Día 21: Postparto/Depresión

39 4 0
                                    

No le gustaba ver a su esposo triste.

Cuando lo conoció, pensó esa sensación de discuto que tuvo al verle casi llorar por un error ajeno era porque le parecía absurdo. ¿Cómo llegar al punto de la congestión nasal solo porque te atribuyes la responsabilidad que no te corresponde?

Cada que el pequeño Sakurai daba reverencias de disculpas tenía que desviar la mirada, porque esa escena le parecía ridícula.

Después comprendió que aquello era solo consecuencia de su poca autoestima, y sintiéndose mal que se la mayoría de las veces las reverencias eran por él se comprometió a no volver hacerlo llorar.

Luego comprendió que su desagrado era más bien porque estaba enamorado y su negro corazón no soportaba verlo sufrir.

Hasta ese punto, se dedicó a que la autoestima de su esposo se elevara hasta los cielos, pasando las nubes. El ahora Aomine Ryō no debía derramar ni una sola lágrima pensando que era un inútil sin propósito en la vida. Pues él se encargaba de iluminar sus días, contrario a lo que su versión de preparatoria decía.

Y su misión estaba intacta, hasta hace poco.

La fuerte autoestima de Ryō se vio afectada por el enjambre de hormonas que venía incluido con el embarazo, y aunque Yoshiki ya se hallara fuera de su bendecido cuerpo parecía que ese estúpido químico no quería rendirse.

El bello Ryō había llorado, se había disculpado como nunca, en las aguas termales que estaban destinadas a calmarlo. Se sintió estúpido por ignorar el obvio rostro de preocupación que tenía camino al lugar, pero pensó que una vez en la caliente agua se tranquilizaría.

Qué equivocado estaba.

Después de aquel día, el Ryō de antes regresó con más fuerza. Había olvidado lo agobiante que era escucharlo disculparse por cualquier cosa. Que si el desayuno no estaba listo cuando él había terminado de arreglarse para el trabajo, que si Yoshiki llevaba un minuto llorando y no fue de inmediato a atenderlo pensando que eso lo molestaría o que la casa estaba hecha un desastre al final del día.

Daiki no encontraba las palabras suficiente para hacerle entender a su inseguro esposo que todo estaba bien, las disculpas acompañadas de lágrimas no eran necesarias.

Perdió la cuenta de cuántos abrazos llevaba en la semana, cuántos besos para calmarlo le dio, cuántas palabras de ánimo salieron de su boca.

Se acostumbró tanto a la tranquilidad de su hogar que olvidó el pequeño gran error de fábrica con el que venía su amado esposo.

—Deja de disculparte por eso, no estoy enojado.

Volvió a decir, por cuarta vez desde que pisó su hogar. Podía ver su casa hecha un desastre a las espaldas de su esposo, quien como todos los días se tomó el tiempo de recibirlo en la entrada, con Yoshiki en brazos.

Solo que, últimamente, siempre lo hacía sollozando y pidiendo perdón con su voz entrecortada. La disculpa de ese día había sido que la cena estaba incompleta.

—¡Lo siento mucho! D-Debes tener mucha hambre y yo no pude acabar de cocinar. Perdóname, Daiki.

Yoshiki sentía que algo estaba mal y, como su madre, pequeñas lágrimas de incomodidad empezaban a salir por sus azules ojos. Daiki suspiró.

—Sabes que no sé cocinar muy bien, pero puedo terminar de hacer la comida —Ryō gimoteó. Daiki reconocía esa mirada muy bien, la de "sigo dándote problemas". Fue más rápido besando su frente que el sollozo de Ryō al abandonar sus labios —. El único problema que tengo contigo, Ryō es que tu trasero no está en mi cara.

Agosto de MPREG [AoSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora