Capítulo 27: La fiesta.

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Me paro frente al espejo, observándome de ambos lados y no puedo evitar sentir lástima por mi misma.

Estoy tan ansiosa últimamente que apenas tengo apetito y se que debería comer porque estoy demasiado delgada, a tal grado que se me notan los huesos de las caderas. Y si me da impresión a mi misma, no quiero imaginar si me mirara otra persona.

No comprendo aún cómo Priel me pudo haber tocado. Debe de haber sentido repulsión por mi aquella única vez que me toco.

De repente siento ganas de llorar, porque estás han sido unas semanas muy duras.

Evitar sus mensajes fue fácil, pero evitarlo en la universidad sigue siendo difícil. Cada vez que lo veo a lejos me escabullo fuera de su alcance y a la hora de sus clases me siento al final de la clase evitando lo más posible en contacto visual.

Aún así él sigue buscando sus formas de acercarse a mi y me llama al frente a la hora de debatir cierto tema. Y aunque me da rabia que lo haga, respondo a sus pregunta como sino me importará y no sintiera nada. Cuando es todo lo contrario y el tenerlo de frente en realidad es lo más duro.

Me duele el ignorarlo y el no poder tocarlo. Porque se había convertido en una parte fundamental de mi vida y ahora tenía que actuar como si fuera un extraño para mi.

Me repetía una y otra vez que esto era por el bien de ambos. Pero eso no hacía que doliera menos, de hecho parecía doler más. Era como una maldita herida abierta que no dejaba de sangrar y no había nada para detenerla.

Había días en que maldecía el día en que lo conocí, porque así esto sería más fácil. Pero también había días en los que extrañaba sus abrazos, sus caricias, sus tontas formas de sacarme una sonrisa. Lo extrañaba todo. Pero en especial lo extrañaba a él.

Era mi herida abierta.

Así que para hacer todo esto menos doloroso fingía que este plan de huida saldría bien y que si la suerte o si dios existía y estaban de mi lado, todo este sufrimiento habría valido la pena después de todo. Esa era la única cosa que me mantenía cuerda.

En casa por otro lado el asusto de la mudanza repentina a Chicago seguía tenso, más que nada por el lado de mamá. Había algo raro en ella últimamente y cada vez que tenía la oportunidad de estar a solas con ella intentaba preguntarle, pero lo único que hacía era repetirme que en realidad estaba feliz, pero hubiera querido haberse enterado con más tiempo y así organizar las cosas mejor.

Cabe aclarar que no creí a ninguna de sus palabras, pero era su palabra contra la mía. Aún así la vigilaba de cerca por si acaso.

Por otro lado con Charli el asunto de la mudanza era diferente, estaba feliz y para mi buena suerte llevaba un mes sin ponerme la mano encima. Solo deseaba que el mes que faltaba para mi huida de aquí en adelante siguiera igual y no resultara con ningún improvisto.

Lo vigilba de cerca también, más que nada para comprobar de que no sospechaba nada. Y me alegre al saber que no lo hacía. En cambio, se mantenía alejado de mi y me lo cruzaba más que nada a la hora del desayuno y cena, donde solo se limitaba a hacerme algún comentario hiriente. Que si bien me dolían, me repetía que en un mes estaría lejos de aquí y todo iría mejor.

Un mes y sería libre.

Mi teléfono suena sobre mi mesita de noche, devolviendome a la realidad. Por lo que dejo el libro que intenta leer, para la clase de historia del arte y el cual no le estaba prestando atención porque me distraje con mis propios pensamientos y preocupaciones.

Por un momento pienso que el que me llama por millonésima vez es Priel y si se que sería mejor bloquearlo, pero mi lado masoquista quiere seguir recibiendo las actualizaciones de Hope, a quien extraño con mi alma y espero volver a ver pronto.

Oscuro secreto © [sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora