6 | Siempre fuiste vos

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✭˚・゚✧Felipe González Otaño.

TW: Mención y consumo de drogas. No intento romantizarlas. Si lo necesitas, busca ayuda y cuida tu salud.

Respiro el humo del porro que Fernando termina de armar, y lo expulso tras retenerlo por pocos segundos dentro de mis pulmones. Se lo paso a Matías, que con relajo lo lleva a su boca. Pardella está cebando mate, concentrado en la montaña de yerba que le hace a la infusión. Sentados en ronda, Rocco toca la guitarra mientras canta nuestra canción favorita. Todos le están prestando atención menos Matias y yo. Él mira a su hermana, que juega con Jerónimo adentro de la pileta. Intenta fingir que no le molesta, pero yo no disimulo los celos que me genera ver la naturalidad con la que Jerónimo toca el cuerpo de Maia. Le acaricia la cintura, le toca la espalda y la mueve de un lado a otro como si fuera una pluma. Ella se ríe a carcajadas como si nunca hubiera escuchado lo que el castaño tiene para decir. Dudo que mi amigo haya implementado chsites tan graciosos en cuestión de días. Aprieto la mandíbula, tenso, hasta que la voz de Fernando irrumpe en mis pensamientos.

—Te escucho pensar, Pipe —se burla entre risas, golpeando mi hombro de manera amistosa— ¿Qué miras tanto?

Trago saliva, sacando mi atención de la pareja —No, nada, estoy distraído hoy.

Entre ellos comparten una mirada cómplice. Ninguno de los presentes, ni de los que no están, saben de lo que pasó semanas atrás en el asiento de mi auto. Nadie sospecha de que pase algo, pero empiezo a creer que se dan cuenta de cómo miro a Maia desde lo lejos. Me cuesta sacarle los ojos de encima, y ahora que Jerónimo no puede estar lejos de ella siento la necesidad de vigilarlos siempre que pueda.

Pardella niega con la cabeza, poco convencido —Mira, Pipe, no voy a decirte lo que pienso porque Matías nos saca a patadas de la casa.

El nombrado hace montoncito con la mano cuando escucha las risas de todos —¿De qué se ríen, salames?

Emanuel, el que menos pelos en la lengua tiene, siente la necesidad se aclararle la duda a nuestro amigo —Cuidate de este, Mati, haceme caso.

Matías parece entender a lo que se refiere, y mientras que el resto suelta una carcajada, yo intento reprimir la sonrisa que se me forma en el rostro. Este me mira, amenazante, mientras me apunta con el dedo índice —Te mato, Felipe.

—¡Son unos tarados! —exclamo, riéndome— No digan cosas que nada que ver —hago una pausa, casi necesaria para soltar la afirmación—. Maia está con Jerónimo, además.

Rocco deja la guitarra a un lado y recibe el mate que Pardella le ofrece —Darse besos de vez en cuando con alguien no es estar de novio, Feli.

Frunzo el ceño y chasqueo la lengua, fastidiado —Ya lo sé, pero no es ese el punto. Se preocupan más por mi que por Jerónimo, que en la primera que pueda se la lleva a la pieza.

Y aunque me provoca un malestar soltar la realidad tan de golpe, no me queda otra más que aceptarlo. Maia no volvió a buscarme después de la noche en la que nos besamos por primera vez. Todavía recuerdo cómo el cuerpo me pedía disfrutarla, mientras saboreaba el rastro de su labial con sabor a cereza. Nunca antes me había sentido tan expuesto. Yo dejé que ella me acaricie, incluso si no hubo prenda de ropa que me haya sacado, me gustaba la forma en la que con sus dedos dibujaba trazos invisibles en mi pecho. No quisiera tener que privarme de ello. Ahora que la probé, se vuelve una necesidad. Pensé que me llamaría al día siguiente, pero pasaron dos semanas y no hubo rastro ni si quiera de un mensaje suyo. Desde entonces, lo único que sé es que ella y Jerónimo no dejaron de verse. No había hora del día en el que estén separados. Por lo poco que Matias cuenta, no parece nada serio, aunque admite que pocas veces vió a su hermana tan sonriente. No deja de molestarme. Serio o no, el que ocupa ese lugar no soy yo.

Fugitivos; Felipe Otaño. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora