➹₃₃

880 97 130
                                    

Samuel voltea hacia su izquierda, topándose con unos ojos que lo miran con curiosidad, a veces pasa por alto lo mucho que Rubén se asemeja a un cachorro, lo que es extraño, pero más extraño es el hecho de que piense eso de él.

—¿Qué pasa? —le pregunta con una media sonrisa.

—Nada —se encoge de hombros, y aunque parece relajarse es todo lo contrario.

El pelinegro espera a que le entreguen su botella de agua, luego de que se la dan la paga junto al jugo de manzana que le invitó su compañero.

—Si tienes que decirme algo, dímelo ahora o calla para siempre —dice Samuel, dándose vuelta para buscar un lugar en donde tomar el descanso, sabiendo de sobra que el castaño va detrás suya.

Sí, claro, ¿Rubén callándose para siempre? Qué buen chiste.

—¿Qué? ¿yo? No, no tengo nada que decirte, estás loco —niega rápidamente, colocándole el popote al jugo, guardando la basura en la bolsa de su pantalón.

—Eso no diría alguien que tiene algo que decirme, eh.

Rubén le da un sorbo a su jugo y frunce el
ceño al escuchar lo que recién dijo.

—Bueno, sí, tengo algo que decirte, ¿y qué? No importa que me hayas descubierto porque no te voy a decir nada, ¡nunca!

—Por favor, Doblas, tú más que nadie sabes que no puedes no hacerlo, eso de hablar y hablar es parte de ti —ríe ligeramente.

—Eso es verdad, pero no eres el único al que le puedo decir. Yo podría ir a decirle a ese de ahí —señala a alguien que ninguno de los dos conoce —, y así ya no tendría nada que decirte a ti ni a nadie más.

Como si decírselo a una persona fuera suficiente, si él pudiera pondría espectaculares, anuncios por internet y en la televisión sobre cualquier cosa que se entera para que todo el mundo lo sepa, pero su mamá ya no quiere darle dinero para gastar en tonterías y dice que aún no tiene edad para grabar un podcast o dar entrevistas.

—¿Entonces sí tienes algo que decir?

—Sí, pero ya te dije que no te voy a decir nada de nada, así que no insistas.

—No voy a insistir, va a llegar el momento en el que no vas a soportar más y me lo dirás —se encoge de hombros y continúa caminando con tranquilidad.

—Ja, lo dices como si me conocieras muy bien —hace una pausa y parece comprender algo —. Oh, sí me conoces muy bien, ¿cierto?

El pelinegro asiente manteniendo la misma tranquilidad.

—¿Y eso es malo?

—Depende de ti, Doblas.

—Mmm, entonces sí es malo.

Samuel le da un sorbo a su agua, mirando a su amigo entre divertido y curioso.

—Oye —habla Rubén casi ahogándose con su jugo —. ¿Tú me crees capaz de guardar un secreto?

—No —contesta rápidamente.

—Cuánta sinceridad —lo mira, entrecerrando los ojos.

Samuel se encoge de hombros mirando cómo el más bajo le da otro sorbito a su jugo. Ignorando demasiado el hecho de que tiene un comportamiento más extraño de lo normal, diferente es la palabra que podría describir la situación.

—Yo sí me creo capaz —dice bastante seguro de sí mismo.

Samuel le dedica una rápida mirada, siendo tan obvio: no está de acuerdo con él, en lo absoluto.

t o n t i t o ➹rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora