(Sara POV)
Sara recuerda con nostalgia sus primeros años de universidad: llegar a una nueva ciudad, sentirse perdido, hacer nuevos amigos y adaptarse a nuevos hábitos. Poco a poco, se ha ido haciendo a la ciudad y dejan de sentirla ajena; los olores ya no son tan distintos como antaño, incluso llevan con ellos parte de él, y duermen a pierna suelta en el mismo. Estas reflexiones hace Sara mientras trata de embutirse en unos pantalones de la talla 42 que le ha dejado Laura al son de la canción "Full Romance" de Julieta.
Sara y sus amigas, Ana, Rita, Sonia y Laura, han vivido muchas experiencias juntas. Y esta noche va a ser la última noche que salgan todas juntas.
—¡Guau! Menudo pibón, ¿no?
Rita, siempre tan halagadora, recibe una pequeña cachetada de su novia Sonia, que está sentada en el taburete de su lado, donde la encimera de la cocina.
—A ver si me voy a tener que poner celosa—los labios de Sonia están oscurecidos por el vino.
Sonia gira dentro de la copa que sujeta con su mano izquierda, mientras con la derecha agarra a Rita, quien le da un beso en la frente con suavidad. Es estupendo verlas tan bien, pero a veces resulta empalagoso tener el romance 24/7 en aquella casa.
—¿Al final te has puesto los pantalones? —pregunta Laura, que ya se levanta del sofá en dirección a la habitación de Sara—Porque me puedo poner tu vestido, que esta falda no me convence nada.
Mientras lo dice, posa sus manos en sus caderas y se mira en el espejo, negando hacia lo que le devuelve.
—A mí me encanta cómo vas, Laurita. —Rita recibe otra cachetada.
—Prueba, está en la silla de la ropa. —indica Sara.
—¡Qué raro! —gritan todas al unísono.
Ana incluida, que está muy concentrada con el espejo y un tutorial de YouTube de una influencer peruana con un maquillaje espectacular. A quien se le cuente que la persona más guapa del grupo es la que más horas dedica a su imagen...
Sara se pregunta cómo estas cinco personas se han unido y tiene el privilegio de llamarlas amigas. Su último año de carrera ha sido muy emotivo. El pequeño apartamento donde viven Ana, tras una mala experiencia con su novio Ernesto; Rita, después de seis meses en México; y Sara, que venía de un Erasmus en Rumanía, las ha unido casi para siempre.
Haciendo oídos sordos, Sara vira hacia el espejo para verse con los pantalones puestos. Ha desistido de llevarlos, pero quiere ver de nuevo cómo le quedan. Disfruta de su nuevo cuerpo, aunque aún queda mucho camino por recorrer. Solo un par de kilos más. Ya está casi donde ha querido estar, aunque es verdad que sus objetivos han bajado un poco justo cuando se acerca peligrosamente a ellos. Quiere sentirse bien y ser feliz por fin. Y está claro que con su antiguo peso no ha podido disfrutar realmente de la vida. Su vida. Vida que no empezará hasta que se lo diga la báscula, eso lo tiene claro.
Una vocecilla interior le reprocha estar haciendo todo lo que ha criticado antaño sobre la imagen propia, el culto al cuerpo, la validación a través de los kilos de menos y la mirada de los demás, pero ¿acaso una vida sin contradicciones no es dogma?
Deja el pijama sobre la mesa, enciende las luces de colores que reposan sobre el cabecero de la cama y echa un par de gotitas de esencia de vainilla sobre la almohada, no sin antes comprobar que en la mesilla reposa un vaso de agua e ibuprofeno. La Sara del futuro se lo agradecerá.
Luego cuenta hasta 16, como hace cuando algo le estresa, y abre la puerta como quien se zambulle en la piscina, conteniendo la respiración y pensando en volver a la superficie cuanto antes. Saca una de las copas de la cocina y se sirve sin preguntar, alentada por Sonia, que le guiña un ojo.
Desbloquea su teléfono y pasa rápidamente las notificaciones pendientes, sin que haya ninguna de su interés, dejándose caer en el sofá con la copa de vino y centrando su atención en la televisión. A los dos segundos, Ana le toca el brazo y se arrima a ella con morritos y el móvil en la otra mano. Sara sonríe y en dos segundos Ana desaparece de nuevo en su teléfono, sabe quién haciendo qué, aunque Sara anticipa que en breves le tocará compartir lo que sea que haya subido o Ana se ofenderá.
—¿Estamos todas entonces? —dice Ana, levantándose del sitio y poniendo a todo volumen a Karol G, cogiendo de la mano a Sara y obligándola a levantarse para perrear con ella. Todo con la mala suerte de que Sara, que acaba de compartir el selfie que se han hecho, tiene abiertas las notificaciones de Instagram, con una notificación de Ernesto muy reciente, que Ana lee de refilón.
—¿Qué te cuenta Ernesto? —Ana hace por coger el teléfono de Sara, que intenta apartarlo de ella como puede. Pero Ana es más rápida y coge el teléfono. Oh, oh... Ana lee lo que sea que Ernesto ha escrito ante la atenta mirada de Laura, a la cual se le ha ido el color de la cara, y de la propia Sara, que balbucea una y otra vez.
—¡¡Callaos!! —dice Ana, al tiempo que para la música y sigue concentrada en los mensajes.
—Pero ¿qué pasa? ¿Alguien me explica? —Sonia mira inquisitiva a su chica, la cual mientras le acaricia el brazo le indica que ya se lo explicará más tarde.
—Pasa que esta señorita de aquí —Ana señala a Sara— me la lleva pegando desde sabe quién cuánto y se va de la más amiga. Con toda su moralina del feminismo y la sororidad y luego consejos tengo, pero... —Lo que una tiene que hacer para no ser dogmática. —¿Cómo has podido? Yo confiaba en ti, te contaba las cosas... —Las lágrimas afloran en la cara de Ana, amenazando con arruinar su perfecto maquillaje.
—Pero Ana, como ves lleva meses escribiéndome sin que yo le conteste...
—¿Lleva meses escribiéndote? —pregunta Laura, alzando la voz de más.
—Sí, sí. Y, ¿qué pasó en Rumanía exactamente? —Ana ya está llorando—. ¿Sabes qué? Me da igual. Siempre tienes que demostrar que estás por encima de mí. Siempre. Esto solo es una ocasión más. Pero ¿sabes qué? Yo no necesito liarme con el novio de nadie para demostrarme a mí misma que soy más que puedo ser querida y deseada. —Golpe bajo—. Y ahora si me disculpáis...
Ana enfila hacia la puerta y pega tremendo portazo mientras las lágrimas empiezan a rondar también por la cara de Sara, a la cual Laura ya está abrazando. Rita tarda dos segundos en reaccionar, le da un beso en los labios a su chica, indicándole que se vaya a casa, se despide rápidamente de todas y murmura que a ver si logra pillar a Ana antes de que se aleje.
Sonia se disculpa también y abandona el piso tras su chica, quién sabe si haciéndole o no caso.
Laura acuna a Sara, que no deja de llorar, dolida ante las palabras de su prima, pero sin decir nada ninguna de las dos. Lo cierto es que ambas tienen cosas que ocultar.
—Bueno tía, ¿es o no es hoy nuestra noche? —Sara asiente y Laura vuelve a poner "Full Romance" a todo volumen en su móvil. Sin embargo, la canción no se puede terminar por octava vez aquella noche, ya que el teléfono empieza a sonar. Y dice una y otra vez: "Ernesto Ana".
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Noche de enredos [+18]
AdventureSer compañeras de piso no siempre es tan fácil como parece...y una sola noche puede romper los frágiles hilos que teje la convivencia. _________ Acompaña en esta noche a Laura, Ana, Rita y Sara a través de sus vivencias apasionadas en esa última vez...