Capítulo 02:
La guardia del rey.No encontré a la amiga de Bella por ningún lado, al preguntar por ella la señora Bremonte alegó que su hija tenía un dolor de cabeza que no le permitió asistir y no fue difícil suponer que en un arrebato de sensatez ella había desistido de su labor de celestina.
Como no podía darme el mismo lujo, tuve que aludir a una descompostura para que me permitieran volver a casa antes del fin de la velada.
Mamá había sido tajante con respecto a Donovan, no le permitiría a Bella volver a acercarse a él a no ser que primero el joven fuera a pedirle la mano a nuestro padre.
Dijo que ninguna hija tendría su reputación arruinada.El cochero me dirigía a casa, pero cuando cruzamos el puente de piedra que cruzaba el río desde Santa Amerise hasta Santa Clariel, le indiqué que seguiría a pie.
Él no se vio convencido, pero me apresuré a bajar del coche y poner una buena distancia entre ambos, sabiendo que no armaría un escándalo corriendo detrás de mí.
──Caminaré desde aquí, Enzo, puedes ir a casa.
──Si la señora se entera...
──Si yo no sé lo digo no tendrá por qué ──canturreé.
Él aceptó de mala manera, sabiendo que no cambiaría de opinión, me realizó un gesto con la boina antes de emprender camino.
Lo despedí al verlo alejarse traqueteando por la calle empedrada, luego crucé la calle en dirección al correo, guardando mi identidad detrás de la capucha de terciopelo de mi capa roja.
Caminé bajo la luna plateada, que sacaba destellos blancos a los techos rojizos de las casas de piedra oscura, estas se levantaban unas junto a la otra como soldados en el deber.
Las calles de ese sector estaban vacías a esas horas, esas eran las reglas, el toque de queda comenzaba a las ocho de la noche por órdenes del rey para todos los humanos, desde entonces era mejor que te encontrarás con un furia suelto y no con algún guardia real.
Los vampiros no eran personas especialmente estructuradas, había noches en que las calles refulgian y otras, como esta, en las que se escondían en sus moradas.
Eso ocurría por lo general luego de esos días grises donde el sol no se atrevía a mostrarse y la niebla envolvía cada rincón, o durante los meses de invierno donde apenas se asomaba un par de horas antes de esconderse.Solo entonces podíamos tener, humanos y vampiros, alguna especie de rutina compartida.
Apuré mi pasó hasta llegar a la zona de Santa Serafina, allí había más movimiento, la gente no se preocupaba por cosas como la ley y edictos de la realeza.
A medida que avanzaba los edificios rompían la armonía entre unos y otros, casas encorvadas o pisos más altos de lo que debería ser seguro, puertas con pintura descascarada o construcciones que poco a poco iban estrechando más y más las calles hasta convertirlas en pasillos.
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La rosa del cazador
FantasyPara pagar las deudas de su familia, Levana Daverone deberá aceptar un puesto como una de las doncellas de sangre del rey.