Once

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Al levantarse de su cama, Ailinne esperaba pasar el sábado muy similar a los anteriores. Ahora que su vida estaba retomando una rutina completamente normal, la chica tenía planeado dedicar parte de su día a ayudar a su madre con la jardinería, viéndose contradicha apenas regreso de correr. En cuanto entro a su habitación comprobó los mensajes que acababan de llegarle, notando que provenían del número usual de Lucas.

Entonces su padre ya le devolvió el celular. Con ese pensamiento en mente, Ailinne devolvió la respuesta al texto antes de encaminarse al baño para ducharse. No obstante, mientras sentía el agua correr por su cuerpo, esta no pudo evitar que su mente diera vueltas al embrollo de la flor, las llamadas de su exnovio desde otros números, sin olvidar que las sospechas acerca de quien había mandado el detalle comenzaban a inclinarse hacia cierto chico. ¿O eran sus propios caprichos haciéndole creer que una nueva oportunidad estaba por abrirse paso, acaso estaba dispuesta a correr ese riesgo?

De ser así, sabía que nuevamente estaría en guerra con sus padres, si es que alguna vez esta había terminado. Claro que, poco importaba el debate furioso que habitaba en su interior, la chica se estaba adelantando antes de siquiera encontrarse cara a cara con él.

Siendo sincera detestaba que la cuestión estuviera tomando más relevancia de la que debería, pero detestaba más descubrirse pensando en Caleb cada vez más. Sin nada que poder hacer, se enredó en una bata de baño y regreso a su habitación, para después vestirse con una de las prendas que le habían obsequiado. Estando dentro de la solitaria cocina, calentó la comida que Priscila le había apartado. Apenas termino con su desayuno, regreso a su habitación con la única intención de adelantar los deberes que le habían dejado desde el viernes, segura de que después de encontrarse con Lucas no le quedaría mucho tiempo disponible.

Tras unas horas, la chica se hizo con lo necesario para abandonar su casa con el permiso de ambos padres, los cuales habían accedido a dejarla salir a cambio de escuchar el discurso tan molesto que conocía al derecho y al revés. Tal vez era demasiado ingenua al creer que los adultos se terminarían cansando de repetir los mismos sermones, o quizá sería lo suficientemente afortunada para probar a estos que no tendrían de que preocuparse. ¿Demasiado fantasioso? Seguro que sí.

Como sea. El camino al metro de la ciudad no fue difícil en lo absoluto, por lo que no se demoró en hacerle saber a su exnovio que había llegado al punto de encuentro indicado en el mensaje. Ailinne se sentía intrigada por saber lo que Lucas se tenía entre manos, pues anteriormente el chico había mencionado lo mucho que disfrutaba vagar por la capital sin rumbo fijo. Es así como este terminaba descubriendo los lugares más excéntricos o divertidos para pasar el día, y todo parecía indicar que esta vez llevaría a la Castaña a una de sus aventuras.

—Ahí estas —Lucas la saludo en medio de una sonrisa sincera, dejando que sus ojos azules brillaran con júbilo.

El chico lucía igual a cualquier otro día. Vistiendo una camisa blanca holgada, junto con unos pantalones claros de mezclilla, y debajo de su brazo se asomaba una patineta que solo usaba en sus ratos libres, sobre todo los fines de semana.

—Aquí estoy —Devolviendo la sonrisa, Ailinne le dio un beso en la mejilla a modo de saludo —Así que, ¿Me dirás lo que hacemos en el subterráneo?

—No tengo idea, pero será divertido.

Con una risa genuina Ailinne le hizo saber que estaba de acuerdo, para después precipitarse al interior del convoy. Ninguno de los dos tenía la certeza de a donde se dirigían o en que estación debían bajar, no obstante, el buen humor que los envolvía no decayó en ningún momento. Ayudando a que la chica comprendiera lo fácil que era estar con él, esta escuchó como el rubio se había perdido terriblemente las primeras veces que había viajado así.

INEVITABLE ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora