Día 30: Primeros pasos

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—Ah, Yoshiki, cuidado —la suave voz de mamá le detiene de gatear, peligrosamente, fuera de una sábana —. El cemento es duro, te puedes lastimar.

Yoshiki mira a su mamá. ¿De qué se preocupaba? Solo quería salir de la comodidad de esa tela y alcanzar a su papá. Mamá se preocupaba mucho.

Mamá lo alcanza y lo coloca entre sus piernas. No quería estar ahí, movía sus bracitos y piernitas para escaparse y volver al ruedo. Su papá estaba ocupado lanzando una pelota hacia un objeto raro y luego miraba a mamá, sonriendo y volviendo a ponerle toda su atención a esa pelota.

Yoshiki quería ir con papá.

Mamá deja de ver a papá y le pone en frente una pelota similar a la del moreno, solo que más chiquita. Yoshiki, no comprendiendo muy bien porque papá le ponía más atención a ese objeto, agarra la versión miniatura y la inspecciona.

Redonda, naranja, suave. Nada interesante. Tampoco sabía a nada.

—¿Tanto te gusta el baloncesto? —su mamá rio, le gustaba cuando mamá reía porque se veía hermoso, resplandecía, pero no dejaba de sentirse molesto. Era lo contrario, ¿no lo veía? —A papá también le gusta mucho. Papá solía jugar con todos tus tíos en secundaria. Luego, en preparatoria, se enfrentaron entre ellos y fue muy emocionante.

También le gustaba cuando su mamá le contaba cosas, pues aunque no comprendiera mucho lo que decía, su suave voz lo calmaba y le hacía sentir seguro. Sus manitas giran la pelotita, mirándola con curiosidad.

Mamá lo abrazaba, le acariciaba y besaba la cabeza mientras él seguía intentando averiguar porque esa pelota naranja era tan importante para papá. Y porque le llamaba tanto la atención.

Pronto, papá deja de jugar con la pelota grande y va con ellos. Papá era grande, solía atemorizarle a veces, pero siempre quería estar con él. No era la dulzura de mamá, pero se sentía igual de protegido en sus brazos como en los del castaño.

Papá era asombro, lo ama mucho.

Se sienta con ellos, al borde de la sábana de la que intentó huir hace unos segundos. En cuanto lo siente, mamá deja de abrazarlo y le pasa un objeto cuadrado a papá. ¿Qué contendrían esas cosas que papá siempre sonreía al recibirlos?

Le daba curiosidad saberlo. En casa, cuando mamá le va a dar de comer su papilla de zanahorias, le entrega a papá un objeto igual de cuadrado solo que plano y con protuberancias que sueltan humo. Papá las ve con un brillo en los ojos y besa a mamá con tanto amor que en ocasiones se pone celoso y llora.

Porque, aunque papá le de miedo, quiere que lo vea a él también.

Aprovecha la oportunidad y se escurre se brazos de su madre, bajándose de su caliente regazo empieza a gatear hacia papá. Mamá intenta atraparlo, pero esta vez va más rápido.

Cuando llega a las piernas de su padre da un manotazo en ellas, llamando su atención. Sus ojos se humedecen, pues la mirada azulada de su papá se ve, desde abajo, sombría. Siente ganas de llorar, pero cuando papá deja el objeto cuadrado en la manta roja y sus manos se esconden por debajo de sus brazos para alzarlo se puso feliz.

Papá lo eleva tan alto y, por un segundo, puede ver con lo que estaba jugando anteriormente. Una especie de palo con un cuadrado en la parte de arriba que tiene una canastita colgando. ¿Por ahí entraría la pelota naranja grande que se meneó del otro lado de papá?

—Cada vez estas más grande, panterita —el aliento de papá le hace cosquillas en la cara. Siempre le habla golpeado, con un tono aburrido, pero Yoshiki sabe que lo hace con tanto amor que simplemente sonríe para él —, pero no te daré de mi comida hasta que mamá diga lo contrario.

Agosto de MPREG [AoSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora