La noche es de las lesbianas

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(RITA POV)

Rita está cansada del tema de Ernesto. En parte se alegra de que todo haya estallado al fin. Se veía venir. Le da pena por Sara, que no tiene la culpa de nada. Aunque tampoco es del todo inocente.

Si tiene que apostar cómo va a acabar la cosa antes de que Ana coja el teléfono de Sara, antes de que vea toda la conversación, pondría todas sus fichas al rojo y a que las primas acabarán enemistadas por esto. Pero siempre piensa que más por el papel de Sara en todo esto que por sus actos en sí.

En fin. Esta noche va a ser movidita. Ella ya tiene el plan visualizado de las copas en casa, los lloros, los abrazos, las anécdotas más o menos vergonzosas, las fotos movidas... y ¿luego? Buscar una excusa tonta para poder quedarse en casa con Sonia. Que si es muy tarde, que han bebido mucho, que si lleva una semana de no parar. Cualquier cosa para contestar a sus implorantes amigas antes de cerrarles la puerta a las 3 o 4 de la mañana y quedarse tan tranquila en casa con su novia. Que ella ya se ha jubilado de la noche. ¿Y qué ha pasado? Que ha tenido que volverse a reenganchar. Como si el karma le negara una vez más a simular una edad que no es la suya. Como si los dioses susurrasen a sus oídos el carpe diem y el tempus fugit. Aunque duda que la expresión carpe diem o cualquiera similar pueda siquiera pronunciarse en un lugar como el antro que regenta Esther.

Aunque es la historia de su vida. Siempre estar para los demás. Ser la amiga paciente, la serena, estar por todos. Ponerse siempre ella por delante. Por suerte, Sonia está pendiente de ella y le ha ido mandando varios audios y pruebas gráficas de que continúa con vida. Pena que en el bar de la esquina, con el pseudonovio de Sara y su amigo, apenas puede escucharlos.

Ana, que parece totalmente fuera de sí esa noche, se lleva tanta paz como deja. Al menos de lo segundo sí está segura.

Ana nunca le ha gustado. La conoce de Instagram, o al menos se ha embebido de todas sus publicaciones, una y otra vez, de forma compulsiva. Es una persona que le repele, cuyo estilo de vida no puede ser más diferente al suyo. Toda aquella incitación al consumo, las cenas en restaurantes con las que un trabajador medio no puede casi ni soñar, no digamos un estudiante, las fotos idílicas (¡ja!) con Ernesto, en las que parecen dos modelos rubios, bronceados, disfrutando de la vida (y ahí sí se puede gritar a los cuatro vientos los latinajos del demonio). Sin embargo, por una carambola de la vida, Ana está desconfigurada completamente, con la misma energía mala que desprende en Instagram, fingiendo que está completamente bien pero resultando para todos los demás fuera de sí. El contrapunto de la situación no deja de resultarle irónico.

Rita apenas ha bebido esta noche, mucho menos los chupitos que Ana insiste una y otra vez que deben beber todas. Podría haberla intentado frenar. Podría haber puesto a los demás por delante y decirle a Ana que la entiende, que comprende que en su pecho, galopante, late un corazón roto, un orgullo herido, un ego que ni todos los "me gusta" de las redes sociales podrían levantar. Y besar bocas ajenas como está besando la de aquel chico en el bar no va a ser la solución.

Pero, ¿quién es ella para juzgar? Ana siempre se sale con la suya y oponerse a sus deseos es siempre sinónimo de problemas. Y es lo último que quiere esta noche.

Así que por fin paz. Con suerte Sara se irá con el tal Luis y noche hecha, podrá ir a casa de Sonia y todos felices. La cuestión es que al escuchar los audios, además de jurarle amor eterno, Sonia le dice que mejor se va a cama que está agotada, y que el tal Luis desapareció por donde había venido, dejando de nuevo a Rita sin escapatoria alguna en aquel bar de mala muerte, con Sara sonriéndole mientras baila sensual y Esther canta a pleno pulmón. Pues nada. Si todo la aboca a beber y desmelenarse quizá es que el destino tiene algo preparado para ella.

Así que decide que este día se dejará llevar. Esta noche será una especie de flashback de sus primeras noches en la ciudad. Una vuelta a aquellos días en que alcanzar la veintena parecía madurar demasiado. En los que quiere agotar cada molécula de oxígeno en la noche antes de que se le oxide por dentro. Incluso le entristece que Esther baje la verja tan temprano. Se siente hasta huérfana.

Noche de enredos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora