Si Daiki pensó que el silencio en la sala de estar de pediatría era horrible, no se comparaba en nada con aquel en la sala de urgencias ginecológicas de la clínica.
Era pesado, tenso. Si Akashi siguiera con las malas mañas usaría una tijera para cortarlo, y ni siquiera necesitaría abrirlas.
Los nervios del gigante morado eran evidentes. Ninguno de la generación de milagros lo había visto tan tenso. Murasakibara, quien antes lucía un rostro aburrido y hacía lo menos para cansarse, estaba ahí sentado moviendo las sillas en las que estaba sentado por el temblor de sus piernas y sus dientes devoraban sus uñas a tal punto de acabárselas.
Desde que llegaron, después de checar a Yoshiki, una hora pasó. Hora en la que lo único que sabían de Tatsuya era que se quedaría internado y los horarios de visita. Ni siquiera el metiche y chismoso de Takao dijo una palabra en todo ese tiempo.
Y eso que estábamos hablando del enfermero que cortó su licencia de maternidad para ayudar a que su hijo llegara al mundo.
Al menos Murasakibara se tranquilizó un poco jugando con Yoshiki mientras Daiki traía café para los tres. Después de eso, volvió a su estado habitual.
Los milagros fueron llegando poco a poco. Ver a su simplón amigo sin dulces a su lado y con el semblante tan fruncido les asustó en demasía.
Ese no era su Mukkun, como diría Momoi.
Increíblemente (y nótese la ironía), Taiga y Tetsuya llegaron juntos con cafés y dulces en manos que, para sorpresa del jugador fantasma y el moreno, Murasakibara declinó con un firme y rotundo No.
A los minutos llegó Kise, solo, pues Yukio se había quedado cuidando de Kōta y Hikaru en su casa. El rubio notó la actitud de su excompañero y, de inmediato, se sentó a su lado para abrazarlo y reposar su cabeza en el hombro del más alto, dándole todo su apoyo.
—¿Cómo está Tatsuya? —la pregunta de Kagami tensó los hombros del gigante, haciendo rebotar a Kise sobre ellos. Mientras Aomine contestaba, el rubio le acarició la espalda.
—Sin información.
—Atsushi-kun —el mencionado apenas miró como el pequeño fantasma se arrodillaba frente a él y ponía sus pequeñas manos en sus rodillas antes de volver a perderse en la preocupación. Eran frías, Kuro-chin siempre había sido frío —, Tatsuya-kun es casi uno de nosotros, él y Atsuya-kun estarán bien.
Murasakibara soltó un sí que sonó triste, desanimado.
Y ellos, por más que quisieran entenderle, no podían. Todos y cada uno de los que estaban ahí había tenido a sus hijos sin complicaciones. Si acaso Kuro-chin, que seguía sobando sus rodillas como si le doliera (ni que fuera el idiota de Kiyoshi) podía comprenderle un poco.
No quería perder a Tatsuya, no quería que le negaran la oportunidad de conocer a su hijo. ¿Qué podía hacer sin ellos? Toda su juventud estuvo caminando a lado de Tatsuya que pensar no hacerlo más le dolía el corazón.
—¿Ya comiste algo? —negó. Kise arrugó sus labios, marcaban casi las siete de la tarde —¿Cuándo fue la última vez que comiste, Murasakibaracchi?
—Íbamos a comer cuando Tat-chin se puso mal...
Hicieron cuentas. Murasakibara no había probado bocado desde la mañana. Debería estar hambriento, ni una sola envoltura de dulce estaba en suelo y eso significaba que su enorme estómago estaba vacío.
—Tetsu y yo iremos por un café, podemos traerte algo —Murasakibara negó.
—Atsushi-san, debe de comer algo, por favor —Ryō estaba a punto de llorar de la preocupación cuando, nuevamente, el de cabellos lilas no aceptó la comida.
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Agosto de MPREG [AoSaku]
Romance31 días para contar la historia de Aomine Daiki y Sakurai Ryo volviéndose padres. Reto de Ilitia Forever en Facebook.