Dolores x Isabela

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Advertencia: este capítulo contiene escenas de sexo.

...



Dolores no podía creer lo que estaba escuchando.

No la estaba espiando, porque en realidad no la puede ver. O eso es lo que Dolores siempre se decía a sí misma.

Esa era su justificación para escuchar a Isabela cuando está sola. Dolores puede oír todo desde donde está sentada hasta el otro extremo del pueblo. Naturalmente, Isabela es un sonido que le interesaría: después de todo ella era su prima favorita.

Pero si la familia, sobre todo la abuela, supieran por qué ella es su prima favorita, posiblemente sería expulsada de la familia.

Pero con su don, forma una imagen de Isabela en su mente, asimilando todo. Puede imaginar su piel oscura, la forma en que se sonrojan sus mejillas, su pecho y espalda desnudos.

La quiere de la manera más carnal.

Ha habido noches en las que se ha acostado escuchando a Isabela moverse en la cama. Sus suaves gemidos provocan cosas pecaminosas en el cuerpo de Dolores. O la peor, cuando Isabela se acuesta y su cuerpo reacciona de la manera más humana ante la necesidad. Dolores la escucha gemir. Y juntas, alcanzan su punto máximo.

...

Ya es tarde, se pregunta qué hace Isabela despierta. No se está bañando, su hermoso cabello tarda demasiado en secarse. Claramente no está tratando de dormir, pero parece que ha llegado a su cama porque el sonido de la tela dice la verdad. 

Isabela se acuesta y suspira, aquel sonido que resuena en el pecho de su prima.

Su cuerpo vibra de anticipación. No hay sonido más hermoso que el de Isabela en la pasión. Puede imaginarla en su mente, sus delgados dedos jugando con ella en la privacidad de su habitación. Es tímida, linda, casi temerosa de sus propios deseos. Pero eso no le impide explorarse a sí misma.

Dolores gime para sí misma. La humedad se acumula entre sus piernas. No pasará mucho tiempo antes de creer que necesitará alivio.

Pero lo que oye a continuación la deja sin palabras:

— ¡Dolores…! — gime Isabela —. ¡Ah… ah! ¡Dolores…!

Su propio nombre sale de su linda boca, medio enterrada en la almohada. No pudo haber oído mal porque entonces Isabela lo gime de nuevo, deslizando los dedos por su humedad.

Dolores siempre quería oír su nombre gemido de boca de Isabela. Y oírlo le provoca ciertas cosas.

Pero quería ser ella quien le hiciera decirlo.

Se pone de pie antes de darse cuenta, ardiendo al rojo vivo. Dejando de lado toda precaución, se encuentra frente a la puerta de Isabela y sus gemidos no han cesado. En la oscuridad de la noche, nadie puede oírla excepto ella. Nadie lo sabría.

Su mano se cierra alrededor del pomo de la puerta.

Pero ella duda.

Una parte de ella todavía tiene miedo de estar enamorado de Isabela. Ella es su prima y eso está mal. No puede estar enamorado de ella.

— ¡Oh, Dolores...!

Pero su control se rompe y el deseo la vence.

One shots (Encanto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora