Día 4: Ultrasonido/Eco

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Nervioso era poco.

Su pierna se movía de arriba abajo tan rápido que los pacientes a su alrededor empezaban a impacientarse también. Claro, el único que no había notado sus expresiones de molestia era él, y de haberlo hecho las ignoraría sin importarle qué.

Era el primer ultrasonido que se haría su esposo.

Esos dos meses habían sido complicados para Ryō, quien tuvo que soportar todos los síntomas del embarazo él solo. Si pudieran elegir quien los sufría no le hubiera dado oportunidad al castaño y se volvería voluntario al instante.

Entre nauseas, mareos, pies hinchados y dolores de cabeza; Daiki tuvo que aprender a tratar cada uno de los síntomas con tal de que su pequeño honguito estuviera tranquilo.

Pero nomás tomaron asiento en las frías bancas de la clínica se le olvidó el más importante.

—Daiki, ya detente.

La mano de Ryō apretó su rodilla, indicándolo que su movimiento de pierna era el causante el tono tal malhumorado de su pareja.

—No puedo evitarlo, Ryō. Jamás he estado tan nervioso en la vida, ni siquiera cuando te propuse matrimonio.

Entrelazó sus manos, dejando un beso en el blanco dorso. Sintió la morena mano temblar, reafirmando sus nervios. Suspiró, parecía él quien tenía un bebé creciendo en su vientre.

Dudo si mencionarle que el parto sería peor, pero prefirió dejarlo como castigo por la cantidad de miradas molestas sobre ellos. Susurró un débil "Lo siento" y, con un Daiki más tranquilo por la conexión de sus manos, se recargó en su hombro y masajeó su mano.

En un acto últimamente frecuente, que demostraba apoyo y amor.

—¿Señores Aomine?

—¡Aquí estamos!

Daiki y Ryō se levantaron de inmediato, siguiendo a la joven asistente hasta el consultorio del su médico de cabecera.

Dentro, unos ojos familiares les dieron la bienvenida.

—Daiki, Ryō, bienvenidos —el adulto de lentes les extendió la mano, que Daiki correspondió con su típica expresión aburrida —. Tomen asiento.

—¡La paciente anterior nos contó de una pareja inusual que hizo molestar a toda la sala de espera! —rio el enfermero —Quien diría que eran ustedes, tórtolos.

—Fue Daiki, Kazunari-san, no dejaba de mover la pierna y bufar cada dos segundos.

Ambos rieron, haciendo que el bochorno de Daiki fuera más grande. Buscó los ojos de su amigo, pero el también lucía igual de divertido bajo esa mascara de seriedad.

—Espero que Shin-chan no esté así cuando nazca nuestro bebé.

Ahora era el turno de Daiki de burlarse. Shintarō, sonrojándose, fingió leer el expediente del castaño ignorando al azabache que se palmeaba su abultado vientre de 4 meses. Barriga que no se notaba debajo de ese quirúrgico naranja.

—¿Cómo has seguido con los malestares, Ryō? —preguntó Shintarō, haciendo a un lado el expediente.

—Sigo igual, Midorima-san —Kazunari volvió a reír al escuchar el gruñido de su esposo. Ryō jamás dejó de llamar a la generación de los milagros por sus apellidos, no importaba todas las veces que ellos le pidieron ser llamados por sus nombres. La única excepción era Tetsuya, quien no podía ser llamado Kuroko por haber tomado el apellido Kagami —Nauseas y dolor de cabeza. Los mareos y los pies hinchados han disminuido un poco, pero creo que es por los medicamentos y masajes.

Agosto de MPREG [AoSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora