Comprometidos

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El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas de la pequeña cafetería, creando un ambiente cálido y acogedor. Tsukishima Kei estaba sentado frente a ti, su expresión habitual de calma e indiferencia apenas traicionada por una ligera curvatura en sus labios. La taza de café en sus manos desprendía un ligero vapor, pero tus ojos no se podían apartar del anillo de plata que llevaba en su dedo anular, un reflejo de la promesa que ambos compartían.

Habían pasado años desde que se conocieron en el instituto, donde él, con su estatura imponente y actitud fría, parecía inalcanzable. Pero con el tiempo, las murallas que Tsukishima construyó a su alrededor comenzaron a desmoronarse. Tú habías sido la excepción, la persona que lentamente encontró un camino hacia su corazón.

“¿En qué piensas?” preguntó él, levantando la vista y notando cómo lo observabas.

“En nosotros,” respondiste suavemente, jugando con tu propio anillo. “Todavía no puedo creer que estemos comprometidos.”

Tsukishima soltó una leve risa, algo que solo tú tenías el privilegio de escuchar. “No es tan difícil de creer, ¿verdad? Después de todo, alguien tenía que soportar tus rarezas,” dijo en tono bromista, pero sus ojos dorados brillaban con una ternura que solo tú podías ver.

“¿Mis rarezas?” fingiste estar ofendido. “Creo que tú eres el que tiene más rarezas de los dos.”

Él arqueó una ceja, sonriendo con esa ironía característica. “Quizá. Pero supongo que es por eso que funcionamos tan bien juntos. Te equilibras con mis rarezas.”

Había algo reconfortante en la manera en que Tsukishima te miraba. A pesar de su carácter sarcástico y su tendencia a evitar demostrar abiertamente sus sentimientos, sabías que te amaba profundamente. Había sido él quien, con su típico estilo directo, se arrodilló una noche bajo las estrellas y, sin rodeos, te pidió que te casaras con él. No hubo palabras dulces ni discursos largos, solo un sincero: “¿Quieres casarte conmigo?”.

Ahora, en la tranquilidad de aquella cafetería, los dos compartían un momento de paz, sabiendo que, a pesar de las dificultades que podrían venir, estarían juntos. Mientras terminaban su café, Tsukishima entrelazó sus dedos con los tuyos, su manera silenciosa de asegurarte que, aunque no siempre expresara lo que sentía con palabras, siempre estaría a tu lado.

“¿Lista para irnos?” preguntó, su tono suave mientras sus ojos permanecían fijos en los tuyos.

“Lista,” respondiste, sonriendo.

Se levantaron, y Tsukishima, sin soltar tu mano, te guió hacia la salida. Afuera, el mundo seguía girando, pero para ustedes, todo parecía encajar en su lugar. Caminaban juntos, comprometidos no solo por un anillo, sino por una promesa de amor y comprensión que sabían que duraría toda la vida.

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:Me encantó la historia que creo la IA al parecer tiene muy buenas ideas >:^

One shots- Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora