Día 2: Dudas/Miedos

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Despertó de madrugada, otra vez.

Era la quinta vez en el mes que su sueño se interrumpía alrededor de las 2 de la mañana y no encontraba el fornido cuerpo de su esposo enganchado en el propio.

Obviamente había notado como todas esas noches Daiki le dejaba solo en la cama alrededor de una hora antes de volver a la comodidad de las sábanas, quedársele viendo y besarlo y luego volver a dormir.

Fingía estar dormido cuando regresaba, pero esa noche la curiosidad le ganó.

Se sentó en la cama, restregando sus ojos con pesadez y apartando las sabanas de su cuerpo. Su pijama, algo suelta, dejaba ver un poco de su aun plano vientre. Sonrió, acariciando sutilmente su piel, recordando que en cuestión de meses serían padres.

Colocó las pantuflas en su lugar, tomó su suéter favorito de Daiki y salió del cuarto, buscando al amor de su vida.

Daiki siempre fue una persona que amara dormir. En preparatoria se escapaba de clases para fugarse con él a la azotea y usarlo de almohada. Duraban clases y descansos en ese lugar, solo disfrutando la compañía del otro.

Él, por supuesto, era el más feliz de mimarlo entre sueños.

Sin embargo, sus horas de descanso se redujeron al entrar a la estación. Para alguien nocturno como Daiki le molestó tener que obligarse a dormir por las noches para tener energía en el día, así que cuando las horas extras de patrullaje nocturno se pusieron en su escritorio Ryō no pudo negarse al capricho de su marido.

Solo que, desde el anuncio de su embarazo, estaba preocupado de que Daiki se trasnochara casi cada semana por una razón que desconocía.

Avanzó por el pasillo, notando que la luz del baño estaba apagada significando que no se encontraba ahí. La habitación vacía de la casa, que pronto tendría dueño, estaba con la luz apagada también y la ventana que daba al patio trasero le negaba la presencia del moreno.

Pensó que estaría encestando, como cuando se ponía pensativo.

Se dirigió entonces a la sala de estar, encontrándose con la luz de mesa encendida y al dueño de sus gemidos sentado a un lado de ella, con un viejo álbum en las manos. Ryō suspiró de alivio, asustándolo.

—Aquí estás.

—Ryō —Daiki le miró, asustado y luego preocupado —. Deberías estar descansando, desvelarte le hace daño al bebé.

—Lo mismo podría decirte de ti —se abrazó del suéter y se sentó a su lado, recargando su cabeza en el hombro del más alto —, ¿qué haces despierto tan noche? Entras a trabajar en unas horas.

Daiki le rehuyó la mirada, enfocándose en el álbum en sus manos sin saber qué decir. Él le siguió, mirando esa foto que, durante su adolescencia, odio mucho.

—He estado pensando mucho —dijo, con una voz inusualmente apagada en él. Sus dedos delinearon el contorno de la vieja fotografía, con un Daiki mirando los recuerdos muy lejanos con tristeza —, no sé qué me pasa.

En esa foto se podían ver a unos jóvenes Tetsuya y Ryōta, con Daiki en medio posando con el atardecer de fondo. Ryō conocía perfectamente esa fotografía, ya que el moreno jamás quiso deshacerse de ella y la llevaba a todos lados.

Cuando preguntó por ella Daiki se negó a darle respuestas, con un rostro de dolor que hasta a él llegó a herirle. Después de conocer a Seirin algo le hizo sentido, y tras su juego contra Kaijō el panorama se abrió completamente.

Fue una foto tomada antes de que los tres se hicieran daño. El principal siendo Aomine Daiki.

Verla después de muchos años solo le hizo sonreír, sintiéndose tonto por tener celos de un pedazo de papel.

Agosto de MPREG [AoSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora