Se que debería haberme plantado escribir algo mucho más suave o tal vez smut de reconciliación.
Por desgracia aún no me deshago de todo el angst de mi cerebro.
Esto es triste así que lo siento.
Pero prometo escribir algo feliz la próxima vez!
Espero que lo disfrutes y de ser así déjame un voto o comentario, mil gracias por leer :)🤍
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Está sentando en el salón, las paredes en este lugar son tan grandes que la soledad lo supera.
A veces se pregunta como es que en un instante su vida cambio tanto.
Su madre, Joffrey, Viserys, el recuerdo lejano de sus queridos hermanos, Jace y Luke. Ambos niños eran apenas memorias borrosas en su mente, pero aun así los amaba de la misma manera en la que ellos lo habían hecho.
Aegon piensa que la corona que pesa en su cabeza es una maldición.
Su abuelo la arrastró de una manera en la que lo maldijo a él y a toda su familia.
Jamás olvidará los gritos y sollozos que su madre reprimía sobre su mano, ella solía acariciar sus cabellos después de consolarlo por la muerte de Jace y más tarde la de Joffrey.
A veces piensa que su madre deseaba que sus mechones fueran marrones.
— Todo estará bien mi pequeño, todo estará bien —
Ojalá hubiese sido así.
Su pobre madre fue maldita injustamente.
Cada noche algo oscuro florece en su pecho, las ganas de caminar hacia el torreón de Maegor y hacer justicia por sus propias manos. Sujetar el cuello de la reina verde hasta sentirlo flácido entre sus manos o mejor aún, hacerle pasar una vergüenza donde su cabeza quede despojada de su cuerpo a la vista de todos.
Aquella humillación no sería nada comparado con las múltiples que la mujer cometió contra su madre.
A veces pensaba que aquellos pensamientos lo hacían la completa copia de su padre.
Pero su madre lo crio mejor que eso.
La benevolencia...incluso la corona debe tenerla, mi dulce niño
Una lagrima cae por su mejilla al ver uno de los antiguos anillos de su madre en su mano.
— Su majestad —
La voz de su padre lo saca del estupor. Aegon hace un intento para recomponerse y mirar al fuego tratando de evitar su mirada.
Aegon borra cualquier rastro de tristeza en su rostro y lo observa.
