Laura bajó apresuradamente las escaleras con el corazón desbocado. Las lágrimas se agolpaban también en sus ojos, pero se había prometido a sí misma no llorar. Sin embargo, se derrumbó cuando el espejo del portal le devolvió su imagen despeinada, con los ojos brillantes.
Un amago de sonrisa apareció en su cara cuando vio el diminuto moratón que había aparecido en su cuello. Hacía solo una hora aquel lugar justo había estado surcado por unos labios impacientes. Acarició su cuello recordando el recorrido de aquellos labios lentos, desde la clavícula hasta la mandíbula, subiendo lentamente, y dejó su mano ahí, rodeando su propia garganta. Una descarga eléctrica la recorrió entera al recordar su respiración entrecortada, su cuerpo impaciente, los besos húmedos y luego...nada más.
Por suerte ningún vecino cruzó el vestíbulo los 5 minutos que tardó en calmarse. Se ve que nadie es capaz de llorar más de 13 minutos seguidos. Así que aquello no era ni cerca del récord total. Tomó aire, sacó las toallitas que llevaba siempre consigo y se limpió la cara. Una cara lavada era mil veces mejor que aquel maquillaje corrido. Su mirada seguía triste y sus ojos levemente inyectados en sangre. Pero al menos ya no tenía un aspecto tan deplorable.
Suspiró de nuevo y salió a la frialdad de la calle, mirando a ambos lados , asegurándose de que nadie podía verla saliendo de aquel portal en aquel estado. Abrió el teléfono móvil para comprobar que no tenía ningún tipo de notificación. Ni de la persona de la que hubiese querido una disculpa, cuya casa acababa de abandonar, ni de sus amigas, las cuales esperaba que ni siquiera hubiesen salido de casa. Nada le apetecía más que una buena charla de Rita. Pero quizá estaba con Sonia, durmiendo abrazadas, ajenas a los peligros de la noche. Cuánto las envidiaba.
Por insitinto llamó a Rita. Un tono, dos, tres...y colgó. No quería despertarla. Su sueño solía ser profundo. Ya habría tiempo de hablar de esto. Esta noche prometía mucho a llegar a su casa a las 3 de la mañana para seguir leyendo la novela que había dejado a medias, quedándose dormida con los ojos doloridos y las letras deshaciéndose entre sus ojos.
Esto pensaba Laura mientras se liaba un cigarrillo sentada en la calle. Cualquiera que la viese se asombraría de su habilidad. Cuestión que le sucedió a Ricardo, que la llevaba observando desde el bar de enfrente, y que no dudó en hacerle aspavientos en cuanto sus miradas se cruzaron.
Laura lo ignoró. En verdad, no conocía a esa persona de nada. Un chico más, una noche más. Quizá la última de aquel infierno llamado universidad. Pero claramente aquel chico debía de tener un interés oculto en ella, porque no le quitó la mirada de encima hasta el punto de que ella no tuvo más remedio que ir hacia su lado.
—¿Tienes fuego?
—Anda que... y yo que pensaba que venías a verme. —Ricardo hurgó entre sus bolsillos y sacó un mechero con una hoja muy reconocible—. ¿O igual es que quieres de esto? —Laura rió pero negó. No era una buena noche para eso, definitivamente. Cogió el mechero que se le ofrecía y se dispuso a intentar encender su pitillo unas tres veces, hasta que se rindió. No fue hasta que Ricardo la ayudó cuando pudo por fin fumar tranquila, dejando ir con el humo parte de la ansiedad—. Anda que... ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
—Un buen tópico. No falla, ¿eh?
Ricardo sonrió y se encogió de hombros. Laura se dio cuenta de que, a pesar de su apariencia despreocupada, había algo en sus ojos que le resultaba familiar. Tal vez era el cansancio, o tal vez era la tristeza que ella misma sentía reflejada en él.
—¿Quieres entrar? —preguntó Ricardo, señalando el bar—. Hace frío aquí fuera.
Laura dudó por un momento, pero finalmente asintió. No tenía nada que perder. Entraron al bar y se sentaron en una mesa cerca de la ventana. Ricardo pidió unas cervezas y comenzaron a charlar. Laura se sorprendió de lo fácil que era hablar con él. Y sobre todo, de lo mucho que la hacía reír. No tardó en acercárseles alguien, que ocupó el sitio de al lado de Laura y la cogió de los hombros con familiaridad.
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Noche de enredos [+18]
AdventureSer compañeras de piso no siempre es tan fácil como parece...y una sola noche puede romper los frágiles hilos que teje la convivencia. _________ Acompaña en esta noche a Laura, Ana, Rita y Sara a través de sus vivencias apasionadas en esa última vez...