🔥CAPITULO 4🔥

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Desconocido

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Desconocido.

Los segundos corren rápido cuando observas lo que más te gusta, pero se vuelven pesadamente lentos cuando tienes que verlo a la distancia.

Mirando el reloj pareciera como si la aguja no se moviera nunca aunque la veo claramente moverse, regreso mi mirada a mi mano derecha que aunque no lo esté escuchando se que me está hablando frenético y alterado.

Lo escuché la primera vez que lo dijo hace una semana, esa sería la única vez que prestaría mi oído, me importa poco lo que esté sucediendo allí afuera, me importa poco si los militares están detrás de nosotros, si tengo mil espías o estoy cerca de recibir una bala en el medio de mi frente, lo único importante aquí es que la maldita aguja se mueva porque si no lo hace entonces lo haré yo y nadie se salvará si eso sucede.

Leonid: ¿Me estás escuchando? ¡Presta atención es importante!

Arqueo una ceja mirándolo.

Yo: Dudo mucho que tengas la posición suficiente para poder gritarme —le digo con voz tranquila mientras saco mi navaja y juego con la punta clavándola en uno de los dedos de mi otra mano, una gota de sangre escurre de esa punción y la chupo mirándolo— ¿O si? Parece que puedo haberme confundido de rango aquí y no ser el maldito pakhan, ¡Tú maldito jefe!

Leonid: ¡Somos amigos hace quince años!

Yo: Y te mataría en cualquier momento si se me apeteciera —lo miro fijamente— así de prescindible eres en esta organización, así que cálmate y ubícate en tu lugar porque yo puedo ubicarte a metros bajo tierra.

Palidece al saber que es verdad, no me importa si lo conozco desde que nací, no me importa si pensó que era alguien importante para mí, todos y cada uno de ellos importante o no perdieron su lugar a mi lado cuando ella llegó, todos son reemplazables, para nada importantes porque si la tengo a ella tengo absolutamente todo.

La puerta es abierta y Leonid se da vuelta con rapidez, conoce a la única persona que tiene la suficiente estupidez como para entrar a mi oficina sin golpear, la única mujer que es lo suficientemente ciega y hueca como para no reconocer la oscuridad que me rodea, su hermana.

Leonid: ¡Svetlana!

La maldita mujer mira a su hermano como si no le estuviera gritando por haber entrado sin permiso, en lo que a mi respecta está mujer necesita una lección no un simple grito de advertencia.

Svetlana: ¿Qué?

Lo mira con reproche con una mirada caprichosa en el rostro mientras yo me levanto y rodeo el escritorio, al estar al otro lado me apoyo en el borde y vuelvo a jugar con mi navaja como si lo que estuviera pasando delante de mis ojos no fuera nada cuando en realidad estoy conteniendome de no matarlos porque eso generaría mucho trabajo para encontrar un candidato apto para mí mano derecha y no tengo tiempo ahora, tengo que ver a mi conejita.

Leonid: No puedes entrar así de esa forma a la oficina del pakhan.

Svetlana: ¡Soy su prometida puedo entrar donde quiera cuando y como quiera!

No por gusto claramente y no vivirá lo suficiente para llevar la corona de mi reina, ese puesto y esa corona ya tiene un nombre grabado y no es el feo Svetlana.

Yo: No puedes entrar donde quieras y mucho menos sin golpear, la única razón por la que eres mi prometida es porque así me lo exigieron no porque así lo quisiera.

Leonid: La sacaré.

Agarra a su hermana mientras ella grita incoherencias que me siento demasiado vago para entender, solo cuando Leo id queda frente a mi deteniendo a su hermana para que no se me tire encima es que me siento lo suficientemente interesado en reconocer su persona.

Svetlana: ¡Te casarás conmigo! ¡Voy a ser tu reina y entraré donde yo quiera cuando y como quiera, tendré el mismo poder que tú, y cuando eso pase mandaré a matar a la zorra que te la pasas vigilando! ¡Porque es por ella que ni siquiera me miras cuando me desnudo delante de tí!

Leonid: ¡Svetlana ten un poco de decoro por amor a dios!

Yo: ¡Anton ven aquí! —el nombrado entra inmediatamente y se posiciona en la puerta esperando mis órdenes— agarrala que le daré una lección.

Me hace caso y la sujeta por detrás y la mueve del lugar cuando su hermano intenta liberarla, nunca entendí el vínculo de hermanos, soy hijo único, tampoco tuve una conexión lo suficientemente fuerte como para dejarme lastimar por otra persona, pero cuando la vi a mi conejita supe que lo haría, por ella me dejaría matar, no diré que por ella mataría porque sería poco, es algo que hago diariamente por diversión.

Leonid: No la lastimes, no lo hagas, yo le enseñaré, no lo volverá a hacer.

Una de mis comisuras se levanta con burla mientras lo señalo con mi navaja.

Yo: Ya hiciste eso hasta donde recuerdo.

Leonid: Está vez lo entenderá, por favor, es mi hermana, es tu prometida puedes perdonarla por eso al menos.

Yo: Ahí está el error que ambos cometen —me acerco a Leonid lo suficiente para que mi cabeza quede al lado de la suya mientras lentamente clavo mi navaja en su vientre bajo— ninguno de ustedes me importa en lo más mínimo —clavo más profundo y sisea, lo miro a los ojos deslumbrandome por el destello de dolor en ellos— si por mi fuera hubieran estado muertos hace mucho tiempo.

Saco la navaja y me muevo a un lado, Leonid no dice nada, pero se tapa la herida y apoya su otra mano en el escritorio para poder mantenerse de pie.

Camino hacia su hermana que tiene lágrimas cayendo por sus ojos mientras me mira con terror puro al acercarme, cuando estoy frente a ella levanto mi ensangrentada navaja haciendo que grite cuando la acerco a su rostro pensando que la cortaré, pero lo que en realidad hago es limpiar la sangre de su hermano en su mejilla mientras chilla.

Yo: Ya que se sienten tan unidos entre ustedes —señalo a su hermano con la navaja— él pagará las consecuencias de cada mierda que hagas, ¿Te parece?

Svetlana: No, por favor…

Yo: Cállate, solo hay una persona que quiero que me ruegue y no eres tú.

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