Capítulo 8

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Por dios, tengo veintidós años y jamas me he corrido así

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Por dios, tengo veintidós años y jamas me he corrido así.

No puedo analizarlo, necesito vestirme para la cena. Tardo unos minutos en recoger un poco la habitación y estar lista peinándome el pelo en una trenza baja. Me visto con unos pantalones negros, ajustados a mis curvas y una blusa de satén con escote ribeteado de encaje. Cojo un bolso pequeño y meto mis cosas dentro, me pongo los botines y bajo la escalera. Voy directa al despacho del abuelo, que está sentado hablando por teléfono, y se le ilumina el rostro cuando me ve llegar.

—Que hermosa cariño, ¿vas a salir?

—Si, voy a cenar con unos amigos, no me esperes despierto, mañana me gustaría hablar contigo, ¿estarás en casa?

—Si, claro. ¿Quién va contigo esta noche?

—Yo —una voz grave y profunda nos sorprende desde la puerta del despacho.

Ambos nos sorprendemos al verlo en la puerta, pero mi abuelo no rechista, algo extrañado pero no se niega a que su ejecutor me haga de niñera.

Le doy un beso en la mejilla y me alejo, con una sombra siguiéndome los pasos.

Me abre la puerta del Escalde y me ofrece su mano para subir, la misma que hace un momento estaba dentro de mis pantalones.

—¿Dónde vas a cenar?

—En un local Japonés en el centro, Akashi, en la calle del Murdant. ¿Sabes donde queda?

Asiente.

Y en silencio acelera, evitando el tráfico nocturno y llegando a tiempo para ver a mis amigos llegar, aparcado al otro lado de la calle.

—¿Son esos? —noto algo raro en su tono de voz mientras señala a un grupo de chavales de mi edad que caminan por la acera, riendo y gastando bromas los unos a los otros.

—Eh, creo que si, solo reconozco a un par, Maica va con ellos...así que supongo que si.

—¿No sabes quién va a la cena?

—A ver, no soy la chica más popular. Solo conozco a los de mi clase. El resto deben ser compañeros de Maica.

Un gruñido sale de su garganta mientras se baja del coche y me abre la puerta, extrañada por su comportamiento.

—Estaré aquí si me necesitas, ¿de acuerdo? —no me toca, mantiene la distancia pero sus ojos me vuelven a devorar cómo lo hizo en mi habitación y el color me sube al rostro al recordar como se chupaba los dedos mojados por mi humedad.

—Gracias —tengo que tragar varias veces para deshacer el nudo de mi garganta, y me alejo hacia el local, dejándolo parado junto al coche, pero antes de entrar vuelvo a mirar atrás, y sigue ahí, mirándome.

La cena pasa rápido, entre risas y anécdotas de la universidad. Son gente maja y me siento relajada por primera vez en semanas con gente desconocida. Aunque mi mente acude a él con cada conversación, no puedo quitármelo de la cabeza.

Una Joven Tentación (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora