🔥CAPITULO 13🔥

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Desconocido

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Desconocido.

Aprieto el arma en mi mano cuando veo a mi mujer subirse al carro con aquellos tres soldados de mierda que los he visto seguirla muchas otras veces, no podía disparar y arriesgarme a herirla.

Ella es mi mundo, mi final, si algo le pasará el mundo dejaría de existir por mi propia mano, no existe un mundo, una vida, una existencia si ella no está aquí, podría quemar el mundo entero solo por qué mis ojos vuelvan a mirarla y ahora me la arrebataron, la sacaron de mi vista y mi cuerpo arde de rabia.

Yo ni siquiera debería estar aquí, no estaba en los planes, tenía un cargamento de armas que revisar y muchas otras cosas que hacer, pero enterarme que mi mujer sería condecorada descarto todas mis tareas de la noche, necesitaba verla, quería ver si se sentía orgullosa o decepcionada, quería ver esa medalla en su pecho y saber que se la ganó matando gente.

Es una retorcida forma de sentirse orgulloso, pero lo estoy.

La rabia es tanta que grito y golpeó la pared a mi lado, con mi puño ardiendo por el golpe y la sangre manchando mis dedos saco mi teléfono celular y llamo a mi segundo al mando, suena dos veces antes de que el muy imbécil me atienda.

Yo: ¡Atiende rápido mierda!

Grito y me sorprende que nadie me haya encontrado aún.

Leonid: ¿Qué pasa?

¿Qué pasa? Este hombre no sabe con quién está hablando, no parece conocer el alcance de mi oscuridad, de mi locura y excitación.

Yo: Adelantaremos el plan para ahora mismo, quiero todas las armas y las bombas aquí en este mismo instante.

Rujo sin contención alguna, mi voz oscura y con un deje de irritación lo hace maldecir al otro lado de la línea y puedo escuchar claramente como cierra su bragueta y luego una puerta, me importa una mierda si estaba follando o recibiendo una mamada, en lo que a mí respecta puede cortarse la polla o follarse al mismo presidente que me dará totalmente igual, pero no hoy, no ahora cuando todo lo que mi mente reproduce son las sucias manos de esos tres soldados tocando lo que me pertenece.

Leonid: ¿¡De que hablas, estás loco!? Eso es demasiado apresurado, todo podría salir mal.

Yo: No parece que entiendas con quién mierda estás hablando, soy tu pakhan, yo mando aquí, yo decido si vives o mueres, si comes o usas la polla, así que te quiero en cinco jodidos minutos aquí con todo y mis armas o puedes ir eligiendo el maldito pozo en el que tirarán tus restos y los de tu estúpida hermana, si es que quedan algunos después de que termine con ustedes ¿entendiste?

Corto antes de que pueda responder, más le vale estar aquí en cinco minutos o cumpliré mi promesa de la peor manera, haré que desee nunca haber nacido, deseara una muerte rápida y lo tendré vivo por meses, torturandolo como si fuera uno de nuestros enemigos, tantos jodidos meses para que su muerte sea lo único en lo que piense al despertar ahogado por una bolsa o al dormir noqueado por la electricidad de mis pinzas.

No son cinco minutos exactos los que tardó en llegar, fueron siete, pero estoy demasiado excitado con la idea de matar algunos soldados que no digo nada, solo agarro mis armas, una sola navaja y me alejo del resto luego de darles labores de poner las bombas.

Mi mujer no está cerca para salir lastimada así que no tengo que preocuparme por nada más que por matar, mucho, tanto que salga de aquí bañado en la puta sangre de los soldados.

El plan sería que atacaríamos la base cuando mi mujer saliera de misión, explotaríamos la oficina del oficial a cargo de este lugar y mataría a tantos cabos y soldados como balas tengamos en nuestras armas, pero todo la espera termino en cuanto uno de esos asquerosos dedos ensució la pulcra y perfecta presencia de mi mujer.

Entro en la oscuridad que me brinda el lugar viendo varios soldados sonriendo y bailando con otras soldados como si estuvieran haciendo la danza de apareamiento, presumiendo sus títulos y medallas sin descaro ante ellas como si eso fuera a importarles, lo que si es así, he visto y escuchado cosas de todas ellas que a veces me da vergüenza que mi mujer sea de su mismo genero, pero ella no es como todas las mujeres que veo aquí.

Ella no mira dos veces a la misma persona, pero todo cambió cuando esos tres llegaron a robarmela, no lo permitiré, cortaré las manos que tocaron y ensuciaron a mi mujer y luego se las daré en las comidas que le suministrarán en mis calabozos.

Agarro a un soldado que estaba de espaldas a mi tapándole la boca para que no grite antes de girarle el cuello y tirarlo al suelo como un saco de papas, no se escucha por la música y eso solo juega a mi favor, sigo avanzando hacia adelante agarrando a más soldados por su espalda y abriéndoles el cuello con mi navaja o torciendolo con mis propias manos hasta que entran mis hombres con armas en mano y empiezan a disparar.

Algunas de las mujeres gritan y hay varios cabos agrupados en una esquina que no me molestó en revisar, son tan insignificantes que no me daría ninguna diversión clavarles mi navaja así que con ambas armas en mis manos les disparo a cada uno de ellos en el medio de la frente sonriendo solamente cuando de uno en uno empiezan a gritar y a morirse momentos después.

Y querían ser soldados, bufo, mi mujer debería de enseñarles algo a todos estos.

Ella es la representación misma de imperturbable y confianza, ella es la mejor mujer que he visto disparar, tiene una precisión que me haría competencia y tiene una derecha que noquearia incluso al hombre más fuerte.

Agarro a otro soldado, está vez lo doy vuelta, un hombre de unos sesenta y largos años me recibe con una mirada dura atravesando mis ojos, sus ojos están llenos de arrogancia y su sonrisa lo refleja, sonrío divertido por esto, de hecho el viejo se atreve a mirarme como si pudiera matarme.

No sabe el diablo que se acaba de encontrar.

Yo: Descanse, soldado.

Gruño antes de enterrar mi navaja en su abdomen bajo, su sonrisa tambalea, pero se recompone rápido y es cuando siento el frío metálico y el escozor en mi costado, eso hace que me ría, el viejo tiene agallas tengo que darle el crédito, son pocos los que me toman con la guardia baja.

Viejo: Usted también.

Yo: No viejo, tengo algo por lo que vivir.

Le sonrío mientras arrastró mi navaja hacia arriba matandolo unos pocos momentos después, lo tiró al suelo y me limpio su sangre con mi ropa aún más llena de sangre antes de reírme a carcajadas y ordenar la retirada.

Todos nos montamos a los carros y a los pocos minutos el estruendo de la bomba suena, no era una bomba fuerte, pero lo suficiente para hacer que el edificio se venga abajo tapando a todos los soldados que podrían haber quedado vivos.

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