—¡Aquí vienen sus bebidas especiales!
Exclamó un rubio, pasando con cuidado por el umbral a la sala de estar de la casa Aomine. Sus manos, manchas con pintura blanca y tonos pasteles, sostenían una bandeja plateada con tres bebidas encima.
—Una deliciosa malteada de vainilla para Tetsuyacchi —este no esperó y acunó la copa de cristal en sus manos y sorbió de inmediato —, una de chocolate para Ryōcchi —él, en cambio, asintió viendo esa malteada ser colocada en la mesa cafetera — ¡y una de fresa para el amor de mi vida!
—Ryōta, molestas al niño —dijo Yukio, con la ceja temblándole. Kōta se había removido inquieto ante los gritos de su padre. Kise dejó la malteada en la mesa y se arrodilló frente a ambos, acariciando los pocos cabellos del bebé.
—Mo, Kōtacchi jamás se molestaría con mi presencia, ¿verdad, amor?
El bebé de cabellos negros respondió con un lloriqueó que Yukio logró calmar rápidamente, ya acostumbrado a ese tipo de escena. Kise, como un perrito, se encogió de hombros y lloriqueó en silencio el rechazo de su propio hijo.
Ryō podía ver las orejas apachurradas y la colita meterse entre las piernas del modelo.
—Qué feo que ni tu propio hijo de quiera.
—¡Tetsuyacchi!
—¡Qué te calles, maldita sea!
—¡Mo! ~
Juró ver al rubio correr en cámara lenta de vuelta a la habitación, con sus lágrimas imitando brillos y un fondo dramático en vez de su casa.
Yukio murmuraba lo dramático que era su esposo mientras meneaba al pequeño Kōta de dos meses, quien volvía a llorar inquieto.
—Desde que tuvimos a Kōta se ha vuelto más empalagoso que de costumbre, no me sorprendería su si hijo empezara a odiarlo a temprana edad.
—Ryōta-kun siempre ha sido así —respondió Tetsuya, bebiendo el líquido avainillado —, es su forma de demostrar amor, aunque a veces abruma.
—Yukio-san —el mencionado le miró, aprovechando que el bebé se había tranquilizado para beber un poco de su propia malteada —, gracias por tomarse el tiempo de venir. Aunque sea Ryōta-san el que esté trabajando duro, aprecio que se haga un espacio para venir a vernos.
Si le permitieran ser egoísta, él hubiera preferido tenerlos a todos en su hogar, como en la revelación de sexo. Para él, la compañía de sus amistades le daba mucha fortaleza, y con sus nueve meses recién cumplidos necesitaba de ellos más que nada.
Estaba a semanas de tener al niño, y no podía sentirse más nervioso.
Yukio le encontró apretando sus labios y sonrió, en un gesto tan maternal que nadie dudaría que había tomado ese rol desde que los conoció en preparatoria. Compartió una mirada con Tetsuya, que parecía tener el mismo sentimiento que él.
Ryō estaba nervioso por su próximo parto.
Inconscientemente, apretó a Kōta a su pecho.
—No digas tonterías, Ryō, siempre tendré tiempo para ustedes, por algo soy su superior.
Esos ojos chocolate le vieron con ilusión, con ternura y emoción. Esos niños jamás dejarían de sorprenderle con sus reacciones.
—Un poco más y sonaba como Shintarō-kun —Tetsuya sorbió su malteada, desviando la mirada.
—Oe.
—¡Qué no, Kise, entiende! ¡Ahí estará la cuna!
—¡Pero Aominecchi! —gritó Kise, señalando la zona con una brocha llena de pintura beige —¡Te digo que es mejor ponerla cerca de la ventana, para que le llegue luz a tu Frijolicchi!
—¿Y darle oportunidad a un desquiciado de tomar al precioso bebé de Ryō? —preguntó irónico, Kise solo asintió dubitativo —¡Estás loco!
—¡Nadie va a entrar a la casa de un ogro como tú! Espantas a los ladrones con tu cara, ¡aun no entiendo porque Ryōcchi se casó contigo! —Kise le dio la espalda y se cruzó de brazos, indignado.
—Y yo no entiendo porque el cejón de tu marido no te ha dejado, eres insoportable.
—¿Podemos avanzarle a esto? —interrumpió Kagami, señalando la pared más amplia que estaba pintando —Tengo que dejar a Tetsu en casa antes de ir a mi turno nocturno y ustedes, par de idiotas, no han hecho más que pintan la base de la pared.
Ambos miraron la dichosa pared. Era un lienzo en color beige, con dibujos trazados en grafito como guía. Era una especie de jardín lleno de flores y hongos, con una pantera bebé en el medio.
Ryōta suspiró. Yukio también debía estar en casa temprano para poder dormir al bebé a tiempo y poder descansar.
Le sacó la lengua a Daiki y procedió a tomar una brocha más fina para empezar a rellenar los dibujos de las flores.
—Tú también eres un cejón feo, Bakagami —dijo, tomando otra de las brochas y comenzando a pintar uno de los hongos del dibujo.
—¡Yukiocchi no es feo!
—¿¡Qué traes en contra de las cejas raras, Ahomine!?
—¡Mo, las cejas de Yukiocchi no son raras!
—¡Cállate, Kise!
El rubio y el pelirrojo comenzaron una pelea con Daiki en el medio.
Pero él, en vez de unirse a la conversación, se entretuvo delineando aquel gran hongo con un beige más oscuro. Debajo de él, uno más chico se acobijaba debajo de la copa, como su se tratara de su pequeño hijo.
Pensó en Ryō. Tantas cosas que habían pasado juntos, tantos momentos. Si le dijeran al Aomine de la preparatoria... No, al de secundaria, que encontraría el amor y formaría una hermosa familia jamás se lo creería.
Sus ojos se desviaron a la pantera en caricatura que jugaba con una mariposa, ajeno a la pareja de hongos a su costado.
Un sentimiento extraño le llenó el pecho. Se sintió cálido, amado, apreciado, perdonado.
—Gracias.
Susurró a sus dos amigos. Estaba agradecido con ellos, especialmente con Kagami por ser quien, junto a Tetsu, lo trajeron de vuelta a la realidad y le dieron una segunda oportunidad para enderezar su vida.
A toda la generación milagrosa con la cual pasó buenos y malos momentos, volviéndolos familia.
Le dolía admitir que sin ellos, jamás habría llegado Ryō a su vida.
Kise le había ayudado a entender sus sentimientos hacia él y desear ser la mejor versión de sí mismo por hacerlo feliz.
Sus ojos se nublaron, pero retuvo las lágrimas con toda su fuerza.
—¿Dijiste algo, Aominecchi?
Fingió demencia, fingió no haber escuchado nada. Les gritó que dejaran de pelear y se pusieran a trabajar, que sus maridos debían descansar de sus estupideces.
Kise y Kagami se miraron, y ellos también fingieron demencia ante el agradecimiento que su moreno amigo había susurrado, luego se pusieron a pintar con una enorme sonrisa.
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Agosto de MPREG [AoSaku]
Romansa31 días para contar la historia de Aomine Daiki y Sakurai Ryo volviéndose padres. Reto de Ilitia Forever en Facebook.