La mañana siguiente llegó con un cielo gris y opresivo, un reflejo perfecto de la confusión y el miedo que aún giraban en mi mente después del incidente con Lucien. Las clases transcurrieron en una especie de neblina, mi atención oscilando entre las palabras de los profesores y las dudas que no me dejaban en paz. Elara y Miya me habían notado distraída y me invitaron a pasar la tarde con ellas en su habitación, un lugar que ya consideraba un refugio en medio del caos que era el Instituto Tenebris.

Cuando entré en la habitación de las chicas, la calidez del lugar me envolvió como una manta en una noche fría. A diferencia del resto de Tenebris, que parecía vivir en un perpetuo crepúsculo, su habitación estaba decorada con luces suaves y vibrantes toques de color que creaban una atmósfera acogedora. Elara y Miya se habían esmerado en hacer de su espacio un lugar donde la magia y la comodidad coexisten en perfecta armonía.

Elara estaba sentada en el suelo, rodeada de almohadones, mientras Miya preparaba una tetera que llenó la habitación con un aroma dulce y especiado. Sus gestos eran tranquilos, casi rituales, lo que me ayudó a calmarme y empezar a relajarme.

—Sabíamos que necesitabas un respiro —dijo Elara, sonriendo mientras me ofrecía uno de los almohadones—. Este lugar puede ser abrumador al principio.

Asentí, agradecida por su comprensión. Después de los eventos de la noche anterior, estaba ansiosa por hablar con ellas, por entender más sobre este mundo que parecía querer devorarme en cada esquina.

—¿Qué te parece un poco de té de lavanda y canela? —sugirió Miya, sirviendo tres tazas humeantes—. Es bueno para calmar los nervios y aclarar la mente.

—Gracias —dije mientras aceptaba la taza, el calor del líquido llenando mis manos y mi cuerpo con una reconfortante sensación de alivio.

Nos sentamos en un círculo, las luces suaves reflejándose en las tazas y en los ojos de mis amigas. Había algo en la forma en que se movían, en cómo se miraban y me miraban a mí, que denotaba una antigua sabiduría, una conexión profunda con fuerzas que apenas empezaba a comprender.

El silencio que se instaló entre nosotras no era incómodo, sino lleno de posibilidades. Finalmente, fue Miya quien lo rompió, su voz suave y melódica contrastando con el peso de sus palabras.

—Judith, sabemos que todo esto debe ser confuso para ti —comenzó, su tono cuidadoso—. Tenebris no es un lugar fácil para nadie, especialmente para alguien que llega de un mundo tan diferente.

—Es cierto —agregó Elara, tomando un sorbo de su té antes de continuar—. Pero creemos que es importante que entiendas más sobre las razas y las criaturas que habitan aquí. Quizá eso te ayude a sentirte menos... desorientada.

Sentí una mezcla de alivio y aprehensión al escuchar sus palabras. Sabía que estaba a punto de recibir una cantidad abrumadora de información, pero también sabía que era necesario. Desde mi llegada a Tenebris, había sentido que caminaba a ciegas, y cualquier conocimiento que pudiera obtener sería una herramienta valiosa para navegar este mundo.

—Me vendría bien entender más sobre todo esto —admití, mirando a mis amigas con una mezcla de curiosidad y nerviosismo—. Todo aquí es tan... diferente a lo que estoy acostumbrada.

Miya sonrió y asintió, como si hubiera estado esperando esa respuesta.

—Empecemos con los vampiros, entonces —dijo, sus ojos brillando con una mezcla de misterio y conocimiento—. Sé que has tenido un par de encuentros con ellos, y probablemente hayas notado que no son todos iguales.

Mis pensamientos volaron instantáneamente hacia Héctor, la forma en que se movía, la frialdad en sus ojos, y luego a Lucien, cuya presencia era mucho más amenazante y desequilibrada.

MI DEBILIDAD† HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora