Competencia Interclases

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Dos semanas han pasado desde que salí con la secretaria Fujiwara, y durante ese tiempo, la rutina de asistir a la escuela y estudiar se había vuelto monótona. El tedio comenzaba a instalarse hasta que un día, el director me recordó el próximo evento marcado en el calendario que recibí al ingresar a la academia: la competencia interclases, un evento periódico que mantiene vivo el espíritu competitivo entre los estudiantes y fomenta el compañerismo dentro de las clases.

Esa mañana, al llegar a la escuela, el ambiente estaba cargado de expectación. Los pasillos vibraban con la energía de los estudiantes, todos enfocados en la competencia. Me dirigí al gimnasio, donde se llevaría a cabo la primera fase de la competencia, centrada en pruebas físicas.

A medida que los grupos comenzaron a reunirse, cada clase se alineó en filas organizadas, sus miembros luciendo el uniforme deportivo de la academia. Se respiraba una mezcla de nerviosismo y determinación en el aire.

Aunque esta fase no requería un líder formal, mi clase no tardó en nombrarme como tal, especialmente después de que Kaguya se negara a tomar el puesto. La razón era evidente: el presidente Shirogane, con quien comparte una relación especial, estaba en la clase con la que competiríamos.

La primera fase de la competencia fue relativamente simple, enfocada en pruebas de fuerza, resistencia y velocidad. En un campo deportivo adyacente al gimnasio, los estudiantes se enfrentaron en carreras, pruebas de levantamiento de pesas, y desafíos de resistencia. Mi clase sobresalió, liderada por Kaguya, una atleta excepcional, y varios estudiantes miembros de clubes deportivos. Sin embargo, la clase del presidente Shirogane demostró ser formidable, superándonos en algunas pruebas de resistencia.

Al terminar las pruebas físicas, los profesores nos guiaron a una sala enorme dentro del edificio principal de la academia para la siguiente fase. La sala, ostentosa y extravagante, estaba equipada con una gran pantalla en la pared frontal y asientos organizados por colores: azul para mi clase y rojo para la del presidente. Los profesores nos indicaron que nos sentáramos en los asientos asignados, mientras se preparaban para explicar las reglas de la fase intelectual.

El profesor a cargo se puso de pie frente a nosotros y comenzó a detallar las reglas. La pantalla frente a nosotros mostraría preguntas relacionadas con matemáticas avanzadas y cálculo rápido. Se nos entregaron unos controladores remotos con un solo botón. Después de leer la pregunta, los estudiantes debían pensar en la respuesta y presionar el botón lo más rápido posible para evitar que la otra clase lo hiciera antes. Cada respuesta correcta valdría 50 puntos, mientras que un error restaría 50 puntos a la clase.

Con las reglas aclaradas, el profesor se dirigió a un escritorio al fondo de la sala, donde se encontraba la computadora que controlaría la proyección de las preguntas. De repente, las luces de la habitación se atenuaron, y una cuenta regresiva de diez segundos apareció en la pantalla. La tensión era palpable.

Cuando la primera pregunta apareció en la pantalla, apenas pasaron tres segundos antes de que alguien en la clase del presidente presionara el botón. Observé cómo Shirogane se levantó y respondió la pregunta con precisión, asegurando los primeros 50 puntos para su clase. Aunque esto era solo el comienzo, la eficiencia de su respuesta dejó claro que esta prueba sería un verdadero desafío.

A medida que las preguntas continuaban apareciendo, la velocidad y precisión de las respuestas se volvieron cruciales. No podía permitir que mi clase cometiera errores por nerviosismo, así que decidí tomar la iniciativa. Presionare el botón antes que nadie, dispuesto a dar mi máximo esfuerzo para llevar a mi clase a la victoria.

Cuando la siguiente pregunta apareció en la pantalla, apenas necesité 1.5 segundos para comprenderla y presionar el botón. Ambas clases quedaron asombradas por mi rapidez. Mientras respondía, noté la sorpresa en la expresión del presidente Shirogane. Sabía que él era más que capaz de resolver el problema matemático, pero su decisión de no presionar el botón me hizo cuestionar sus intenciones. ¿Me estaba poniendo a prueba?

