1. Ultraviolence

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Si miraba los retratos que tenían de niños, donde todo eran sonrisas inocentes o muecas de disgusto, donde realmente el presente no era un tormento constante y sus vidas eran más simples por el hecho de no ser consciente de ellas. Si los miraba, sentía la agonía de la nostalgia. Porque no se lograba explicar cómo habían llegado a esto.

Desde el inicio, cuando las cosas se fueron torciendo, entendió que no tendrían un buen final. Pero de todas formas se había quedado para permitir que llegaran a la esperada tragedia.

Dejó de mirar por la ventana y alzó sus ojos a él, quien salía del baño con una toalla atada a sus caderas, piel y cabello aún húmedos. Limpio, joven y hermoso. Siempre había sido esas cosas, pero su mirada puesta en su cuerpo era tan sucia que la hacía sentir como a una perra. Su simple presencia la acaloraba y hacía estremecer.

Boruto llevó su mano a su cabello, acariciando sus suaves mechones, jugando con la forma y apreciando su suavidad.

Le dolía el pecho, sabía que debían hablar las cosas. Debían hablar de todo lo que pasó en sus vidas desde esas vacaciones en la playa.

Su mano luego dejó tranquilo su cabello y se movió hacia su cuello. Se mantuvo ahí. Tomando su pulso, esperando una reacción.

—Esto debe parar. —dijo, y la mano de él apretó su garganta, empujando para que de a poco su espalda chocara contra el colchón. El rubio estaba sobre ella, mirando atentamente cómo su respiración se cortaba y su deseo crecía.

—No —su voz estaba ronca, como si recién hubiera fumado. Sarada adoraba cómo le pasaba el humo por la boca, amaba lo bien que se veía fumando después de follarla—. Ya no podemos parar esto.

Cerró los ojos cuando el aire le faltaba, y los abrió cuando él levantó su falda y dejó caer su toalla.

—No puedes resolver las cosas así —acusó, le dolía la garganta el cómo la observaba. Sabía que había amor en alguna parte, hubo amor en un punto entre ellos. ¿Dónde podía encontrarlo?—. Lo que hiciste en casa de tus padres. Estaban nuestras familias ahí e hiciste un maldito escándalo. —Tuvo ese brillo en los ojos, como cuando le gritaba. Se encogió en su lugar cuando no lo hizo.

Siempre había sido un buen chico, problemático, pero nunca alguien que asustara a la gente. No hasta que lo suyo empezó. Sarada estaba a la defensiva la mitad del tiempo cuando se trataba de ellos dos.

Ella creía que parte de la culpa le pertenecía, porque él no se había desquiciado solo. Era culpa de todos, en realidad, por no saber salvarlo.

—Me echas la culpa cuando me dejaste cogerte en el baño —Estaba subiendo el tono de su voz —. Mírame —observó su ojo azul oscuro y su ojo celeste apenas abierto por la cicatriz que lo cruzaba. A Boruto antes le avergonzaban sus cicatrices, ahora no parecía importarle menos. Lo que lo acomplejaba lo había transformado en poder y control. Sabía que a las personas les intimidaba su aspecto y se aprovechaba de eso—. No puedes dejarme. —había soltado su cuello, pero sabía que su presencia era más que suficiente para ahogarla.

Le había bajado las bragas, y el aire frío hizo que se erizara su piel. No perdió ni un segundo y comenzó a frotarse contra ella, ansioso por cogerla. Aún cuando estaba agotado por todo lo que había pasado en los últimos meses, tenía el suficiente ánimo para torturarla.

Sarada no podía apartarlo, no había aprendido a negarle su cuerpo.

—¡Ibas a mostrarles ese maldito video! —Gritó, aún con su corazón en la boca por el miedo que tuvo la semana pasada.

—¿Ese lindo video? —Se inclinó hacia ella y besó la comisura de sus labios aunque apartara el rostro, siguió dando pequeños besos hasta su mandíbula—. ¿Donde llorabas por lo bien que te cogía? ¿Donde todo tu cuerpo temblaba por más? —Suspiró en su cuello. Oh Dios mío, no me hagas esto—. Oh mierda ¿Lo notaste? Me pongo más duro tan solo al recordar lo mucho que disfrutamos ese día... —besó su clavícula y simuló embestidas que le robaron el aliento a ambos.

ULTRAVIOLENCE (borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora