El día había sido agotador. Después de la intensa investigación en la biblioteca, me sentía abrumada por la cantidad de preguntas sin respuesta que seguían pesando en mi mente. A medida que la noche envolvía el Instituto Tenebris en su manto de oscuridad, regresé a mi habitación con una mezcla de frustración y desánimo. Las luces del pasillo parpadeaban tenuemente, proyectando sombras fantasmales en las paredes, pero apenas las noté mientras me dirigía a mi cuarto, ansiosa por perderme en la seguridad de mis pensamientos.

Al cerrar la puerta tras de mí, me recosté en la cama, dejando escapar un largo suspiro. Las imágenes de Héctor en la biblioteca seguían asaltando mi mente, con sus advertencias llenas de misterio y esa conexión inexplicable que parecía haberse establecido entre nosotros. Todo parecía tan confuso, tan desesperadamente fuera de mi control.

Mientras mi mente vagaba por las interminables posibilidades de lo que podía estar ocurriendo, un susurro casi imperceptible llenó la habitación, haciendo que me incorporara de golpe. El aire se había enfriado, y un escalofrío recorrió mi espalda cuando vi que no estaba sola.

Héctor Fort estaba allí, de pie al pie de mi cama, sosteniendo un libro antiguo entre sus manos. Su presencia era inquietante, pero no tan aterradora como la sensación de que algo monumental estaba a punto de revelarse.

—¿Cómo entraste aquí? —pregunté, mi voz temblando ligeramente mientras intentaba mantener la compostura. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, pero no solo por miedo. Había algo en su presencia que despertaba una mezcla de emociones que no entendía del todo.

Héctor no respondió de inmediato. En su lugar, dejó que su mirada recorriera mi habitación, como si estuviera evaluando el lugar antes de fijar sus ojos oscuros en los míos.

—Hay puertas en este Instituto que la mayoría no puede ver —respondió finalmente, con un tono de voz tan calmado que parecía casi fuera de lugar—. Pero eso no es importante ahora, Judith.

Me acerqué un poco más, tratando de averiguar qué estaba haciendo aquí, en mi habitación, en plena noche. Su actitud era diferente a la de antes, menos distante, más cargada de una extraña mezcla de urgencia y... ¿protección?

—¿Qué haces aquí, Héctor? —pregunté, sin poder ocultar la ansiedad en mi voz—. ¿Qué es ese libro?

Él caminó hacia la pequeña mesa que había en la esquina de la habitación y dejó el libro sobre ella con un cuidado reverente, como si estuviera manejando algo extremadamente valioso o peligroso.

—Este libro —dijo mientras lo abría— es uno de los pocos documentos que existen sobre los orígenes de tu familia en el Instituto Tenebris. Y tiene que ver con algo mucho más grande de lo que podrías imaginar.

El aire en la habitación parecía cargado de electricidad mientras él hablaba. El libro, con su encuadernación de cuero y sus páginas amarillentas, parecía casi vivo bajo sus manos. Me acerqué con cautela, sin apartar los ojos del volumen.

—¿Mi familia? —susurré, tratando de entender lo que estaba sucediendo—. ¿Mi padre está en ese libro?

Héctor asintió lentamente, y con un gesto, me indicó que me sentara junto a él.

—Tu padre era un hombre importante, Judith —dijo, su voz teñida de una gravedad que no había escuchado antes—. No era solo un estudiante más en este lugar. Su nombre, Marcus Leighton, está ligado a algunos de los eventos más oscuros y secretos de la historia de este instituto. Y también a algo que podría cambiarlo todo.

El nombre de mi padre, pronunciado por Héctor en esa noche fría y silenciosa, resonó en mis oídos como un eco del pasado. Elara y Miya habían mencionado que podría haber algo oculto en la historia de mi familia, pero escuchar a Héctor decirlo de esa manera hizo que todo se sintiera mucho más real, más peligroso.

MI DEBILIDAD† HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora