Nada puede ser mejor que...¿tres?

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(ANA POV)

Ana no se lo puede creer. Mensajes, y mensajes, y mensajes de Ernesto. ¡En el móvil de su prima! Lee por encima pero muchos son emoticonos de berenjenas y melocotones. También menciona a Laura y en ocasiones a Rita, pero a esta última muy poco.

Y entonces llegan los mensajes de cuando Sara estuvo en Rumanía y ahí si estalla. Es que ¡cómo ha podido! Siempre arrebatándole lo que más quiere. El cariño de su abuela, su libro favorito cuando tenían 10 años, el puesto en el equipo de volleybol y ahora...¡A Ernesto! ¡Cómo se atreve!

No sabe qué hacer. Está tan dolida. Siente que su corazón se ha roto en mil pedazos. Piensa en escribir a Ernesto, pero sabe que esta no es la primera vez que lo caza en un renuncio y que si le llama le explicará todo a su manera y conseguirá convencerla de que las cosas no son lo que parecen. Y ella quiere creerle. Claro que quiere creerle. Pero no quiere dejarse convencer. No esa noche.

Esa noche iba a ser su noche. El vestido del Shein que le ha costado 20 euros y el makeup que se acaba de hacer iban a lanzarla de una vez para siempre y conseguir el ansiado vídeo que llegue a los 100k y eso ni Ernesto ni Sara lo iban a impedir. Pero ahora necesitaba dejar de escuchar las voces de su cabeza.

Cuando llega el ascensor pone el móvil en el espejo con las ventosas y le da a grabar y espera a que las puertas se cierren. No da tiempo a que lo hagan. Rita aparece, que le pide perdón y le da un abrazo, preguntándole si está bien. Entonces Ana se rompe y empieza a llorar.

—Tú no tienes la culpa.

—Ana, no deberías culpar a Sara, lo pasó muy mal en Rumanía, se sentía muy sola y solo se mensajeaban. Te prometo que no ha pasado nada entre ellos.

—Me da igual. Me ha mentido y me ha traicionado. Y yo no perdono una traición. —De pronto llega Sonia, que besa a su mujer en los labios con ternura y se despide de las chicas, yendo por las escaleras, no sin volver la vista mientras Rita hace un corazón con sus brazos.

Rita podría recriminarle a Ana que Sara y Ernesto siempre tontearon durante la secundaria e intentaron algo en Bachillerato. O eso había contado ella. Pero un día en casa de su abuela, Sara se lo contó a Ana, y ella no tardó ni una semana en empezar a quedar con él. Al mes ya habían publicado su primera foto romántica anunciando a los cuatro vientos que eran pareja y el resto es historia. La pobre Sara, lo debió pasar fatal. Pero no era momento para recriminar nada. Además, ninguno es dueño de sus sentimientos. Por mucho daño que Ana hiciese a Sara eso no justifica lo que hizo.

—Anda Ana, entiendo que estés muy dolida, pero deja esto reposar. Mañana habláis las cosas y ya hacéis lo que queráis, pero esta noche es nuestra noche. Es la última noche de chicas.

—Sara es una egoísta. Si no quería estropearla no tendría que haber hecho lo que hizo.—Rita se encoge de hombros y Ana coge su teléfono.— ¿Cuál es el plan?.—Las chicas se quedan en silencio. Rita siempre necesita un rato para tomar decisiones y mira el techo. Tras un par de minutos ya sabe qué decir.

—Pues...volvamos a casa y hablemos las cosas.—Laura sale en ese momento del piso, bastante acelerada.

—¿Todavía estáis aquí? Sara está fatal, ¿eh? Deberías hablar con ella y solucionar esto antes de nada. — Llama al ascensor y las puertas se abren. Se mete apresuradamente dentro, pero vuelve a salir a los pocos segundos. — ¿De quién es este móvil? —Ana no contesta pero se lo arranca de las manos. Que bastante se ha liado ya.

—¿Adonde vas tan rápido? ¿No habíamos quedado en que esta era nuestra noche de chicas?.

—Yo es que me voy que he quedado con...con...voy con los de la facultad.

Noche de enredos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora