Un encuentro apasionado [+18]

9 0 0
                                    

(POV LAURA)

Laura no podía sacarse lo que acababa de pasar de la cabeza. No es que fuera la primera vez. Pero desde luego, era de las más intensas.

Cuando el otro le escribió, ella no dudó ni un segundo en acercarse a su piso. Vale, cierto, había quedado con las chicas. Pero estaba segura de que no se entretendría mucho.

En cuanto llegó al piso, vio su mirada hambrienta. Una mirada que le decía que quizá debería estar preocupada por el reloj. 

Ernesto le abrió con solo una toalla sobre su cuerpo y se disculpó por ello. Le pillaba justo saliendo del baño. Ni que no hubiese sido él el que le había escrito. La condujo al piso, que estaba vacío, hacia donde se encontraba la mesa del comedor. Ella se quedó mirando un curioso florero del que parecían salir gotas de pintura doradas. Era una escultura preciosa.

Notó algo duro detrás de ella y unas manos que acariciaban sus pechos, una boca que buscaba su cuello. Se arqueó hacia atrás para facilitarle la tarea, dándole acceso a toda ella. Él siguió con su mano derecha bajando directa a su falda elástica, por la que se introdujo con facilidad. Dejó de besarla un instante al darse cuenta que no llevaba bragas y entonces, profundizó el beso, todavía detrás de ella.

Laura se arrimó un poco más a aquella parte dura de él, sintiéndola sobre la parte alta de su culo, meciendo sus caderas. Él soltó un gruñido que opacó el jadeo de ella al pasar su mano por encima de su sexo.

—Dios, ¿por qué estás tan mojada?

Laura sintió su propia humedad cuando Ernesto deslizó un dedo dentro de ella. Volvió a arquearse contra él, solo para darse cuenta que se encontraba totalmente desnudo. Fue una pequeña caricia, suficiente para que se estremeciese. Ella bajó su propia mano para ayudarlo mientras se acariciaba en aquella zona sensible.

Ernesto la deja hacer, mientras se agacha detrás de ella, besándola a medida iba bajando, primero en la parte baja de su trasero y luego por dentro de los muslos, en una zona muy sensible. Laura suspiró.

Sigue bajando con leves caricias y besos para volver a subir. Ernesto muerde su muslo por dentro, muy muy cerca de donde ella lo hubiese preferido, y volvió a introducir un dedo en su interior, haciendo pequeños círculos que iban in crescendo a medida que los jadeos de Laura aumentaban. Podría irse en cualquier momento.

Él sube despacio de nuevo, a medida que la besaba. Laura se sentía preparada. Muy preparada. Entonces lo siente. Algo duro, dentro de ella. Muy adentro. La embestida es lenta pero precisa, disfrutando con la facilidad que tiene en deslizarse. Laura se desabrocha los botones justos de la camisa y derrama sus pechos fuera del sujetador, justo debajo de sus pezones. Pero cuando se quiso dar la vuelta, Ernesto la empujó hacia la mesa, rugiendo con rabia. Ella gime.

Ernesto debe preguntarle si está bien. Laura no puede estar mejor. Él empieza a aumentar el ritmo. Con cada embestida, Laura siente como sus pezones acarician la madera con cada nuevo golppe. Disfruta una y otra vez del aumento de ritmo, más fuerte, más rápido. Alguno de los dos suelta una palabrota. O quizá los dos. O igual se han fundido en una sola persona, en un remolino de carne que ya no distingue si el placer es suyo propio o ajeno. Algo se remueve en su interior, amenazando por recorrerla entera.

Ernesto se sale de ella y la voltea. Hace que Laura apoye las manos en la mesa y baje su cadera para acoplarse a él, de nuevo. Ella vuelve a gemir cuando él está dentro, otra vez, y luego de nuevo cuando muerde uno de sus pezones mientras seguía dentro de ella.

¿Cómo podían acoplarse tan bien?

Y entonces, llega el bajón.

—Me encantas.

Ernesto parece sincero, con las manos en sus caderas y los ojos sobre sus pechos. Laura hubiese preferido que no hubiese dicho nada. Pero muerde su labio inferior y continúa fingiendo que no está dándole vueltas a ello. Algo se le remueve por dentro. Algo que no podía mantener. 

Él aumenta bastante el ritmo y anuncia lo inevitable. Llegan al éxtasis juntos: él, de verdad, y ella, fingidamente, sin querer alargar aquel momento.

En cuanto terminan, Ernesto recoge la toalla, que en algún momento se ha quedado en el suelo, y desnudo, con su cuerpo imponente, avanza a su habitación anunciando que se va a vestir. 

Laura recoge sus medias y se recoloca la ropa. "Me encantas". Pero ni siquiera se ha molestado en desnudarla.

Solo entonces es consciente de la hora en el reloj de pared. ¿Quién sigue teniendo reloj de pared?

Eso ha pasado antes de verse apurada y corriendo hacia el pisito de sus amigas.

Ahora, Laura va a toda la velocidad que puede, desesperada, tratando de llegar a tiempo a la cita con sus amigas. La última noche de las cuatro juntas antes de que los años de universidad lleguen a su fin.

Noche de enredos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora