Historia

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El sonido de la cafetera llenaba la cocina, acompañando la suave luz matutina que se filtraba por las cortinas. Kei Tsukishima, vestido con una camisa blanca y corbata, ajustaba sus gafas mientras revisaba rápidamente algunas notas en su tablet. A pesar de los años, su expresión seguía siendo tan seria y concentrada como siempre. Había cambiado poco desde los días de secundaria, excepto por la madurez que ahora reflejaban sus ojos y la tranquilidad que emanaba su presencia.

Tú, su esposa, estabas terminando de preparar el desayuno mientras te asegurabas de que tu bolso estuviera listo para el día. Como profesora de historia en una escuela secundaria cercana, tus mañanas solían ser agitadas, pero habías desarrollado una rutina que te permitía mantener todo bajo control. Miraste a Tsukishima desde el otro lado de la cocina, sonriendo para ti misma al verlo tan enfocado.

—¿Listo para otro día en el museo? —preguntaste mientras dejabas una taza de café frente a él.

Kei levantó la vista de su tablet y te dedicó una pequeña sonrisa, una que reservaba solo para ti.

—Siempre listo —respondió, tomando un sorbo de café—. Hoy tenemos una visita de estudiantes, y ya sabes cómo pueden ser. Me aseguraré de que no toquen nada valioso.

Te reíste suavemente, sabiendo lo serio que se tomaba su trabajo como curador en el museo de historia local. Su amor por la historia y los artefactos antiguos era algo que compartían, y era una de las cosas que los había unido desde el principio.

—Estoy segura de que harás un buen trabajo manteniéndolos a raya —dijiste, divertida—. ¿Qué les vas a mostrar hoy?

—Una exposición sobre la Era Edo —respondió Kei, sus ojos brillando con una ligera emoción que solo alguien que lo conociera bien podría notar—. Tenemos algunas piezas nuevas que acaban de llegar, y creo que serán perfectas para capturar la atención de los estudiantes.

—Suena interesante —comentaste, dejando tu taza en el fregadero—. Hoy tengo que dar una clase sobre la Revolución Industrial. Espero que mis alumnos estén tan entusiasmados como tú lo estás con la Era Edo.

Kei dejó su taza en la mesa y se acercó a ti, rodeándote con sus brazos en un gesto inesperadamente tierno para él. Aunque solía ser reservado con sus emociones en público, en casa se permitía mostrarte más afecto.

—Tus alumnos tienen suerte de tener una profesora tan apasionada por la historia —murmuró cerca de tu oído—. Apuesto a que les encantará la clase.

Te acurrucaste en su abrazo por un momento, disfrutando de la calidez y la tranquilidad que siempre te brindaba.

—Y yo tengo suerte de tener a alguien que siempre me apoya —respondiste suavemente, mirando hacia arriba para encontrarte con sus ojos.

Kei sonrió y se inclinó para darte un suave beso en la frente antes de soltar el abrazo.

—Será mejor que nos pongamos en marcha, o llegaremos tarde —dijo, retomando su tablet y bolso.

Ambos salieron juntos de la casa, caminando hasta sus respectivos trabajos. La rutina de compartir el desayuno y caminar juntos hasta cierto punto del camino era algo que ambos valoraban, una pequeña tradición que hacía que cada día comenzara de manera especial.

Cuando llegaron al cruce donde sus caminos se separaban, Kei se detuvo y te miró con esa expresión seria pero llena de afecto que habías aprendido a amar.

—Nos vemos más tarde —dijo, inclinándose para darte un rápido beso en los labios.

—Nos vemos —respondiste, sonriendo mientras lo veías alejarse hacia el museo.

A medida que avanzabas hacia la escuela, no podías evitar sentirte agradecida por la vida que habían construido juntos. Ambos habían encontrado carreras que amaban, y su relación, aunque a veces reservada, estaba llena de pequeños momentos de ternura y complicidad.

Esa noche, después de un día largo y satisfactorio, volverían a casa, compartirían una cena juntos y hablarían sobre sus días, como siempre lo hacían. Y mientras estuvieran juntos, sabías que cada día sería especial, lleno del amor tranquilo y constante que habían construido con el tiempo.

One shots- Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora