Capítulo 24

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Estaba sentado en la celda, con las muñecas esposadas a la pared, tratando de ignorar la incomodidad del frío metal contra mi piel. Había perdido la noción del tiempo. Solo sabía que era de día por la luz que se filtraba a través de una pequeña ventana. El silencio me envolvía, roto de vez en cuando por el eco lejano de pasos o voces apagadas en la distancia.

Entonces la vi. La reconocí al instante. Dana. Esa chica, la doctora, la que había intentado usar como moneda de cambio, aunque nunca tuve la intención de hacerle daño, fueron las circunstancias. Solo necesitaba asustarla lo suficiente para completar mi misión, pero no iba a matarla. Nunca he matado a nadie. No es mi estilo.

Pero ahora, viéndola caminar hacia mí con esa expresión tranquila y decidida, algo en mi interior se revolvió. Sentí una presión en el pecho, como si me faltara el aire. No era miedo ni desprecio. Era... algo más. Algo que me hizo sentir incómodo. No podía apartar la mirada de ella mientras se acercaba, su rostro sereno, casi demasiado calmado. No gritaba, no me insultaba. Solo se plantó frente a mí, y esa calma... esa calma me hacía sentir culpable.

Cuando entró, esperaba que me lanzara todas las maldiciones que se le pasaran por la cabeza, que me dijera cuánto me odiaba, que intentara desahogarse por lo que le hice. Pero no lo hizo. En lugar de eso, se sentó frente a mí, a una distancia prudente, mirándome directamente a los ojos.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó con voz suave, sin rodeos.

Su pregunta me tomó por sorpresa. No sabía cómo responder. Parte de mí quería burlarme, hacerme el indiferente, pero otra parte... otra parte quería explicarle todo. Quería decirle que no soy un asesino, que nunca lo fui. Quería que supiera que, aunque mi vida ha estado llena de violencia, nunca había cruzado esa línea. Pero no lo hice. En lugar de eso, me encogí de hombros y esbocé una sonrisa sarcástica.

—¿Has venido a gritarme o a pelear? —le espeté, intentando mantener la fachada.

Ella no respondió. Solo me miró en silencio, con esa tranquilidad que me descolocaba. Mi sarcasmo parecía resbalar sobre ella como el agua sobre una piedra. No lograba sacarla de sus casillas. Me desconcertaba, y eso me ponía nervioso. No estaba acostumbrado a que la gente reaccionara así conmigo.

—¿Cómo está tu herida? —preguntó de repente, cambiando de tema de forma abrupta. Me quedé mirándola, confundido. ¿De verdad le importaba cómo estaba mi herida? ¿Después de todo lo que había pasado?

—Tu amigo hizo un buen trabajo —respondí, todavía con ese tono irónico que se me daba tan bien, pero en el fondo sabía que lo decía en serio. La herida estaba bien, y el médico había hecho un buen trabajo. Pero no podía dejar de lado mi papel. Aun así, había algo en sus ojos... algo que me hacía querer dejar de fingir.

—Pero el militar fuerte... ese es bastante estúpido. —Me reí, recordandole. Era fuerte, eso no se podía negar, pero su temperamento lo hacía vulnerable. A pesar de todo, cuando Dana sonrió levemente y estuvo de acuerdo conmigo, sentí un extraño alivio. No esperaba que coincidiera conmigo, y mucho menos que se lo tomara con tanta calma.

Cuando se levantó para irse, sentí una punzada en el estómago. No quería que se fuera, aunque no entendía por qué. Tal vez era porque, a pesar de todo, ella había sido la única persona en mucho tiempo que me trató con humanidad, incluso después de lo que intenté hacerle. Y eso, de alguna manera, hizo que me sintiera aún más miserable.

La puerta se cerró tras ella, y el silencio volvió a llenar la pequeña celda. Pero ahora, ese silencio era distinto. No era la calma que sentía antes. Era un vacío incómodo, lleno de preguntas sin respuesta.

Me quedé allí sentado, mirando al suelo, mientras mi mente vagaba. No pude evitar pensar en cómo había llegado a este punto. Toda mi vida había estado marcada por la violencia, pero nunca por el asesinato. Reik, el hombre que me acogió cuando era un niño huérfano, me enseñó a sobrevivir en este mundo. Él fue quien me dio un propósito, un lugar al que pertenecer. Le debía todo, incluso si eso significaba cumplir con sus órdenes, por duras que fueran.

Corazón bajo fuego - Changbin SKZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora