Los pasillos estuvieron solitarios, sin mayordomos, doncellas, ni Red Arrows en su posición de guardias para vigilar cada habitación. Pero el eco de los gritos eufóricos e insultos de la reunión de todos los guardias en la sala del trono era el momento adecuado en el que Katherine podía rescatar a los gemelos. La nota que Charles escribió sí había llegado a las manos de Pietro Maximoff, y fue el mismo duque, quien le envió a alguien para que le ayudara, una vez que su compañera doncella le confirmó que la entrega fue exitosa. Esperó a esa persona en uno de los pasillos y escuchó unos delicados pasos. Permaneció oculta a un costado de la estatua de la reina Irina, mientras repasaba una y otra vez el plan.
Los pasos se escucharon más cerca y salió de su escondite. Se encontró con una joven de cabellos pelirrojos, la cual ya había visto antes en el castillo.
—¿Tú eres Katherine?— le dijo la chica con una voz dulce y suave.
—¿Sí?... ¿Tú eres mi compañera en esto?— Rachel asintió, aunque omitiendo las presentaciones, ya que el tiempo era limitado.
Las dos caminaron hacia las habitaciones donde los tenían prisioneros. Katherine alzó una de sus manos hacia su cabeza y, de entre sus cabellos, sacó un par de horquillas gruesas para el cabello. Según Piotr, eso serviría y esperaba que ante la escasez de tiempo y sus incontrolables miedos, pudiera abrir la puerta. En la casa del chico, practicaron y lo logró, después de varios intentos. Las manos le sudaron y el metal se resbalaba de la piel. Intentó un par de veces, pero no lo lograba.
—¿Puedo intentarlo?— pidió la pelirroja.
Kitty le cedió los honores de ejecutar la parte crucial del plan.
—Es muy complicado...— dijo la castaña, pero se escuchó cuando el metal de la cerradura se abrió. Se quedó perpleja— ¿Cómo...?
Rachel sonrió un poco avergonzada.
—En mi adolescencia, solía escaparme de casa para ir a los conciertos cuando mi madre no me daba permiso.
—Tenías muy buena motivación para escapar— soltó Kitty antes de adentrarse a la habitación para ir por Peter, mientras Rachel iba por Pietro, quien estaba en otra habitación.
La castaña encontró al peliblanco recostado en el suelo, mirando hacia la nada y, en el fondo de la habitación estaba el ex consejero sentado.
—¿Están bien?... ¿Qué le sucede?— preguntó refiriéndose al gemelo Maximoff.
—Sólo es aburrimiento... Creo— respondió Helmut antes de levantarse y caminar hacia la chica— Me imagino que tú eres el rescate, ¿verdad?
Kitty asintió y entre los dos se llevaron al chico Maximoff, quien tenía la mirada perdida. Cerró la puerta con cuidado, una vez que estuvieron en el pasillo, y vio a Rachel y Pietro salir.
—Tenemos que apresurarnos, Charles ya debe de haber llegado al punto de reunión— sugirió la pelirroja antes de guiarlos por los pasillos y escaleras hasta que Helmut se detuvo cerca de la puerta que llevaba a la sala del trono.
Escuchó muy poco y vió a través de la vieja cerradura, la única en todo el castillo que no se había cambiado desde que George y Winnie subieron al trono. Vio a una multitud y con varios golpes resonando contra algo que se quejaba constantemente entre las risas y burlas del resto de los Red Arrows. Los guardias volvieron a sus filas, en cuanto el rey djo la orden y pudo ver, finalmente, a Bucky.
Estaba asombrado de verlo tan golpeado y sangrando que se sintió impotente al no poder ayudarlo, y a la vez culpable. Si no hubiera acabado con George, nada de eso estaría pasando y, como también, si hubiera sido un buen consejero. Sin ser su padrino, había prometido cuidarlo como si fuera su hijo, y realmente lo amaba de esa forma. Jamás creyó que las consecuencias de sus actos fueran tan grandes y con un gran daño hacia su familia. Podía robar la espada de alguna armadura cerca del castillo y atravesar esa puerta para defenderlo, pero... Eran una gran multitud y delataría a aquellas dos jovencitas que los rescataron... A él y a los gemelos. Se arrepintió de esa idea con un gran pesar. Escuchó todo, incluso cuando Wanda aceptó casarse con el pelirrojo para salvarle la vida a James. Admiraba el valor de la chica al sacrificarse tantas veces por aquellos a quienes amaba, aún si ella sufría.