las semanas de vacaciones habían pasado. Lo que también significaba que el chico debía regresar a la monotonía de una rutina establecida, y pese a que en el pasado tuvo problemas por el mismo tema, en la actualidad supo comprender que había un equilibrio entre el tiempo que le quedaba libre y sus responsabilidades. Al fin y al cabo, ningún exceso resultaba bueno. Con eso en mente, Caleb había estado asistiendo a la preparatoria para mantener unas calificaciones que ya no demandaban la misma excelencia, pero que cumplían las expectativas de sus padres que habían abandonado las exigencias, dejando el resto de sus actividades como simples pasatiempos.

Gracias a que Anne y Jerome habían dejado de presionarlo con los idiomas y cursos, el adolescente tenía tiempo suficiente para sus disciplinas favoritas, voluntariados ocasionales, o salidas repentinas con sus amigos. Dejando la escuela como su única prioridad, por lo que el chico ya no sentía la misma presión. Ciertamente, resultaba irónico que justo cuando Anne y Jerome se mostraban más accesibles para dejarlo salir, sus deseos por asistir a fiestas habían quedado en el pasado.

Como sea. Caleb despertó de una larga noche de sueños que en ningún momento perturbaron la tranquilidad, dejada tras un largo día de compras con sus padres y su mejor amiga. Tan pronto su cama fue dejada atrás, caminó hacia ambas ventanas con la intención de correr las cortinas y permitir que los rayos de sol iluminaran la habitación. Del otro lado de los cristales, el clima no revelaba nada extraordinario, dejando ver que el día no sería diferente a cualquier otro.

Las calles se llenaban de personas que se precipitaban a las obligaciones diarias, y teniendo en cuenta que él no sería el único estudiante en regresar a las aulas, los conductores desesperados hacían sonar el claxon en un vano intento por meter presión a los carros que tenían delante. Varios niños tomaban a sus padres de las manos, listos para subir al autobús que los acercaría a la primaria. Si bien, la ciudad no se detenía ni un segundo, la calma traída por las vacaciones había llegado a su final.

Restregando toda prueba de sueño que se delatara en su rostro, el chico se hizo hasta el baño con la intención de darse un baño, solo para que minutos después buscara dentro de su armario la ropa que usaría para su primer día de clases. Sin tiempo que perder, cubrió su torso con una playera de manga larga color índigo, junto con un pantalón oscuro y tenis del mismo color; resignándose a que su cabellera casi nunca se lograba acomodar, este terminó por colocarse en el dedo medio un anillo negro que había robado de June.

Salió de su habitación por última vez para reunirse con sus padres en la planta baja, los cuales comenzaban a llamarlo con la intención de que no se retrasara. De igual modo, Caleb comprobó su horario de clases en el celular, mientras que bajaba las escaleras.

En la isla de la cocina Anne se encontraba dando los últimos toques a las tostadas de huevo, mientras que Jerome se ponía al día con las apelaciones enviadas durante la noche. Intercambiando un saludo con ambos adultos, el chico guardo el dispositivo dentro de la mochila que descansaba en el asiento sobrante, y recibió un plato que contenía su desayuno. La media hora que siguió avanzo sin demoras, dejando que las conversaciones aleatorias que se iban formando no se concretaran debido a las interrupciones de los respectivos trabajos de los adultos, limitando al chico a dar mordiscos a su comida desinteresadamente.

—Pasare la noche en la oficina —Jerome aparto su vista del celular para informar a su familia —Regresare mañana por la tarde.

—¿No piensas descansar en dieciocho horas?

INEVITABLE ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora