Día 14: Contracciones

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Las contracciones son el endurecimiento y relajación de los músculos del útero durante el embarazo y el parto.

Bien, lo había leído en los libros que Midorima le dio y algo así recordaba que el mismo había explicado en alguna de las tantas consultad de aquel trimestre.

Una vez rota la fuente, el trabajo de parto daría inicio y debían estar preparados para todo.

Se sentía listo. El paño que trajo de la cocina era para ayudarle con el sudor de su frente, el cual por el momento era solo un brillo en su frente. Ryō no parecía tener tanto dolor, según el libro las contracciones eran muy poco frecuentes al inicio, casi siendo más una incomodidad que un dolor real.

Entonces, ¿por qué las manos del otro temblaban salvajemente en las suyas?

—Te dije que debías calmarte.

Muy seguro, Daiki limpió la fina capa de sudor de la frente del embarazado, recibiendo una mirada de desaprobación de este.

Ryō, calmadamente, deshizo el agarre de sus manos y la levantó hasta su rostro, dejándole ver la cruda realidad. La fina y blanca mano de su esposo estaba quieta, era la propia la que temblaba como cordero recién nacido intentando caminar.

Chasqueó la lengua, causando en Ryō una risa involuntaria antes de echar su cabeza hacia atrás y mirar el techo mientras sentía como aquella incomodidad comenzaba a crecer en una ligera molestia.

Su mano acarició el vientre y soltó el aire de sus pulmones en un suspiro que altero al pensativo Daiki, quien volvió a limpiar su frente y agarrarse de la zurda de su castaño y embarazado esposo.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó. Daiki miró el reloj digital de la mesa, encontrando que solo 30 minutos habían transcurrido desde que la fuente, ahora casi seca en los pantalones ajenos, se había liberado.

—Solo media hora.

Ryō volvió a soltar un gran suspiro acompañado de un fruncir de cejas para nada suave. La molestia había aumentado a un dolor leve en sus caderas que significaba que su trabajo de parto tenía un inicio rápido.

Poco a poco, un hormigueo se fue asentando en sus caderas y su bebé se movía más que antes. Frijol se estaba acomodando dentro del útero, buscando la mejor posición para nacer.

Midorima había comentado que, por como estaba durante el último chequeó, Frijol no batallaría en nada para nacer. Eso no explicaba por que sentía al bebé moverse como si estuviera jugando en un partido profesional.

Genes de su padre, pensó Ryō antes de quejarse por una contracción fuerte.

Daiki, alarmado, observó con preocupación como Ryō se doblaba hacia adelante y dejaba salir una mueca de dolor de sus labios.

El reloj marcaba la hora más 35 minutos.

—E-Empieza a contar, Daiki.

—Ya lo sé —dijo él, con la voz ligeramente temblándole. Contó hasta 60 segundos en los que la mueca de dolor se fue del tierno rostro de su esposo, lo volvió a recostar con cuidado en el sofá y esperó 5 minutos más. Cuando el reloj marcó los 40 minutos otra contracción hizo doblar el pequeño cuerpo —. Estás teniendo contracciones cada 5 minutos —comentó la tercera ocasión en la que Ryō se dobló hacia adelante, el reloj marcaba los 45 minutos. Ryō asintió con dificultad.

—Vám...

Intentó hablar, pero una nueva y más fuerte contracción le interrumpió.

Daiki no esperó más. Cargó al castaño entre sus brazos y lo llevó hasta el auto. Le acomodó el asiento para que estuviera acostado y le aseguró con el cinturón del mismo antes de regresarse a su hogar por la maleta y algunas cosas más que necesitarían.

Camino al hospital, volvió a marcar el teléfono de Midorima.

¿Cada cuánto son? —se escuchó por el altavoz del teléfono.

—Cada 5 o 7 minutos, duran aproximadamente 60 segundos —un quejido de Ryō hizo callar a ambos, cuando el castaño suspiro de alivio Daiki volvió a hablar —. ¿Qué opinas?

Está en fase activa, eso significa que el bebé nacerá pronto —Daiki sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo ante la realidad de que su bebé estaría entre ellos pronto. Dio vuelta a una calle, observando la clínica de la familia Midorima en el camino —. Kazunari está en la entrada esperándolos con una silla de ruedas. Ten cuidado al manejar, idiota.

Midorima colgó antes de obtener respuesta.

Estacionó el auto en la rampa de la entrada, donde las ambulancias se detenía. Como Midorima había dicho, el portador del ojo de Halcón estaba en la entrada vistiendo su uniforme blanco y sosteniendo una silla de ruedas para Ryō.

En cuanto los vio llegar, se apuró hasta la puerta del copiloto y ayudó a Ryō para que se sentara. Daiki bajó, le entregó la toalla para el sudor de Ryō a Kazunari y empezó a acompañarlos hasta la recepción. Ahí, el azabache se detuvo y volteó al moreno.

—Tienes que ir a mover tu auto.

—Al diablo el auto, acompañaré a Ryō.

—Aomine Daiki —la voz de Ryō sonó entre quejidos y jadeos. La mirada, llena de lágrimas de dolor y perlas de sudor resbalando por su sien, le miraron con seriedad desde la silla de ruedas —. Ve y mueve tu maldito auto.

Daiki tembló, asintió obediente y corrió de nuevo a la calle, donde su auto con ambas puertas delanteras abiertas y las llaves pegadas en el volante le esperaban.

Si no fuera por que estaba en Japón no tendrían auto con qué regresarse.

Kazunari hubiera reído por no ser que una vez que el moreno abandonó la recepción Ryō volvió a gritar del dolor.

Agosto de MPREG [AoSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora