XI | La Boda Del Siglo

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Tomó un gran respiro para armarse de valor para ese día que, para cualquier persona, sería un motivo de felicidad, pero para ella era sería el inicio de su esclavitud. Las doncellas realizaron el mejor trabajo posible en su cabello y maquillaje. Le colocaron el velo sobre su cabello sujeto en un moño bajo y las chicas salieron para ir por las joyas. Wanda se miró en el espejo, siendo la primera vez, después de tantas pruebas de vestido en la que se animó. No se veía feliz como en la ocasión en que se casó con James. Las comisuras de sus labios estaban ligeramente decaídas y el alrededor de sus ojos un poco hinchados debido a que lloró toda la noche.

Las doncellas regresaron con varios estuches que contenían las joyas y también el ramo de tulipanes blancos, un detalle que tampoco le consultaron. Se emocionaron de ver a su futura reina vestida dignamente al título que recibiría al contraer nupcias, aunque Wanda era la única que se sentía ajena a toda la emoción y felicidad.

—Ya es hora, alteza— le indicó una de las chicas mientras le entregaba las flores.

La castaña asintió y se dio el tiempo para caminar hasta el vehículo que la llevaría hacia la abadía. Los dos primeros autos salieron, en uno iba Gabriel y en el otro sus padres siendo custodiados por guardias, esto para evitar que su familia hiciera algún movimiento que cambiara su decisión. El evento comenzó a ser televisado dentro de la capital e hicieron un gran énfasis en la seguridad que había. Wanda viajaría sola dentro del automóvil y era la parte que todo el reino ansiaba por ver.

Los rebeldes infiltrados en el evento como Red Arrows, con sus mismas prendas, agregaron un auto más y amordazaron a los elementos que pronto sustituirían, para después esconderlos en los establos. Vieron llegar a la princesa e hicieron una reverencia antes de abrirle la puerta al auto. Partieron con otro vehículo detrás de ellos. Se alejaron de los límites del castillo y antes de entrar a la ruta a seguir, se desviaron hacia la derecha, dejando que el auto que iba detrás de ellos continuara con el camino que fue designado. Wanda se percató que iban a un sentido diferente a donde estaba la abadía.

—Oiga... La abadía queda hacia el otro sentido— le dijo al chófer.

—Descuide, alteza. Es un plan para liberarla.

—¿Qué? ¿A dónde me llevan?— preguntó preocupada por las consecuencias de semejante plan.

—Pronto lo sabrá. Por cierto, debajo del asiento hay algo con lo que puede vestirse más cómodamente— le indicó el supuesto chófer antes de subir la ventanilla que los separaba.

Wanda tuvo suerte de que los cristales estaban blindados y polarizados, así que nadie en el exterior la vería. Sacó el pequeño maletín debajo del asiento y, al abrirlo, había un suéter, un pantalón y unos zapatos casuales. De inmediato se vistió...

§

Helmut llegó solo por el puente de piedra y soltó un suspiro cargado de añoranza al ver el castillo, el lugar que alguna vez fue su hogar. Pensó en que tal vez si no hubiera acabado con George, no habrían llegado hasta esas circunstancias, aunque los rebeldes ya existían y en cualquier momento pudieron atacarlos. Aún así, perdió la confianza de la única familia que le quedaba y lo menos que podía hacer en esos momentos era rescatar a los gemelos Maximoff.

Caminó hacia el lado opuesto del castillo, adentrándose al bosque, aunque no se fiaba del extraño silencio que existía en el lugar. Ante cualquier sonido, se escondía y sus sentidos estaban en alerta. Anduvo caminando por unos minutos más, siguiendo su estrategia hasta que vio la entrada hacia el calabozo. No había guardias cerca, así que se mantuvo escondido y en espera de cualquier movimiento que le indicara lo contrario. Bien podría darse la vuelta e irse a cualquier parte del reino, tomar una nueva identidad y una nueva vida; pero recordó por qué estaba ahí arriesgando su vida.

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