15. Lealtad de estirpe

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Capítulo 15:
Lealtad de estirpe

En el camino de vuelta al palacio nos atrapó una tormenta, caló hasta lo profundo de mis huesos y me pregunté si sería suficiente para borrar el rastro de la lengua de herrsek Karravarath contra mi piel

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En el camino de vuelta al palacio nos atrapó una tormenta, caló hasta lo profundo de mis huesos y me pregunté si sería suficiente para borrar el rastro de la lengua de herrsek Karravarath contra mi piel.

Me aferré más fuerte a su chaqueta, él cargaba conmigo con más rapidez que cualquier caballo y no me depositó en el suelo hasta que llegamos a las galerías.

La lluvia era torrencial.

Caín me observó perdido, abrumado, con el hambre voraz reflejada en su rostro.

Quizás podría hacerlo enloquecer lo suficiente como para que me llevara lejos de ahí. Barrió mi cuerpo como si pensara en hacerlo.

Escuché las voces alarmadas de los criados, volteé un momento, y luego el herrsek Karravarath ya no estaba.

La tormenta continuó su fiereza desatada durante toda la noche

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La tormenta continuó su fiereza desatada durante toda la noche.
Luego de un baño caliente, fui directo a la cama. Las criadas no hicieron preguntas, pero su silencio era más pesado que mil cuestionamientos.

Solo Renata se acercó a verme luego de que no asistiera a la cena.

Se colocó a los pies de la cama, me observó en silencio. Estaba seria, pero su temple era inescrutable.

──Debes pensar que soy una estúpida ──rompí el pesado silencio.

──No puedo juzgarte.

Me senté, todavía dolorida por la tensión que había retenido en todo el día: el disgusto por la jornada de caza, el miedo al ser arrastrada por el río y la anticipación, el hambre desesperada… Todavía no sabía cómo asimilarlo.

──Fui imprudente, pero no me arrepiento ──Me desbordé──. Solo quería recuperar el control, estos últimos días fueron agotadores y la manera en la que el rey me habló, como si fuera solo un mueble…

──Querías demostrarle que no le perteneces.

Me percaté de la forma en la que había estado retorciendo el edredón entre mis dedos. Lo solté.

La rosa del cazador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora