Axel le hizo señas para que permaneciera en silencio, a la vez que la conminaba a pasarse a la parte de atrás de lacamioneta. Ella obedeció, aunque al tener el panti a medio bajar, le fue difícil ejecutar la maniobra con éxito. La referida prenda se enganchó en la palanca. Axel, al ver a la chica atorada, con medio cuerpo en un extremo y las piernas en el otro, desenganchó el panti, subiéndolas hasta su posición. De manera siguiente, le dio un besito en las nalgas, empujándola con poca delicadeza. A Penélope, todo aquello, a pesar de lo alarmante de la situación y el golpe que se dio contra la butaca, le causó mucha gracia. Se le escapó una risita nerviosa. Él, en vez de censurarla, rio también, sin embargo, se llevó un dedo a los labios, de nuevo, pidió silencio.
Ella se acurrucó todo lo que pudo, ocultándose de la posible curiosidad del oficial de seguridad.
—¿Todo en orden, señor Rousel? —inquirió el hombre, cuando Axel bajó el vidrio.
—¿Por qué no habría de estarlo? —preguntó a su vez el CEO, expresando molestia en el tono de voz.
—Pérez informó de un fallo en las cámaras de seguridad, entonces decidí revisar la zona, como lo dictan el manual de procedimientos. Y escuché un ruido.
—Las desconecté un momento para ver si estaban alerta. ¡Bien hecho oficial! El ruido que escuchó fue ocasionado por una maleta que lancé al asiento de atrás.
Penélope, a todas estás, se percató que había dejado la bolsa con los tacones en la parte de adelante. "¡Ay Dios mío! ¡Ay Dios mío! No permitas que el vigilante la vea".
Después de un breve intercambio de palabras y, estimulado por el halago a su buena labor, el susodicho empleado de seguridad se retiró a su garita.
Axel subió el vidrio de la camioneta, encendió el motor y salió, de una forma que podría describirse como casual, del estacionamiento. Penélope, apenas estuvieron fuera del recinto, abrazó por atrás a su tierno amante llenándolo de besos.
—¡Ya! ¡Ya! Señorita Mármol —exclamó, rechazando los mimos —¡Cálmese!
—Pero... Axel, mi amor.
—No soy su amor, señorita Mármol, debe tomar eso en cuenta.
—¿Y qué fue lo que pasó hace un rato?
—Pasión, deseo, novedad, un poco de demencia —respondió el CEO, muy tranquilo.
Sonó el teléfono de Axel, interrumpiendo la opinión que ella iba a dar acerca de lo ocurrido y lo que quería que sucediera.
—¡Hola mi amor! —contestó muy efusivo —¡Claro! Faltaba menos. ¿Cuál es la hora estimada de llegada? ¿En media hora? Prácticamente estás aquí. ¡Estoy allí en un santiamén! ¡Te quiero mi vidita! ¡Chao! ¡Nos vemos!
Penélope frunció el ceño. ¡Qué mujer tan intensa! ¿Por qué no se quedó en Colombia? O sea, ¿qué tan enferma debes estar para ir y venir de Bogotá el mismo día? Ya se había hecho la idea de terminar en un buen hotel cogiendo toda la noche. En vez de eso: nada.
—¿Vives muy lejos de aquí? —preguntó Axel.
—En el suroeste de la ciudad, cerca de la Plaza de Toros —contestó, contrariada.
A ella le dio vergüenza decirle que vivía en el Barrio Democracia.
—Me queda lejos del aeropuerto. ¿Cuánto cobra un taxi hasta allá? —inquirió, deteniendo la camioneta.
—No lo sé, ¿dónde estamos?
—La Zona Industrial Norte. ¿Con cinco dólares bastará?
Ella asintió, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta.
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Axel AlexA
Mistero / Thriller¿Cuál es la escala de la felicidad? Penélope ha cambiado, casi no reconoce la hermosa mujer en que se convirtió; sin embargo, no ha dejado de ser una tímida adolescente que cree que el amor no se hizo para ella. Un golpe de suerte le hace conocer al...