El primer día de clases en el Instituto Tenebris comenzó antes de que los primeros rayos de sol tocaran las torres de piedra negra que se erguían desafiantes contra el cielo gris. La alarma de mi teléfono resonó en la fría habitación, un sonido estridente que rompió el silencio de la madrugada y me obligó a salir del abrigo de las sábanas.

La noche anterior había sido larga y llena de pensamientos inquietantes. Mi encuentro con Héctor seguía fresco en mi mente, como una herida que se negaba a cicatrizar. Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro pálido y esos ojos oscuros que parecían atravesarme. Su advertencia resonaba en mi cabeza una y otra vez: "No deberías estar aquí."

Miré por la ventana hacia el bosque donde lo había visto desaparecer la noche anterior, pero no había nada fuera de lo común. Las sombras de los árboles se alargaban en la penumbra, pero no había rastro de Héctor ni de lo que lo había llevado a deambular por el bosque a esas horas. Suspiré y me alejé de la ventana. Si quería sobrevivir en este lugar, tenía que dejar de obsesionarme con él.

El baño compartido del pasillo era una mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Las baldosas de mármol y las tuberías oxidadas contrastaban con los modernos espejos y la iluminación tenue. El vapor del agua caliente pronto llenó la pequeña habitación, relajando mis músculos tensos mientras me duchaba. Necesitaba despejar mi mente antes de enfrentar el día. Sabía que no sería fácil, especialmente después de lo que había sucedido la noche anterior.

Vestida con el uniforme del instituto, una combinación de tonos oscuros que encajaba perfectamente con el ambiente lúgubre de Tenebris, salí de mi habitación y comencé a caminar hacia el comedor. Los pasillos estaban sorprendentemente vacíos, aunque podía sentir las miradas de los pocos estudiantes que se cruzaban conmigo. A diferencia de la tarde anterior, cuando sus miradas eran de curiosidad, ahora parecían ser de evaluación, como si intentaran decidir si yo era digna de estar en este lugar.

Cuando llegué al comedor, me detuve por un momento en la entrada. El espacio era vasto, con techos altos y lámparas de araña que colgaban como si fueran joyas de cristal. Las mesas estaban dispuestas en largas filas, y los estudiantes ya estaban sentados en pequeños grupos, hablando en voz baja mientras desayunaban. Tomé aire y me dirigí hacia una mesa vacía en un rincón, esperando pasar desapercibida. Pero, por supuesto, no fue así.

Apenas me había sentado cuando noté a dos chicas que se acercaban a mí. Ambas eran hermosas, con una presencia que irradiaba confianza y misterio. La primera, una chica alta con cabello castaño y rizado que caía en cascada sobre sus hombros, tenía un aire de autoridad que la hacía destacar entre la multitud. La segunda, más baja y con un cabello negro azabache que contrastaba con su piel pálida, sonreía con una calidez que me sorprendió.

—Hola, tú debes ser la nueva —dijo la chica de cabello castaño, sentándose frente a mí sin esperar una invitación. Su voz era suave, pero había algo en ella que dejaba claro que no aceptaba un "no" por respuesta—. Soy Elara, y ella es Miya.

Miya se sentó a su lado, dándome una sonrisa que iluminó su rostro.

—Es un placer conocerte —dijo con un tono amistoso—. Nos enteramos de que alguien nuevo había llegado, y bueno, Tenebris no es precisamente un lugar donde las cosas pasen desapercibidas.

—Soy Judith —respondí, un poco desconcertada por su interés.

—Judith... un nombre bonito —comentó Elara, como si estuviera evaluando cómo sonaba en su boca. Después me miró con curiosidad—. ¿Cómo te va en tu primer día? Este lugar puede ser un poco abrumador al principio.

No sabía si debía confiar en ellas, pero algo en su actitud me decía que eran sinceras. Quizás más de lo que la mayoría de los otros estudiantes serían conmigo.

MI DEBILIDAD† HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora