La mejor parte de su trabajo como policía era checar salida.
No lo malentiendas, al oficial Aomine Daiki le encantaba desempeñar su rol como la ley de Tokio. Atrapar criminales, las horas extras en forma de patrullaje nocturno y lo bien que le quedaba el uniforme azul.
Pero cuando caía la noche y era turno de hacer el papeleo del día contaba los minutos para ir al checador y marcar salida con su dedo índice, despedirse de sus compañeros y después de tomar sus cosas empezar su camino a casa.
Porque la mejor parte del trabajo era ser recibido por su adorable esposo, quien aun con aquel delantal que le regaló siendo novios terminaba de acomodar la deliciosa cena del día.
Emocionado por la escena, estacionó su auto frente a casa y se apresuró a la puerta. Sin siquiera entrar, los maravillosos olores de la cena llegaban a su nariz, mezclados con un deje achocolatado que delataban el postre sorpresa que preparó el castaño.
Ese que solo preparaba en ocasiones especiales.
Haciendo caso omiso y siendo apurado por su hambriento estómago, abrió la puerta de su hogar y se adentró a él, respirando el dulce aroma del chocolate mezclado con el ambientador de canela que su marido usaba al limpiar.
—Estoy en casa.
La gorra azul, su chaqueta con su placa y el pequeño maletín que usaba para transportar sus pertenencias del diario se quedaron en la recepción, al igual que sus bien lustrados zapatos negros.
Aomine Ryō llegó en segundos. Aquel delantal rosado le sacó una sonrisa al moreno, quien dejó una cantidad incontable de besos por todo el blanco rostro. Abrazarlo tras un largo día de trabajo le hacía recargar energías.
—Bienvenido a casa, Daiki.
Los brazos de Ryō le envolvían con fuerza, con un amor y agradecimiento por tenerlo un día más en casa, vivo.
Daiki siempre se dejaba hacer. Su trabajo no solo le llenaba de orgullo y estatus en la sociedad, sino que lo ponía en peligro muchas veces y su marido ya le había dejado en claro su preocupación. Dejarse envolver por los delicados brazos e ignorar el pequeño suspiro de Ryō golpear su pecho era lo mínimo que podía hacer.
El recibimiento terminó con un beso en los labios. El más tranquilo que podía dar Daiki y aun así una mordida estaba incluida. Oyendo la risa traviesa y disfrutando el sonrojo apenado de Ryō, fue guiado hacia la cocina donde la cena ya estaba emplatada.
Daiki y él comieron como de costumbre, intercambiando información sobre lo que sucedió en su día mientras la comida se terminaba rápidamente.
Daiki fue llamado para controlar una situación en un banco, donde un señor de la tercera edad culpaba a uno de los trabajadores de robarle su dinero. Cuando las cosas se calmaron y el empleado pudo explicarle que el número de cuenta no coincidía con su nombre, el señor se disculpó sinceramente asegurando que fue un error suyo, confundiendo uno de los dígitos por otro.
Ryō, por su parte, expresó que las cosas en su cafetería iban de maravilla. Por la tarde recibieron a los proveedores nuevos, mostró su emoción al ver los insumos y todas las posibilidades de postres para implementar en el menú usándolos. Daiki le miraba con tanto amor mientras Ryō contaba que, entre ellos, un nuevo tipo de cacao estaría siendo usado en una tartaleta en la que ya estaba trabajando.
—Eso explica por que la casa huele a chocolate.
Daiki no era el más fan de las cosas dulces, aunque tampoco le agradaba lo amargo. Él preferiría todo aquello que estuviera en perfecto balance. Jamás ha podido preparar un café en la estación igual de perfecto que el que le hacía Ryō por las mañanas, uno ni tan dulce ni tan amargo.
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Agosto de MPREG [AoSaku]
Romance31 días para contar la historia de Aomine Daiki y Sakurai Ryo volviéndose padres. Reto de Ilitia Forever en Facebook.