La competencia continuó, con las preguntas volviéndose progresivamente más complejas. A estas alturas, solo Kaguya, Shirogane y yo respondíamos. Los demás estudiantes parecían superados por la dificultad. Kaguya, aunque enamorada del presidente, no era tan ingenua como para dejar que ganara sin más. Le gustan los desafíos, igual que a mí. Sin embargo, esta situación empezaba a cansarme, así que en la siguiente ronda decidí que no dejaría que nadie más presionara el botón antes que yo.

El profesor dejó ver los puntajes en la pantalla, revelando que la clase B, la del presidente, había acumulado 850 puntos, mientras que mi clase solo tenía 700. Tal vez me confié al no presionar el botón en todas las rondas anteriores, excepto en la segunda pregunta. Una nueva cuenta regresiva comenzó en la pantalla, y todos los estudiantes observaban expectantes.

Me quedé sentado, tranquilo, esperando el momento exacto. Cuando la cuenta llegó a cero, la pregunta apenas fue visible por medio segundo antes de que ya hubiera presionado el botón. El profesor, incrédulo, preguntó si alguien había presionado por accidente, pero al levantarme y comenzar a responder, quedó claro que sabía lo que hacía.

Las lecciones de la sala blanca, donde se nos inculcó el pensamiento rápido desde temprana edad, volvieron a mí. Esta prueba no era un desafío para mí. Comencé a responder cada pregunta en cuanto aparecían en la pantalla, dejando a ambas clases en silencio y al presidente Shirogane con una expresión de seriedad absoluta. De repente, el profesor dejó de proyectar las preguntas.

—¿Pasa algo, profesor? —pregunté, observándolo con curiosidad.

—Estudiante Ayanokoji, usted ya ha conseguido los puntos suficientes para hacer que su clase gane. Felicidades.

Mi clase estalló en vítores, coreando mi nombre mientras los estudiantes de la otra clase me miraban, unos con odio y otros con respeto. Mi atención, sin embargo, se centró en Shirogane, cuya expresión seria y ceño fruncido reflejaban una notable incomodidad por no haber podido seguir mi ritmo.

Con la competencia terminada, los profesores nos informaron que el resto del día sería libre. No pasó mucho tiempo antes de que los rumores de mi desempeño se difundieran por toda la escuela. El de nuevo ingreso había aplastado a una clase entera con facilidad.

No estaba de humor para tratar con la atención de los demás estudiantes, así que me dirigí a un lugar apartado cerca de la sala de profesores, donde escuché a los profesores hablando sobre lo sucedido.

—Ayanokoji no es una persona normal. ¿De dónde salió este sujeto? —preguntó el presidente, indignado.

—Su padre nos pidió que terminara su preparatoria en esta academia. Al ser uno de los principales inversionistas, no tuvimos otra opción que aceptarlo —respondió el director con seriedad.

—Entiendo —dijo Shirogane frustrado.

Decidí irme antes de ser descubierto, pero me topé con Fujiwara en el pasillo.

—¡Hola, amigo! No puedo creer que hayas sido capaz de derrotar al presidente en una prueba de ese estilo. La gente dice que no le dejaste opción.

—Son exageraciones —respondí con un tono humilde, aunque internamente satisfecho por sus palabras.

—No te hagas el humilde, ya vi que eres muy inteligente. Pero bueno, fue un placer, aunque tengo que ir al consejo. El presidente nos citó a todos de manera urgente —dijo con una sonrisa.

—¿De manera urgente?

—Sí, supongo que hablará de una persona que conozco que lo venció hoy —dijo con un guiño antes de despedirse.

—Hasta luego, secretaria Fujiwara —le respondí mientras se alejaba.

Al llegar a mi habitación, me recosté en la cama a reflexionar. Quizás mi padre me trajo aquí para confirmar si realmente soy el mejor producto de la sala blanca. Sea como sea, lo que haga en esta escuela será por mí mismo. Solo demostraré quién es el más grande.

Ayanokoji en Kaguya-sama: Love Is WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora