16. Condenados

382 43 39
                                    

Capítulo 16:
Condenados

Este capítulo posee contenido sexual explícito

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Este capítulo posee contenido sexual explícito.

El rey envió el vestido para mi ejecución.
Se trataba de un atavío que dejaba mi escote descubierto y hombros desnudos. La falda era una amalgama de seda roja y gasa negra, en el corset se pegaba a mi torso como una segunda piel llena de pedrería, mientras el cabello ondulado caía acariciando mis hombros.

Los guardias me escoltaron hasta los aposentos reales. Al llegar a la puerta de doble hoja, se apostillaron a los lados para darme paso.

Cerraron detrás de mí. Un estruendo sonoro resonó en la habitación.

El aire era frío y húmedo, como en una cripta. Atravesé el vestíbulo para encontrar al rey en su recámara.

Su dormitorio estaba decorado en negro y azul, los colores de la realeza, su cama recubierta por encaje azabache y los postes decorados con ribetes de seda azul.

El rey Balakhar ocupaba un sillón de respaldo alto, de terciopelo azul marino y ornamentos rocambolescos en las patas, respaldo y apoyabrazos.

No había lumbre en la chimenea.

──¿Me llamó usted, Majestad?

Ladeó la cabeza para contemplarme.

──Ven aquí.

Obedecí, ocupé el lugar delante del soberano.
Sus ojos eran herméticos, realizó una seña para que me acercara aun más. Di un paso y él esbozó una media sonrisa.

──De rodillas.

Mis mejillas ardieron, pero cumplí su orden.

No era la posición más cómoda, las faldas se inflaron a mi alrededor y las varillas del corset se clavaron justo debajo de mis senos.
Aun así, mantuve las manos sobre el regazo y la frente en alto.

Él abrió sus piernas, en esa posición arrogante que adoptan los hombres, justamente, como muestra de hombría. Solo tenía puesta una camisa de seda negra y los pantalones con botas de cuero a la rodilla. Lo más cercano para un rey a un atuendo desenfadado.

──Su Majestad.

Las luces de las velas dibujaban sombras en su tez pétrea.

──¿Sabes por qué estás aquí? ──indagó en voz plana, casi apática.

──Su Majestad me mandó llamar.

Sonrió.

Hasta entonces noté que tenía una mano vendada. ¿Qué podría haberle ocasionado una herida que no se curase al instante?

──Siempre tan lista.

──Y eso que no tengo acceso ni a la mitad de libros de los que me gustaría.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 29 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La rosa del cazador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora